Zinaída Hippius, tened cuidado con la belleza del mal


Hoy quiero hablaros de una figura enigmática y fascinante. Se trata de la poeta rusa Zinaída Hippius (1869-1945). Fue una voz importante en la poesía mística rusa del s. XIX, además de una fuerte influencia en el Simbolismo Ruso.
Yo la he descubierto recientemente gracias a la preciosa edición de Poemas elegidos (Somos libros, 2020).
Zinaída Hippius fue poeta, dramaturga, novelista, relatista, editora y pensadora religiosa. Dotada de una fuerte personalidad, fue conocida con el apodo de la “musa del cambio de siglo”.
Fue una mujer rompedora, ya que en su estética jugaba con un aspecto andrógino, vestía con ropa de hombre y se erigió como símbolo de la liberación sexual. Tal y como se dice en la itnroducción de Poemas elegidos, “Zinaída era una mujer ambigua que lo cuestionaba todo e ignoraba las convenciones. Quizás por todo ello, Tolstói la llamaba ‘la bruja'”.
La poesía es necesaria, natural y eterna
Gippius y su esposo Dmitri Merezhkovski participaron activamente en la revolución de 1905, y Zinaída escribió una prolífica obra de carácter político. Tras el fracaso de la revolución, la pareja emigró a París. Regresaron a Rusia antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, pero adoptaron una actitud antibolchevique. En 1919 abandonaron la Unión Soviética, viajaron a Polonia y más tarde se establecieron en París.

Escribió muchos textos críticos con el régimen comunista con un marcado posicionamiento antifascista. Son embargo, quizá la obra más significativa de Hippius es la de carácter místico y metafísico.
Me parece interesante destacar la lucha que sostuvo contra el machismo arraigado en la esfera del arte. Se explica en el brillante prólogo de Marta Rebón:
“Este deseo de libertad suprema estaba todavía más acentuado en Hippius por su condición de mujer en una esfera, la del arte, masculina, en la que se había dado por buena esa división entre Dantes y Beatrices (…) ‘El hombre es siempre sujeto; la mujer, siempre objeto’, se lamentaba Hippius (…) Ella, además de luchar por una refundación de la sociedad, abogaba, pues, por una reconsideración del género, es decir, por la permeabilidad de las fronteras entre sexos. Por eso enmascaraba la marca de género en sus poemas, utilizaba seudónimos masculinos en sus artículos críticos o se negaba a participar en misceláneas que respondieran a la etiqueta de ‘literatura femenina'”.
No creo vínculos sobre la base del sexo al que se pertenezca… El arte no reconoce dos varas de medir (masculina y femenina), sino una sola, le propia.
Os recomiendo encarecidamente este poemario, que además va acompañado de fotografías de la poeta y de páginas de sus cuadernos manuscritos. Una voz muy interesante, que disfrutarás descubriendo. Os dejo con dos de sus poemas incluidos en el libro.
Sonrisa
Me tienen que creer, no seré seducida,
por estas viejas penas que transité hace tiempo.
¡No y no!: porque incluso el alma más sumisa
guarda su amarga huella, que nada ha de borrar.
Los años pasan, pero el corazón no muta.
Nada de lo pasado regresará otra vez,
y entre mis alegrías, ninguna me es más cara
que aquel amor de antaño, el no correspondido.
No hay en él ni alegría, ni miedo, ni vergüenza.
A dónde es que me lleva, en realidad no sé…
Y a una sola verdad mi alma está aferrada:
soy capaz de cambiar, pero jamás traiciono.
Final
La llama palpitaba bajo tanta ceniza,
trémula, se apagaba, la última de las chispas,
así como en el cielo primaveral ardía
el alba, yo, ante ti, sin encontrar palabras,
escuchaba en silencio la muerte del amor.
Y mi alma para siempre rendida se sabía
capaz de retener tus palabras al vuelo,
así como no entiendes mis alegrías secretas,
y siempre tan ajena a las cosas etéreas,
ignoras en el cielo las inmensas auroras.
No vino la tristeza, ni me venció el dolor,
pensaba en el tamaño de aquello que quisiste,
en qué poco lograste y lo poco que osaste;
Pensaba en las ventajas de mi espíritu libre,
y en los cielos la aurora, tras consumirse… ardía.