‘Interstellar’, de Christopher Nolan: en busca de Ítaca
Deberíamos empezar con un pequeño alegato. ¿Nos gusta la perfección o preferimos la humana Imperfección? Se ha comparado, justificadamente, a Interstellar con 2001 Odisea del Espacio (2001, A space odyssey, S. Kubrick, 1968). Y se ha determinado en algunos comentarios la inferioridad de la obra de Nolan por bajones de ritmo, la mezcla de la narración épica con la íntima, por la insuficiente explicación de un enigma científico (que, de hecho, no es sino un macguffin que permite avanzar las otras tramas)… Sin embargo, deberíamos plantearnos si Nolan quiere seguir un patrón de perfección e, incluso, si a nosotros nos gusta más el estilo frío, impecable y hermético del film de Kubrick.
Y es que el estilo apoteósico de Nolan, siempre hambriento de tramas paralelas y de personajes contrapuestos, se caracteriza, para mí, por una exquisitez narrativa, por una presentación en claroscuros barrocos, que no ignora sino que menosprecia las insuficiencias dramáticas en algunos pasajes. Sucede en toda su obra , tanto en la trilogía de Batman (Batman begins, 2005; El caballero oscuro, The dark knight, 2007: El caballero oscuro; la leyenda renace, The dark knight rises, 2012) como en El truco final (The prestige, 2006), Origen (Inception,2010 ) e incluso en las seminales Following (1998) y Memento (2000). Son constantes estilísticas que van de la construcción visual al entrelazado de las diversos argumentos. A partir de ahí, por supuesto, juega el gusto personal de cada espectador y su deseo de conexión con este tipo de cine.
Interstellar es una historia épica, nada menos que la búsqueda por unos pocos de la salvación de toda la Humanidad. Y es, también, en menor medida, una historia íntima, la de la relación entre un padre abnegado y una hija que se siente abandonada. Pero los hermanos Nolan, Christopher y Jonathan, no quieren dejarse nada en el tintero. El guión no sólo ilustra los heroísmos y la capacidad de superación; también refleja los egoísmos, los temores, y la voluntad de supervivencia a costa de los demás de los que podemos ser capaces al acercarnos al último callejón sin salida de nuestras vidas. Y, por si fuera poco, se envuelve todo ello con un confuso enigma de física cuántica. Un enigma que se va dejando de lado hasta quedar claro que no es sino el pretexto y la herramienta para desarrollar primero y cerrar después el círculo de la trama más íntima.
Evidentemente, contado así, parece una obra limitada al ámbito de la space opera. Pero nada más lejos de la realidad. Nolan se las apaña para mantener su grandiosidad en las escenas más cotidianas y supedita en todo momento el espectáculo a la trama. La gigantesca nube de arena consolida la amenaza de una muerte próxima, las olas gigantescas son simultáneamente objeto y símbolo del riesgo de ubicarse fuera de lugar, las nubes heladas dan pie a la gélida relación que pronto se va a iniciar… Nolan no desaprovecha oportunidad alguna para emplear los efectos especiales como un recurso dramático más. Quien vea en Interstellar un simple blockbuster se equivoca. Ninguna imagen aparece en un plano porque sí. Los hermanos Nolan hilan fino el tejido de la vida, de esta odisea vital.
La historia, como en el clásico griego, llevará al héroe a uno y otro lado, literalmente de un confín a otro de la galaxia. Coop, antiguo piloto espacial, granjero a la fuerza en una tierra desertizada , ve la oportunidad de recuperar su pasado, sus anhelos, en una inesperada misión. Representante de una humanidad casi extinta, deberá atravesar océanos galácticos en los que se enfrentará a diversos peligros, encarnados tanto en el propio Universo como en el Hombre. Este nuevo Ulises se verá condenado a alejarse del mundo al que trata de salvar y a sus seres queridos en busca de una nueva Ítaca. A diferencia del héroe clásico Coop no irá en pos de su amada Penélope sino que será su hija, heredera de su hálito pionero y con más luces científicas, quien tejerá un hilo de Ariadna para encontrarle. En su deriva este nuevo Ulises deberá enfrentarse a monstruos planetarios con olas gigantes y nubes heladas. Sin embargo el mayor enemigo no será un alienígena sino la propia humanidad, en minúsculas. Las debilidades y lacras del ser humano serán las mayores amenazas a las que Coop deberá enfrentarse: el egoísmo, la soberbia, el miedo a la soledad, la sensación de frustración ante la posibilidad que la muerte certifique la inutilidad de la vida… Los astronautas de 2001 debían enfrentarse a la tecnología y al Infinito. Los hermanos Nolan, sin embargo, aceptan el robot como una herramienta válida (y otorgan sentido del humor, regulable, al inefable robot TARS) y plantean el espacio como un océano que deber ser surcado.
El mayor peligro, como decía, no son pues los otros, sino que somos nosotros mismos, nuestra cobardía, nuestras debilidades, las insuficiencias de nuestra especie… y radica aquí una de las grandezas de Interstellar. La fe en el ser humano y la capacidad de compaginar, de unir la historia épica con la más íntima. Es cierto que el encuentro final se resuelve insólitamente de modo superficial, es cierto que el McGuffin resulta excesivamente complejo para acabar resolviéndose con una suerte de juego infantil (a la Shyamalan), es cierto que hay irregularidades en la factura final de la obra… sin embargo, insisto, me resultan fascinantes las imágenes: desde la furgoneta surcando el campo de maíz en pos de un dron, al acoplamiento de dos naves en frenética rotación; de las superficies inabarcables de planetas extraños a espacios más abstractos que reales…
Me fascina la creación de un laberinto mental que une diversas dimensiones y, específicamente, diversos momentos (me resisto a ser más clarificador para evitar daños colaterales en quienes no hayan visto aún la película). Me fascina que, a diferencia de Kubrick y de tantos otros autores, los hermanos Nolan opten por identificar a los responsables de la llamada de alerta, del viaje, del descubrimiento. Y de que permitan, generosamente, sin dudarlo, alcanzar a este Ulises su Ítaca. Nada es ya lo que era. Ni su Penélope, ni su hogar. Pero tras un periplo galáctico Coop, más rico en experiencias, como cantaba el poeta, como cantaba Kavafis, alcanza su destino.
El viaje interestelar, sin duda, merecía la pena.
[…] alegrías bastante recientes y generosamente multipremiadas (Gravity (Alfonso Cuarón, 2013), Interstellar (Christopher Nolan, 2014), La llegada (Denis Villeneuve, 2016)). Así que si nada cambia, va camino […]