Lita Cabellut. Retrospective.
Sorprende que no se conozca más a Lita Cabellut. Y más teniendo en cuenta lo impresionante de su obra. Pero esta artista salida de nuestras tierras, es una de las que más vende a nivel internacional. ¿Por qué no se la conoce más? Buena pregunta. Está fuera del circuito. Y ese circuito es el que domina las galerías de arte y los museos que la han ignorado durante años. Fuera venden cuadros por todo el mundo y expone regularmente. Aquí ha tenido poca repercusión. Incomprensiblemente. Excepto la Fundación Vila Casas que le dio espacio a su primera exposición en Barcelona y que acoge de nuevo esta espectacular “Retrospective”.
Reconozco que me era desconocida hasta poco antes de visitar la exposición. Muchos amigos me la habían recomendado. Uno de ellos especialmente. “Esto tienes que verlo. Te va a encantar”, me decía. Y cuanta razón tenía. Creo que ninguna exposición de pintura me había impresionado tanto, casi me dejó sin palabras. No me creía lo que mis ojos veían. La pintura de Lita Cabellut habla, transmite, hace estremecer. Impresiona. Su pintura es psicológica. En cada cuadro ves más allá de la simple representación pictórica. No podía evitar quedarme embobada durante un buen rato, observando los detalles de sus obras. Esa forma tan especial que tiene de tratar la pintura, de craqueado que parece transformar la piel de sus personajes hacerlos vivos, reflejar lo que han vivido, reído, llorado, sentido.
Lita Cabellut nació gitana y nómada. A los pocos meses de nacer, su madre la abandonó y su abuela la crió en Barcelona como pudo. Cuando murió esta, acabó en la calle mendigando y finalmente en un orfanato. No fue al colegio. A los 13 años, su vida cambió cuando una familia pudiente del Masnou la adoptó. Esa familia que la ayudó a saber lo que era tener a alguien ahí que te cuidé. Ellos la llevaron al museo del Prado, donde delante de un cuadro de las tres gracias de Rubens, Lita descubrió que quería ser artista. Cuando volvieron, su madre la apuntó a estudiar pintura con el maestro fauvista Miquel Pena que le enseñó a tratar el color. A los diecinueve años emprendió sus pasos hacia Holanda donde ha vivido desde entonces, tras estudiar en la Rietveld Academy. Allí tiene su taller del que salen sus impresionantes obras.
Cuadros enormes con personajes absolutos de mirada intrigante pueblan la excelente retrospectiva de la Fundació Vila Casas. Un repaso a su carrera que no tiene desperdicio. Cuadros que te quitan la respiración y te transmiten emociones. Desde su serie sobre Frida, un referente como pintora, carnal y estremecedor. Logra capturar al personaje y a su obra a la perfección. Lita Cabellut es una narradora de historias y nos las cuenta a través de sus pinturas, de las emociones que desprenden. Como esa mirada oculta tras el velo de Private Secret Behind de Veil o ese homenaje a la mujer maltratada, superviviente pero nunca vencida de “Dried Tear” o la miradas glaciar de Berta Troost de la serie “Black Tulip”, un homenaje a la edad de oro de los pintores holandeses que tanto la fascinan. No pude evitar quedarme embelesada con las piezas Ética y Vida de su serie para la Ópera de la Fura dels Baus, The siege of Corinth. Con la mirada penetrante de la primera y la rebosante vitalidad de la segunda. O con la terrible dualidad de “Disturbance”, la misma visión de los personajes vestidos y desnudos. Vestidos, llenos de color y protegidos, desnudos, grises y frágiles.
Dice Lita Cabellut: “El Arte es delirio y hay que dejarse llevar por él” y creo que esa es la única forma de entender su obra, dejarse llevar por las miradas líquidas, por las pieles cuarteadas, por los colores que te atrapan, por la emoción que supuran. La exposición está hasta mayo en el Espai Volart de la Fundació Vila Casas y si os la perdéis no sabéis lo que estáis haciendo. Avisados estáis. Yo pienso volver.