Vanesa Muñoz, la realidad no existe

Hoy tenemos el placer de entrevistar a una artista con un estilo muy particular y un recorrido muy extenso. Se trata de la escultora Vanesa Muñoz, nacida en Madrid en 1979.

Empezamos con un formulario de cuatro preguntas que les hago a todos los creadores, y luego seguimos a las preguntas concretas sobre su obra. Dada la gran extensión de las respuestas que nos ha prodigado Vanesa, hemos decidido publicar la entrevista en dos partes. ¡Vamos con la primera!

¿Por qué escultura?

Retrato de la artista Vanesa Muñoz

La verdad que esto es una buena pregunta, pues en numerosas ocasiones he maldecido la vocación de este oficio. Es una de las disciplinas artísticas más sacrificadas a nivel físico, y requiere de una gran infraestructura y espacio. De todos los oficios artísticos, creo que es el más prosaico de todos. A modo práctico estás más cerca de un albañil que de la idea glamurosa que se espera del artista. Cortas, sueldas, lijas… y pasas horas con radial, taladro etc. Los materiales pesan, tienen la manía de sucumbir a la gravedad, generas polvo y ruido, los materiales y herramientas son muy costosos.

Para mí es totalmente vocacional. Desde muy pequeña, mis manos se arrojaban a las tres dimensiones. Menuna regañina me llevé de mi madre cuando desaparecían sus jabones perfumados de Avon, que tan religiosamente tenía guardados en los cajones y reaparecían ya convertidos en una figura de coche o en forma de gatitos. Luego jugueteaba a modelar con pasta de papel. Más tarde, sobre los 12 años, aprendí a hacer moldes muy chapuceros. Pero me aburría bastante la escultura de adhesión. Siempre preferí la sustracción: sacar un cuchillo y darle la oportunidad a un jabón de ser otra cosa.

A veces me he sorprendido preguntado al cielo, sin yo ser creyente, por qué no me dio por otra disciplina. Como si de una maldición de tragedia griega se tratara. Y en esta historia a veces me siento como Sísifo o como en el libro de Patrick Süskind El Contrabajo. Empaticé con el protagonista, cuando preguntaba por qué su expresión era el contrabajo (tan pesado y cargante); envidiaba a los violinistas con su estuche mínimo o los elegantes flautistas que podían portar su instrumento no menos que en un bolsito. Con otra disciplina, las mudanzas serían más livianas.

Desde que tengo uso de razón quise ser escultora, aunque no sabía exactamente qué significaba eso.

Alguna vez coqueteé con la pintura, pero me aburría sobremanera y sentía cierta limitación y fatiga por el hecho de que todo lo que tenía que suceder lo hiciera ya con límites geográficos establecidos; todo lo que tenía que pasar debía ser ahí dentro, siempre existía el perímetro de un papel o la terminación del lienzo. Queda insuficiente para mi necesidad expresiva. Se crean formas o imágenes que no interceden realmente en la realidad. La escultura, sin embargo, ocupa un lugar físico real en el mundo. Te puedes tropezar e interferir en el ambiente con unos materiales diversos. Interactúa en el espacio como pocas disciplinas consiguen.

Todas mis ideas estéticas se configuran con volumen en mi cabeza. A priori, mis ideas se forman con un espacio y tiempo definidos. La pugna con la materia y la observación de la misma al cambiar de estado cuando aplicas técnicas diversas: eso es lo que me da la vida.

Imagen de la obra Adagio de Vanesa Muñoz
Adagio, 2019

¿Hacia dónde va tu obra?

Mi obra irá en el mismo camino donde estoy, pero un poco más recorrido. Trabajar hacia la excelencia de la técnica. Cuando mayor sea, mayor será mi destreza del oficio y más nítido se percibirá el mensaje que asoma en cada pieza. Como ampliar tu vocabulario. Tener mucho que decir pero sin léxico suficiente tu discurso se queda pueril.

Tan sólo hacer cada vez mejor mis obras y dejar que me lleve donde los conceptos previos me interesen.

Mi obra va unida a mi evolución personal, así que como evolucionamos hasta morir, mi trabajo se verá influenciado según varíe el prisma en el que observo la realidad envolvente.

Hace ya muchos años tenía cierto tono antropomórfico. Trabajaba con fragmentos del cuerpo, (generalmente los pies). Cuando mi conocimiento se amplió, abracé totalmente la abstracción como única manera de expresión.

Además, encontré insuficiente para mis preguntas los temas donde el hombre fuera el epicentro creativo. Encontré temas mucho más interesantes y ricos en formas y texturas en la pura abstracción; cuestiones filosóficas, matemáticas y físicas.

