‘Twin Peaks’, T3. Partes IX a XII: la fuga narrativa como deus ex machina (IV)
[Sí, el siguiente texto contiene información relevante relacionada con el devenir de la tercera temporada de’ Twin Peaks’. Leerlo implica asumir el destripe de la misma]
Parte IX. El mayor Briggs vela por nosotros (desde donde quiera que esté)
Un ensangrentado –pero a fin de cuentas, revivido- Cooper oscuro acude al punto de encuentro convenido con otros dos de sus esbirros / lacayos (Jennifer Jason Leigh y Tim Roth, ¡ahí es nada!). Mientras recibe móviles “limpios”, armamento nuevo y una atención médica que no estamos muy seguros de que en realidad necesite, realiza una llamada telefónica (donde vuelve a estar involucrado cierto personaje de Las Vegas, colaborador forzoso) y ordena la muerte del alcaide en un plazo de 48 horas.
Mientras tanto, la alegre pandilla compuesta por el agente Gordon, la peripuesta Tammy, el cascarrabias Albert y la cada día más intratable Diane deciden hacer un alto en Buckhorn. Han sido informados de la fuga del Cooper con el que recién se entrevistaron y en la morgue de esta localidad sabrán de las últimas novedades del caso: la bibliotecaria decapitada y el director del instituto publicaban un blog donde narraban sus excursiones a una especie de “dimensión desconocida”. Durante una de esas “fugas” (¿oníricas, físicas?) trabaron contacto con el mayor Garland, cuyo torso terminó por componer el macabro hallazgo de hace unos días. Él fue el que les pidió ciertas coordenadas a sus curiosos visitantes, para desparecer levitando acto seguido mientras musitaba “Cooper, Cooper” (esto es lo que les cuenta el director de instituto, todavía en estado de shock).
La forense (que despierta de inmediato las simpatías del agente Albert), les muestra también el anillo encontrado en su estómago, con la inscripción “para Dougie, con cariño, Janey E.”
La investigación alrededor de Douglas Jones (nuestro Doogie, para entendernos), revela algún que otro detalle extraño, como el que no exista registro alguno sobre su persona anterior al año 1997. Sólo sabemos que tuvo un accidente de coche que repercutió de manera decisiva sobre su comportamiento, lo cuál no arroja luz sobre por qué lo quieren ver muerto. El responsable de la última tentativa –el enano armado que lo esperó a la salida de su trabajo- resulta ser un viejo conocido de la policía: Ike ‘el pico’. Todo ello sigue siendo investigado por un trío policial que parecen compartir sentido del humor y cierto grado de consanguinidad (los tres policías responden al nombre o apodo de Fuscos).
Doogie sigue con sus continuas ensoñaciones. Seguimos sus divagaciones (su mirada, sin más) por la oficina donde aguarda a ser interrogado. Una banda sonora lejana, los zapatos rojos de una secretaria, las tomas de corriente que parecen mirarle con curiosidad (el lugar, no lo olvidemos, por el que “emergió” en este mundo).
En una casa por identificar, vemos a un tal Johnny corriendo escaleras abajo y partiéndose la crisma (literalmente) contra una de las paredes. Se trata de Jonny Horne, el hijo disminuido de Benjamin Horne, el patriarca de la estirpe más maldita de todo Twin Peaks.
Mientras tanto, descubrimos que el mayor Garland Briggs dejó las cosas atadas y bien atadas. A su presentida viuda le dio órdenes de entregar un cilindro metálico a la autoridad competente cuando viniesen preguntado por el agente Cooper. El recipiente sabe abrirlo su hijo y en su interior encontramos una ubicación geográfica (“el palacio de Jack Rabbit”) y una indicación horaria (“dentro de dos días, a las 02:53h”). Recordemos que esa fue precisamente la hora en la que se produjo el “trueque” de Coopers.
“Alrededor de la mesa, la conversación es animada”. Por este mensaje de texto descubrimos que la buena de Diane mantiene contacto con el Cooper oscuro, el mismo al que simuló no reconocer en la prisión de Philadelphia. ¿Se halla también bajo su influjo? ¿No lo estuvo siempre?
