Cruïlla 2018
Es el Cruïlla, uno de los festivales más eclécticos a los que asistimos en Barcelona. Un referente de la multiculturalidad y de la música en el verano de la ciudad. En este festival hay para todos los gustos. Así en su primera jornada, la del jueves 12, podíamos asistir a tres conciertos muy diferentes: Seasick Steve, Jack White y Bunbury.
Jueves 12 de julio
Que decir de Seasick Steve. La primera vez que lo vi fue en un festival en Holanda. Sentado en su silla, como si estuviera en el porche de su casa, tocando sus guitarras hechas con cajas de cigarros, tablas de fregar o latas de conserva, nos atrapó sin remedio. En sus canciones habla sobre la cotidianidad de su vida cuando era más joven, viajando en trenes de mercancías, huyendo de un hogar en el que su padrastro le maltrataba, trabajando de cualquier cosa, incluso a veces viviendo en la calle. Porque Seasick Steve canta el blues con sentimiento y pasión y es por eso que engancha hasta a los más jóvenes. Muchos fans de Jack White se sorprendieron ante su actuación, esperaban al de Detroit y se encontraron de regalo un gran concierto de Seasick Steve justo al potente Dan Magnusson a la batería. No es de extrañar, el de Oakland ha grabado en el sello de White. Pero la sorpresa fue mayor ya que venía acompañado de Luther Dickinson, la mitad de los impresionantes North Mississippi All Stars. Excepcional trío que nos ofreció un concierto lleno de blues pantanoso y buenas historias. Un gran comienzo con “Don’t Know Why She Love Me But She Do”. También repasó su discografía con “Summertime Boy” alabando las vistas al mar de Barcelona, tocó algún tema nuevo como “Young Blood” o “Hate Da Winter” y bajó a buscar entre el público a una chica a la que dedicarle “Walkin’ Man”. “Can U Cook?” y “Bring It On” cerraron un show que sorprendió a más de uno y una, por suerte, acababan de descubrir a un gran bluesman.
Jack White asaltó el escenario como el gran mesías del rock que es. Pocos músicos han dado tanto y siguen aportando tanto al rock actual como él, no solo con sus composiciones sino con su sello Third Man Records. Venía a presentar su nuevo trabajo Boarding House Reach, pero evidentemente hizo un recorrido por su extensa discografía en solitario, con White Stripes e incluso con The Raconteurs. De su primera banda sonaron temas como “When I Hear My Name”, “Hotel Yorba” o “The Hardest Button to Button”. El de Detroit se empeñó en demostrarnos su maestría tocando cualquier género que se proponga desde blues, funk o power pop. Venía a divertir, estaba de buen humor, conectó con el público desde la primera canción. De hecho, buscó esa conexión y se la curró en cada tema. En “Just One Drink” nos recomendó tomar una copa en el Satan’s Coffe del Gòtic incluso. Hubo momentos más tranquilos como cuando tocó “Connected by Love”, nos ofreció un pletórico “Steady as She Goes” de The Raconteurs o “Would You Fight for My Love” de su anterior y excelente Lazaretto. Evidentemente, cerró la noche con un esperado “Seven Nation Army”. Hay músicos que son de otra liga y Jack White es uno de ellos. Cambiando de guitarras incluso a mitad de canción, nos ofreció un recital de amor por la música, de pasión y entrega. A destacar también el impresionante papel de la batería Carla Azan (miembro de Autolux), su potente forma de tocar marcaba el ritmo de cada canción. Tras él, Bunbury cerró la primera jornada del festival ofreciendo un recital también de entrega que repasó toda su trayectoria musical, en solitario y con Héroes del Silencio.