No descarto que en el fututo mi obra entre en otras materias, si mi visión cambia. Sí que mantendrá el mismo tratamiento formal, bajo el mismo código que desarrollé con el tiempo. Al final creas un estilo propio que es el que caracteriza tu trabajo y donde las personas te reconocen.

Imagen de la obra Caos vs orden de Vanesa Muñoz
Caos vs orden, 2015

¿Qué artistas te han influenciado más?

A lo largo de los años, me han influido diversos artistas dependiendo en la situación vital en la que me encontrara. Lo que capta mi atención varía según la experiencia. Toda la realidad envolvente es caldo de cultivo para la expresión artística.

Sin lugar a dudas hubo un punto de inflexión tras cursar la escuela de arte y los estudios de filosofía. Me alejé del enfoque antropológico y abracé la abstracción. Ya no hablaba de lo que conocía sino de lo que quería conocer. Pasé como única fuente de inspiración a temas puramente filosóficos, científicos o físicos.

Me apasionaba la búsqueda del axioma, la tautología alejada del ser humano. Desde las teorías de la mecánica cuántica, la termodinámica, los principios de lógica o la simple observación del entorno. Los descubrimientos sobre los agujeros negros me son infinitamente atrayentes

La ruptura total fue cuando entendí que la realidad no existe. A partir de ahí, todo es libertad. Y la libertad es un viaje de no retorno.

En los inicios fui influida por artistas como Louise Bourgeois, Eva Hesse, Joseph Beuys. También tuve cierta simpatía por los constructivistas rusos y su utópica forma de pensar sobre la revolución social a través del arte, y concienciar así de la posibilidad de un cambio. Me empezaron a interesar las tensiones tanto formales como cromáticos de Anish Kapoor o Richard Serra. La abstracción de la forma y el valor emocional del cromatismo. Los juegos de percepción y frialdad del arte óptico de Cruz-Díez y la austeridad y excelencia de las formas de Oteiza y sus ideas filosóficas sobre el ser estético reinterpretando a Heidegger. Comparto mucho de la base filosófica de Oteiza. El arte es la conclusión y con él el fin del arte.

Pero sin lugar a duda lo que más me influye a la hora de crear son más pensadores que artistas plásticos. En el comienzo, las ideas nihilistas de Nietzsche y la atención al lenguaje del Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein me resultaron reveladoras como el lenguaje en tanto que unidad de realidad. Años más tarde apareció el libro La Nueva alianza de Ilya Prigogine y la incertidumbre entró para destruir mis límites de certezas. El caos ya era parte de lo real.

La argumentación del matemático René Thom en su teoría de las catástrofes o la despiadada literatura del filósofo contemporáneo Slavoj Zizek. Pasando por Lacan y las ideas de Carl Gustav Jung. Todos estos pensadores crean el magma donde mi cabeza gira y llega a conclusiones, que a veces rozan la estupidez y en otras ocasiones me resultan epifanías personales.

Imagen de la obra Eadem muatat resurgo de Vanesa Muñoz
Eadem muatat resurgo, 2020

¿Cuál es tu creador actual preferido y por qué?

Más que creadores como artistas plásticos, mi interés se centran en pensadores contemporáneos, ya que baso mi creación en la conclusión de un concepto mental. Me influencia se centra en quienes me replantean mi forma de ver la vida.

Utilizo la escultura y el trabajo creativo como una forma de digerir el entorno que me rodea, convirtiendo el caos informativo en un orden estético.

Ahora estoy inmersa en la lectura como siempre de Slavoj Zizek, para mí un gran referente, crítico mordaz de la sociedad que nos envuelve. También ando bastante atenta a los descubrimientos de la física cuántica, los nuevos datos que genera el Acelerador de partículas. La información que se está adquiriendo de los agujeros negros, su forma y las causas de que estos se disuelvan.

¿Podrías explicar cómo funciona tu proceso creativo?

Mi proceso creativo comienza principalmente desde la página de un libro, o una experiencia que haya tenido que trastoquen mi concepto establecido.

La asimilación de una teoría o la conclusión de un problema. Con mi visión de alguien de letras, admito que cuando la explicación se vuelve purista no entiendo la gran parte, pero resuena en mi cabeza como el eco de una melodía en habla extranjera, es capaz de estremecerte sin conocer enteramente su significado.

Por lo general, cuando me interesa una teoría o una idea muy abstracta, veo la estructura estética que hay detrás, si es de madera, orgánica o geometría pura, si es azul o de tonos cálidos. Si puede ser independiente o si debería ir en grupo.

Entiendo la estructura estética, la forma y la materia que evoca esa ecuación. Si hay alguna incógnita, estudio y rebusco información hasta que la imagen mental de lo que quiero hacer sea vea más nítida.