Epílogo: las drogas parecen estar causando estragos entre la juventud de Twin Peaks. Mientras, de fondo, suenan otra vez las Au Revoir Simone en el Roadhouse, con el tema A Violent Yet Flammable World:
“Oceans shape the sides
Touching down in the spaces
Soaking from a warm goodbye
An early rise offers kindly
Tonight I sleep to dream
Of a place that’s calling me
It is always just a dream
Still I cannot forget what I have seen
The crowd’s hard to believe
At their faces I’m looking
But your feet I’m following
In soft steps on a path the way you lead
I don’t want to lose myself
It’s a whisper
It’s a funny thing
We fold like icicles on paper shelves
It’s a pity to appear this way
You’re flying when your foreign eyes
Trace the heights of the city
Steaming
With rocks and clouds we breathe
Violent skies
A shock to my own body
Speech is wild
Alive sacred and sounding
Wild
From across and beyond, oh far beyond
I don’t want to lose myself
It’s a whisper
It’s a funny thing
We fold like icicles on paper shelves
It’s a pity to appear this way
Hold, hold, hold on
I swear I saw it somewhere
Waving, waiting, one, two, three, above the wakes that follow
Hold, hold, hold on
I swear I saw it somewhere
Waving, waiting, one, two, three, above the wakes that follow
I don’t want to lose myself
Tonight I sleep to dream of a place that’s calling me
It’s a whisper
It is always just a dream
It’s a funny thing
Still I cannot forget what I have seen
We fold like icicles on paper shelves
With rocks and clouds we breathe, a shock to my own body
It’s a pity
Alive sacred and sounding
To appear this way
From across and beyond, oh far beyond”
Parte X. Mutua desconfianza
Richard, el nuevo camello con ínfulas de Twin Peaks, elimina de manera expeditiva a una testigo de su atropello con fuga (recuérdese la parte VI). Mientras tanto en el parque de autocaravanas las cosas van de mal en peor: una conocida pareja de consumidores habituales (la hija de Shelly y su violento novio) empiezan a tener problemas económicos… y a airear sus disputas maritales.
El chequeo médico a Dougie nos hace descubrir (a nosotros y a su deslumbrada esposa) que este ha sufrido una dramática transformación en su constitución física, desarrollando una tableta y unos pectorales envidiables.
Rodney y Bradley, los dueños del casino de Las Vegas “desplumado” por Doogie, saben por las noticias del intento de asesinato sufrido por este último. No les cabe la menor duda: se trata del Mr. Jackpot responsable de su descenso mensual de beneficios.
El Dr. Jacoby, metido a anarquista radiofónico, se emplea a fondo en el programa de la noche. Farmacéuticas, gobierno… el hombre no deja títere con cabeza, aunque nos tememos que su audiencia sea más bien exigua. Su moraleja sigue siendo la misma: comprar una de sus palas doradas y “desenterrarse de la mierda”. Quizás funcione.
El hermano de Benjamin Horne sigue perdido en el bosque, buscando ese lugar en el que está convencido de haber estado antes…
En la comisaría, el agente Chad (a sueldo de la mafia local de Twin Peaks, como sabemos desde la parte V) se encarga de deshacerse de la única prueba acerca del atropello del menor: una carta enviada a la policía por la atribulada ciudadana que hemos visto asesinar (o no) al comienzo del capítulo.
El nieto de los Horne (que resulta ser el tal Richard, el joven “emprendedor” que va acumulando asesinatos a sus espaldas como si tal cosa) está desatado. Visita la casa de su abuela y aprovecha para robar todo el dinero que encuentra, ante la impotencia de la susodicha. Allí encontramos al Johnny que vimos autolesionarse contra un muro en el capítulo anterior, en estado catatónico.
