Werner Herzog, lecciones de oscuridad (y luz)
Werner Herzog y Paul Holdengräber: Éxtasis y terror en la mente de Dios
Con este título se presentaba el diálogo que acogía el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona entre el cineasta Werner Herzog y Paul Holdengräber, fundador del programa Live de The New York Public Library.
El vestíbulo del CCCB estaba lleno, la expectación era palpable y la cúpula de Culturaca nos preguntábamos qué pintaba un cineasta como ‘cabeza de cartel’ de un festival de literatura.
Se apagaron las luces y vimos un pequeño vídeo inicial, unas imágenes de aire apocalíptico de una serie de pozos de petróleo en llamas. Era un fragmento de Lecciones en la oscuridad, un documental de Herzog de 1992 sobre la guerra del Golfo.
Tras una breve presentación de Violeta Kovacsics, vimos un segundo vídeo. Una secuencia de Teniente corrupto, donde un histriónico Nicolas Cage dialoga con unos traficantes de droga.
Entonces salieron al escenario Herzog y Holdengräber y, con una pregunta inicial sobre la interpretación de Cage, empezó el ‘diálogo’. Y lo pongo entre comillas, porque en realidad se trata de una sucesión de explicaciones, anécdotas, reflexiones y lecturas de Herzog, interrumpidas por un interlocutor un poco impertinente y con ciertas ansias de protagonismo.
Las esponjas nos sobrevivirán.
-Werner Herzog
A lo largo de la velada se trataron muchos temas. El mal. El éxtasis de la creación. El fin del mundo. El amazonas. La naturaleza salvaje. La mirada del cineasta. La estupidez de las iguanas. El arte. La hipnosis de las gallinas. Y cada tema iba acompañado de unas explicaciones sencillas, directas y honestas por parte de Herzog, que desnudaba no solo su forma de hacer cine, sino su visión del mundo. Y la verdad es que fue absolutamente entrañable.
Buena parte de las historias estaban relacionadas con Klaus Kinski, actor con el que Herzog trabajó en cinco películas (Nosferatu, el vampiro, Aguirre: la cólera de Dios, Woyzeck, Fitzcarraldo y Cobra verde). Fue muy divertido escucharle algunas historias sobre las tensiones entre ambos y las excentricidades de Kinski.
Soy el único que le he ha sabido sacar provecho a la locura de Kinski.
-Werner Herzog
Como cuando durante el rodaje de Fitzcarraldo, Herzog se acercó a Kinski, que estaba arrimado a un árbol. Herzog comprobó, atónito, que el actor estaba haciéndole el amor al árbol. Kinski le dijo que la naturaleza era enormemente sensual, a lo que Herzog respondió gritando que opinaba lo contrario, que era peligrosa, apabullante, asesina.
A lo largo del diálogo, tanto Herzog como Holdengräber leyeron fragmentos de varios libros, que complementaban las anécdotas y las reflexiones.
Lo que quedó muy claro fue la visión que tiene el cineasta del mundo en el que vivimos. A pesar de reconocer la belleza de la naturaleza, acentuó su carácter esencialmente destructor, y enfatizó que no soporta la visión filtrada, preciosista y waltdisneyesca que se hace actualmente de la naturaleza.
Si recorres 3000 km a pie, será más provechoso para ti como cineasta que 3 años de estudios.
-Werner Herzog
Sus reflexiones sobre el acto de hacer cine me parecieron apropiadas no solo para cineastas, sino aplicables al resto de artistas y, en realidad, a todo el mundo. Habló también de su actitud respecto a los documentales, que para él pueden ofrecer mucho más que una visión fáctica de ‘la verdad’. Herzog dice ir más allá del cinéma vérité. Busca una verdad más profunda, una que logre conmover al espectador. Y para ello estiliza imágenes, fabrica escenas o inventa diálogos si hace falta.
La poesía más verdadera es la más fingida.
-William Shakespeare
Otra historia muy interesante fue la de la visita de Herzog a Corea del Norte. El cineasta tuvo el privilegio de grabar imágenes en un país tristemente famoso por su hermetismo absoluto. Tuvo un problema con la censura de las autoridades, que estuvieron a punto de destruir el disco duro con cuatro días de imágenes. Pero, según contó, apeló a su honor, dio su palabra y logró zanjar el tema con un apretón de manos entre caballeros.
Al hablar sobre su documental Into the abyss, que explora los últimos momentos de los condenados a muerte en EE.UU., Herzog bromeó diciendo que el título Into the abyss (hacia el abismo) podría ser el título genérico de todas sus películas.
P.H.: ¿Qué te da miedo?
W.H.: Nada.
Una de las imágenes finales fue un fragmento de su documental Into the inferno, en el que Herzog entrevista a Mael Moses, jefe de una tribu de Vanuatu. Moses habla sobre su visión del fin del mundo, una visión que a Herzog le fascinó: «Creo que algún día estos volcanes entrarán en erupción… Todo se derretirá: la piedra, el suelo y los árboles. Todo se derretirá, como el agua. Este volcán destruirá el mundo algún día».
Así terminó un diálogo de dos horas fascinante y lleno de momentos divertidos, profundos e inquietantes. Y al salir tuve una sensación curiosa. Supe que, de algún modo, en ese viaje al que nos arrastró, en la complejidad que es ser Werner Herzog, en esa colección de imágenes vividísimas que nos plantó en el cerebro, en ese caótico entramado de historias… había literatura en estado puro.