Después lo traslado a dibujos en color, que visualicen lo que me está rondando mentalmente. Una vez tengo claro por dónde encajar la forma, simplemente me pongo a construir en mi lugar favorito del mundo, que es el taller, hasta que puedo extirpar esa forma y continuar con otra.

Mi trabajo requiere muchas, muchas horas, tal vez porque cuando las acabo ya no siento que me pertenezcan; cuanto más tiempo transcurra en su materialización más tiempo estarán conmigo. Después las envuelvo y las almaceno.

No me gusta verlas, ni tenerlas expuestas. Están esperando su momento que ya no pertenece al mío. Necesito una pared en blanco para comenzar de nuevo. Al terminar, concluye mi atención y simplemente ya estoy en otra, y ésta a su vez cuando acabe me volverá a dejar vacía deseando tomar la siguiente.

Imagen de la obra Solid Desire de Vanesa Muñoz
Solid Desire, 2019

¿Qué crees que es mejor para el artista? ¿Soledad o comunidad?

Eso es realmente muy personal, pues los artistas no somos un bloque uniforme. Habrá quien prefiera la comunidad y quien no. Yo personalmente prefiero la soledad. Estar horas y horas en el taller, leyendo o simplemente tumbada en un sofá mirando el techo, catalizando teorías y concluyendo conceptos abstractos.

Pero es algo muy subjetivo. Tampoco mi ámbito es el arte social, ni creo que el arte hará un mundo mejor, por lo menos no de manera directa. Tal vez sea darle demasiada responsabilidad al arte. A mi modo de ver, un mundo mejor lo construyen las personas. La manera indirecta que pueda aportarnos el arte a generar un cambio interno es a través de la creatividad.

El proceso creativo te hace conectarte contigo mismo de una manera tan profunda que puedes divisar puertas antes desconocidas esperando en tu psique. Eso es tremendamente terapéutico, concentrarse en una sola cosa y conectarte contigo en soledad. Es ahí donde sí creo que los procesos creativos pueden nutrir positivamente a las personas.

Nunca olvidemos que los artistas somos personas con necesidades muy diversas. Mi necesidad es la introspección en soledad para crear concentrada.

Este es uno de los motivos por lo que trabajo mejor con taller propio. Los espacios compartidos requiere de un compromiso en comunidad que no me hace sentir cómoda. Me distrae de lo realmente importante para mí: simplemente estar creando en mi taller.

Nunca he tenido la necesidad de mostrar, ni hablar de mis proyectos, sino más en hacer. Las redes sociales y diversas plataformas ayudan enormemente, ya que permiten mostrarte al mundo sin requerir que alguien entre en tu taller físicamente. La obra luce mucho más bien expuesta en las galerías que empaquetada en tu taller.

No concibo el taller como sitio de encuentro social. Me resulta algo íntimo casi casi pornográfico que se adentren a las profundidades de mi caverna, que toqueteen y pregunten a cada rato. Para mí el taller es un templo, algo sagrado que culmina en soledad.

Imagen de la obra de Vanesa Muñoz

En tu obra, trabajas con materiales distintos. ¿Cómo eliges el material para cada obra o serie?

Los materiales que trabajo están sumamente sometidos al concepto, pues es tal el poder emocional de éstos que es imposible obviar a la hora de crear. No es la misma percepción sensitiva unas alas en plomo, que en livianas plumas. La misma forma transmitirá emociones diversas tan sólo variando de materia.

Si hablo de construcciones de realidad suelo tratar con maderas que nos muestran la raíz, la base, si la pieza habla de temas de física o de misterios del universo, trato con metales y aluminios, materiales que creo son transmisores de energía.

En ocasiones doto de importancia material a aquellas cosas que de por sí no la tienen. Actualmente estoy ejecutando un bajo relieve forrado de los restos de escoria de hierro. Estas placas tan frágiles las obtengo rascando con espátula la mesa de trabajo donde se cortó con plasta chapas de hierro.

A priori es un desperdicio, son restos que en sí se tirarían. Me di cuenta de que al rascar, estas escorias creaban costras preciosas, con tonalidades tornasoladas por el proceso de oxidación y por el calor al que fue sometido cuando al cortar con plasma.

Este material no valorado es un tesoro descubierto de forma azarosa, que forma parte de algo precioso y escaso. Cualquier material que nos rodea, desde restos de escoria de hierro, plástico, policarbonatos, aceros o maderas pueden ser parte de un léxico rico en matices, del cual echas mano para expresar conceptos concretos.

Hasta aquí la primera parte de la entrevista. ¡Si quieres saber cómo acaba, podrás leer la segunda parte la semana que viene!

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