El Sr. Todd (así se llama el otro empresario de Las Vegas que parece estar bajo el signo del Cooper oscuro) decide pasar a la acción. Envía a un hombre de su confianza (Anthony, el deshonesto compañero de trabajo de Doogie) a entrevistarse con los Mitchum, el par de hermanos resentidos con esta “reencarnación” de Cooper por haberle vaciado sus tragaperras. La entrevista con los responsables del Silver Mustang está encaminada a que estos últimos, informados de la indemnización de 30 millones de dólares desestimada por Doogie, eliminen a este último de una vez por todas. El comunicado resulta un poco sobreactuado, pero hace su efecto.
Al agente Gordon (entretenido dibujando alces-leño perseguidos por manos misteriosas) le sorprende una visión de Laura Palmer al abrir la puerta de la habitación del hotel a su inseparable Albert. Este le informa de que Diane recibe comunicados del Cooper oscuro.
A lo de “alrededor de la mesa, la conservación es animada” Diane contestó, de forma encriptada, “tienen a Hastings, va a llevarlos al lugar”. Ese Hastings no es otro que el director del instituto incriminado por el doble crimen de Buckhorn. Pero no se acaban aquí las revelaciones. Tammy aporta una fotografía que demuestra que el Cooper oscuro también está relacionado de alguna manera con los asesinatos en el ático de Nueva York que vimos en la Parte I.
La señora Leño sigue con sus monólogos plagados de aforismos y parábolas. Hawk los escucha, con cara de… de querer entender. “La electricidad emite sonidos, se escuchan en las montañas y en los ríos”. “Observa y escucha el sueño del tiempo y el espacio”. “Laura es la elegida”. ¿Las pulsiones electromagnéticas son las catalizadoras de los viajes dentro y fuera de la Logia Negra? ¿Es Laura una especie de médium, un chamán que pone en contacto –y también equilibra- ambos planos?
Epílogo: continúan las veladas musicales en el Roadhouse. Y esta vez, con una vieja conocida del imaginario de David Lynch: la voz profunda de Rebekah del Río (¿recordáis su canción Llorando, a cappella, en Mulholland Drive?). La letra está coescrita con el propio director, así que toca prestar atención a esta No stars:
“My dream is to go
To that place
You know the one
Where it all began
On a starry night
On a starry night
When it all began
You said hold me
Hold me, hold me
Don’t be afraid
Don’t be afraid
We’re with the stars
I saw them in your eyes
En tus palabras
Y en tus besos, tus besos
Abajo de una noche
llena, llena de estrellas
Under the starry night
Long ago
But now it’s a dream
Yo vi, en tus ojos
Yo vi, las estrellas
Pero ya no hay, ya no hay
Estrellas
Pero ya no hay, ya no hay
Estrellas
No stars
No stars
Ya no hay estrellas
No stars
No stars
No stars
No stars….”
Parte XI. Disociación
El capítulo comienza con un descubrimiento macabro a pie de cuneta, una de esas irrupciones del horror en la América “idílica” marca de la casa. Por lo visto Richard no fue tan efectivo como era de esperar y su machacadísima víctima –la que presenció el atropello- ha sobrevivido.
Quedamos avisados: esta va a ser una entrega repleta de desafuero y locura. La cosa continúa con la hija de Shelly fuera de control, robándole el coche a su madre y yendo pistola en mano a por su yonqui favorito. ¿Ha descubierto una infidelidad por su parte? ¿Le ha bastado con imaginarla?
El agente Gordon y su procesión de tipos singulares al servicio de la ley (Diane al margen) se personan en el lugar señalado por el director de instituto como ‘La zona’. This is the place: el que permite entrar en contacto con el otro lado, se trate de la Logia Negra o de alguna otra de sus franquicias. ¿Tendrá el mayor Briggs algún otro mensaje para ellos?
El balance de esta primera excursión interdimensional es más bien decepcionante. Gordon acierta a entrever una escalera desde la que le observan tres de esos seres chamuscados de luenga barba que llevan acompañándonos desde el principio de la serie. De hecho, uno de ellos –no visible para todos los presentes- se las apaña para cargarse al único superviviente del encuentro en vaya usted a saber qué fase con el mayor Briggs. En los alrededores también aparece el resto del cuerpo de la bibliotecaria (Ruth Davenport), con unas coordenadas tatuadas en su antebrazo.