Viernes 13 de julio
El tiempo amenazaba lluvia. Apenas unas gotas cayeron, pero las nubes paliaron algo el calor. Lo que no mitigaron fue mi migraña galopante que me impidió disfrutar del concierto de Camille. La francesa presentaba su nuevo disco Ouï. Reconozco que no conecté con su propuesta y mira que me gusta la experimentación musical, pero cada vez que pegaba un grito yo veía las estrellas. Joana Serrat ofreció en la carpa un buen concierto de folk de raíz americana con una banda solvente. Electrizando su propuesta. Las últimas veces que la había visto había sido en solitario. Una buena ocasión para ver como sus canciones crecían enchufadas y con banda. En el escenario principal N.E.R.D. se ganaba el público montando una fiesta de hip hop mientras Gilberto Gil, leyenda de la música y uno de los padres del tropicalismo presentaba su Refavela. Una renovación de su mítico disco en la que le acompañaban su hijo Bem Gil y Mayra Andrade a las voces. Lástima que el maestro no salió al escenario hasta que llevábamos 30 minutos de su actuación.
Lo de Prophets of Rage, sin embargo, fue de otro planeta. Sin duda, el concierto del día. La superbanda está formada por Chuck D y DJ Lord de Public Enemy, B-Real de Cypress Hill, Tom Morello, Tim Commerford y Brad Wilk de Rage Against the Machine y Audioslave. Durante su actuación tocaron sus potentes temas propios pero también hubo tiempo para alguna de las melodías más reconocidas de sus anteriores bandas. Mezclando rap, hip hop y rock con una energía contundente y explosiva, la banda hizo enloquecer al público del Cruïlla convertido en un todo en el que la energía fluía de forma explosiva. Un Morello desatado hacía virguerías con la guitarra, esa que adornó con un “Catalunya Lliure” primero y un “Fuck Trump” después. Morello siempre reivindicativo. Con Prophets of Rage pudimos saltar al ritmo de “Hail to the Chief” o un apoteósico “Unfuck the World”. El público se volvió loco a las primeras notas de “Fight the Power” con un pletórico Chuck D. B-Real no le iba a la zaga y de su banda sonó por ejemplo “Yo quiero fumar”, mientras disfrutaba de un buen porro o “How I Just Could Kill a Man”. Incluyeron un medley de ambas bandas con “Insane in the Brain”, “Bring the Noise”, “I Ain’t Goin’ Out Like That” y “Welcome to the Terrordome”. También sonó un explosivo “Take the Power Back” o el “Jump Around” de House of Pain que mezclaron con el “Sleep in the Fire” de Rage Against The Machine. Precisamente de RATM sonaron clásicos como “Bulls on Parade” o “Bullet in the Head”. Terminando el concierto con un “Killing in the Name” espectacular y un público que se dejó la piel en el concierto. Lo único que sobró fueron las camisetas del Barça, se las podían haber ahorrado, lo demás fue una demostración de fuerza impresionante que nos dejó exhaustos.
El otro gran concierto fue el de los neoyorquinos The Last Internationale. El trío sabe lo que es ofrecer un buen show. Delila Paz y Edgey Pires saben lo que hacen para mantener la atención a altas horas de la madrugada. Una buena descarga sónica de altos decibelios, una propuesta explosiva y unos temas redondos. Y sobre todo, mucha actitud. La banda se gana el escenario con cada canción, se crecen en directo y buena parte es gracias a su increíble frontwoman, Delila es una fuerza de la naturaleza. Venían a presentar su nuevo disco Soul of Fire, un buen título para describir su música. Rock incendiario, blues con sentimiento, actitud a raudales, una impresionante voz, presencia escénica, músculo musical gracias a una potente base rítmica con Delila al bajo y una guitarra de riff endiablados. Sonaron temas como “Hard times” o “Hit ’em With Your Blues” que describen a la perfección la situación política de su país y sus reivindicaciones políticas, porque la banda nunca abandona su compromiso social. El casco de Edgey con un clarísimo Fuck Trump lo decía todo. También sonaron temas como “Life, Liberty, and the Pursuit of Indian Blood” o “Wanted Man”. Delila se lanzó al público con una versión del “A Change is Gonna Come” de Sam Cooke que nos dejó sin aliento. Tom Morello estaba al lado del escenario disfrutando del concierto tanto como nosotros. Se nota que vive la música con pasión como The Last Internationale. Transmiten emociones y rabia, energía explosiva. La noche acabó con dos temas de Delila a la acústica y en solitario, deleitándonos con su impresionante voz y mandándonos a casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Sábado 14 de julio