En el RR, Bobby y Shelly tratan de apaciguar a su desmadrada hija en común, Becky. Ella confiesa penas y muestra un ¿sincero? arrepentimiento.
Las dos camareras más carismáticas de la más emblemática de las cafeterías de Twin Peaks parecen haber rehecho sus vidas junto a otros hombres. Tanto Shelly (en brazos de un tipo duro al que ya hemos visto frecuentar el Roadhouse) como Norma (muy acaramelada con su socio inversor) han pasado página. O no.
Se produce acto seguido otro extrañísimo suceso (que ya sabemos que, tratándose de los USA, no lo es tanto): un tiroteo a pie de carretera desde un vehículo, protagonizado por un niño que se ha hecho con la pistola que el padre escondía en el asiento de atrás. Bobby acude de inmediato al lugar de los hechos y le ruega a una mujer exaltada que deje de tocar el claxon. Del asiento del copiloto emerge una niña enferma que la enfurecida señora dice llevar a ver a su tío. Uno de esos genuinos “momentos” Lynch: extrañeza, terror, más locura.
En la comisaría de Twin Peaks, Hawk le ayuda a interpretar al sheriff un mapa elaborado por él mismo. Al parecer el mayor Briggs tenía su base de operaciones en los alrededores de la montaña Blue Pine. También describe un tipo de fuego (seguimos repasando los símbolos incluidos en el mapa) más parecido a la “electricidad moderna”. ¿Bueno, malo? Depende de la “intención detrás del fuego”, en palabras del propio Hawk. El maíz de color negro está ligado a la “enfermedad o lo antinatural… la muerte”. Y para remachar el extraño augurio, la señora Leño llama para informar a Hawk de que “hay fuego donde tú vas a ir”.
Los Mitchum (los hermanos mafiosos que controlan el casino de Las Vegas) concertan una reunión con Dougie, pero nada sale como estaba previsto. El rendezvous en el desierto –al más puro estilo Casino de Scorsese- termina en celebración colectiva, al descubrir estos que el empleado de la aseguradora que creían les estaba boicoteando… les trae una indemnización millonaria en mano. Aunque lo que realmente le salva la vida al agente Cooper infantiloide es el llevar consigo una tarta de cereza, que de alguna manera casa con el extraño sueño de uno de ellos.
Epílogo: mientras Dougie es agasajado por quienes estaban a punto de liquidarlo hace sólo unas horas suena Heartbreaking, interpretada al piano por su mismísimo compositor: Ángelo Badalamenti. Momento de lagrimilla, oigan ustedes.
Parte XII. El pasado siempre vuelve
En una reunión regada con vinacho de la bodega personal de Gordon –y en las que están presentes Albert, Tammy y el susodicho- profundizamos sobre algunos oscuros asuntos de Inteligencia. Esto es: en 1970 las Fuerzas Aéreas estadounidenses decidieron darle carpetazo al proyecto Libro Azul, tras 20 años de investigaciones alrededor del fenómeno OVNI.
El ejército y el FBI reabrieron la línea de investigación bajo la denominación de Rosa Azul (las palabras que musitaba el mayor Garland Briggs en la parte III de esta temporada). Estas fueron también las últimas palabras de una mujer involucrada en uno de los casos y que sugería la necesidad de un enfoque alternativo, distinto. Un agente llamado Phillip Jeffries (David Bowie en Twin Peaks: fuego, camino conmigo (1992)) encabezó las pesquisas, reclutando también a Cooper, Albert y un tal Chet Desmond. Todos excepto Albert desaparecieron en extrañas circunstancias (Jeffries en Buenos Aires, ese lugar al que andan llamando varios personajes en las últimas jornadas (ver parte VI)).
Recuérdese que tanto Ray como Darya dicen estar bajo el mando de un tal Phillip, que bien podría ser la versión malévola del Jeffries original.