Abría la última jornada del festival la gran Fatoumata Diawara. A la artista de Mali la descubrí precisamente en un documental que pasaron en el In-Edit titulado Mali Blues. Allí hablaba de sus dificultades como músico en su país pero también de su excelente labor para concienciar a las mujeres malienses de los peligros de la ablación. Diawara convirtió el escenario Time Out en toda una fiesta, a pesar del calor y el sol de justicia que caía sobre el Fòrum de Barcelona. Su música, su voz, su forma de tocar la guitarra, pero sobre todo su presencia escénica fue suficiente para olvidarnos de la temperatura veraniega. Fatoumata Diawara factura un afro-pop lleno de funk, sonoridades primigenias, adictivas, de esas que se te meten en el cuerpo y no te dejan parar. Durante su concierto, no paró además de hablar de pueblos que se entienden, de barreras de color que no deberían existir. Mientras bailaba enloquecida y con una sonrisa contagiosa, una energía positiva imparable canciones como “Kokoro” o “Sowa”. Un excelente comienzo de la jornada.
La gran sorpresa del festival fue sin duda David Byrne. Sorpresa esperada, porque sabíamos que iba a dar un concierto espectacular y no nos defraudó. Byrne no es un músico cualquiera, no ofrece espectáculos al uso. Sus conciertos son verdaderos shows pensados para atrapar, para gustar, para hacer enloquecer al público. Escenografía mínima. Salió al escenario se sentó en una mesa a hablarle a un cerebro mientras cantaba “Here” de su nuevo American Utopia, sin músicos a la vista. Estaban, pero no se veían. Y tanto que estaban. A la segunda canción, “Lazy”, aparecieron sus coristas y bailarines y los músicos, sin cables, sin ocupar un lugar estático del escenario, bailando, tocando y cantando, con los instrumentos a cuestas. En una divertidas y estudiadas coreografías que hacían del espectáculo una obra única. Lo que siguió fue una verdadera fiesta en la que tocó temas en solitario pero también muchos de Talking Heads como “I Zimbra”, “Slippery People”, “This Must Be the Place” o “Once in a Lifetime”. También sonó alguno de su excelente colaboración con St. Vincent como “I Should Watch TV”. Por supuesto, no faltó un pletórico “Burning Down the House”, con un público extasiado coreando desatado el estribillo. Terminó también con una reivindicativa y percusiva “Hell You Talmbout” de Janelle Monae, un tema que cantó para la Woman March. Pocas veces veremos conciertos así, espectaculares de principio a fin. David Byrne, único, excepcional. Igual que su banda, que sus coristas y bailarines, todos y cada uno de ellos se dejaron la piel en el escenario. Nos recordó además una cosa Byrne, que votemos, que votemos siempre. Ejerzamos nuestro derecho.
The Roots asaltaron el escenario principal tras el concierto de David Byrne. Había dejado el listón muy alto. Las horas y días acumulados hacían mella, pero la banda era uno de los conciertos más esperados del festival. Desde que están con Jimmy Fallon en su lateshow, es difícil verlos en directo fuera de Estados Unidos. A parte de tocar temas propios, la numerosa banda se atrevió con alguna versión como el “Sweet Child O’ Mine” de Guns N’ Roses o el “Jungle Boogie” de Kool & The Gang. Los de Filadelfia montaron una fiesta de hip hop y de música americana al fin y al cabo, con sus músicos derrochando energía sobre el escenario. Una fiesta de soul, funk y hip hop en toda regla que sirvió para coronar un festival diverso en su propuesta. Ben Howard tocaba en el escenario Time Out, así que me acerqué a escucharlo cuando el concierto de The Roots terminó, no aguanté mucho, la gente no paraba de hablar y era imposible centrarse en la música. Una lástima. Quizás no era la mejor hora para programar una propuesta como aquella.