Toda esta introducción sirve también para poner en antecedentes a Tammy sobre el proyecto Rosa Azul, a cuyo equipo se le pide que se incorpore. Ella, visiblemente halagada, acepta. Diane, más pragmática, también se incorpora al equipo. Acepta con un “let’s rock!” precisamente la frase que se encontró en el parabrisas del coche del también desaparecido Chet Desmond (nos referimos, una vez más, a unos hechos explicados en la película de 1992).
Saltamos al bosque, donde Jerry Horne sigue asustándose hasta de su propia sombra, mientras continúa su eterno vagar.
En el supermercado, la madre de Laura Palmer (Sarah) tiene un momento de extrañeza suprema a resultas de la aparición de un nuevo producto: la cecina de pavo. Confunde a la cajera con su hija y le recrimina la disposición de su habitación, el ir y venir de hombres… claramente la mujer padece un desorden mental y no creemos que lo mejore su afición al alcohol. El diálogo que mantiene consigo misma nos lleva a creer que quizás se esté manifestando su doppelgänger. A raíz de este suceso recibirá una visita del agente Hawk, ofreciéndole ayuda “de cualquier tipo”.
Carl Rodd, uno de los testigos del atropello del niño que habita en el parque de caravanas, demuestra tener buen corazón perdonándole el alquiler a un arrendado que ha tenido que ir a donar sangre para llegar a fin de mes. Así pues no se trata de un inquilino más: ¿será él el dueño del complejo?
Miriam, la víctima del camello local, continúa en cuidados intensivos, sin seguro médico y a la espera de una operación que no puede retrasarse más.
Mientras tanto, Diane sigue tirando de móvil y manteniendo conversaciones con su interesado y misterioso interlocutor. Le preguntan por Las Vegas y ella contesta que “todavía no han preguntado”. El FBI tiene intervenido su teléfono y Albert no tarda en comunicarle a Gordon este críptico intercambio… no sin antes sorprenderle con una escort en la habitación, a la que estaba acunando con antiguas batallitas. (En realidad la candidez de Gordon nos permite sospechar que ni él mismo intuye que ella sea en realidad una prostituta).
El sheriff informa a Benjamin Horne de las barrabasadas de su nieto Richard. Ben, aunque abrumado, no parece sorprendido (“el chico nunca ha estado bien”. ¿¡Y quién, empezando por ti, lo ha estado alguna vez bien en tu familia, Ben!?). Aprovecha el encuentro para entregarle al representante de la ley la llave vintage que abría la habitación en la que se alojó el agente Cooper y que ha llegado al hotel por correo ordinario.
Los dos sicarios a órdenes del Cooper oscuro asesinan al alcaide de la prisión de un tiro en la cabeza a la entrada de su casa. Ella está visiblemente insatisfecha: lleva algún que otro tiempo sin torturar a nadie y siente como que algo le falta.
El doctor Jacoby pontifica desde la montaña, mandando al infierno (a su noveno círculo, para ser más exactos) a los servidores públicos deshonestos. Su solución ya nos es conocida: sacarse a uno mismo de la mierda a paletadas.
Audrey Horne, la hija de Ben Horne (y madre, a su vez, del violento Richard), reaparece tras ser una de las víctimas en la explosión del banco del último episodio de la Twin Peaks clásica. Parece que se ha casado con un tal Charlie, al tiempo que mantiene un affair con Billy. El susodicho lleva dos días desaparecido y ella pretende salir a buscarlo en compañía de Charlie, que no está por la labor. Asegura haberlo visto “en sueños, sangrando por nariz y boca”. La clave parece ser Tina, la última persona que lo vio.
A través de su móvil, Diane comprueba que las coordenadas que llevaba tatuadas en el brazo la bibliotecaria se corresponden con un sitio ubicado en la pedanía de Twin Peaks. La cámara nos transporta a esos alrededores, a vista de pájaro.
Epílogo: de vuelta en el Roadhouse, la comidilla de la noche parece ser el affair entre Angela (que perdió a su madre y dejó recientemente “su medicación”) y Clark. El supuesto romance resulta ser un triángulo merced al concurso de la denostada Mary.
[Próxima entrega: partes XIII a XVI]