Sitges Film Festival 2022. Películas destacadas (II)
04. After Yang (Kogonada, 2021)
Mucho más que ceros y unos
La inteligencia artificial es uno de los temas que, en los últimos años, ha cobrado una especial relevancia, no solo en el Festival de Sitges, sino en nuestra vida en general. Rodeados como estamos de bots y máquinas con las que interactuamos constantemente, la posibilidad de que dichas relaciones acaben superando la mera gestión burocrática y trasciendan al plano emocional es cada vez más patente. Novelas como Máquinas como yo (Ian Mc Ewan, 2019) y películas como Her (Spike Jonze, 2013) o la presente After Yang, plantean esta posibilidad y nos enfrentan a dudas más que razonables. ¿Cómo evolucionarán nuestras relaciones con la inteligencia artificial cuando esta sea indistinguible de los propios humanos? Kogonada vuelve a mostrar el mismo interés por radiografiar las relaciones que ya tenía en su opera prima Columbus, pero esta vez reflexionando sobre nuestros vínculos con unas máquinas cada vez más indistinguibles de nosotros mismos. La noción misma de familia, la identidad, la muerte o el duelo son temas que sobrevuelan la sencilla trama de After Yang. En esta historia, un padre y su hija intentaran por todos los medios reparar (¿o tal vez sería mejor decir “salvar la vida de”?) a Yang, un robot asistente que, con el paso de los años, se ha convertido en un miembro más de la familia. Evitando con habilidad sentimentalismos y momentos lacrimógenos, Kogonada nos ofrece un film tan reposado como hermoso. Una introspectiva reflexión sobre la grandeza e insignificancia humanas.
05. Enys Men (Mark Jenkin, 2022)
La flor perturbadora
Aunque bien es cierto que, en los últimos años, el festival ha ido ampliando su noción de fantástico e incluyendo otro tipo de filmes, no solo en secciones paralelas sino también en su sección oficial, hay películas que ubicadas en un contexto como el de Sitges parecen destinadas a desconcertar a su público. El pase de Enys Men al que asistí (un martes a las 08:15 de la mañana) no estaba especialmente concurrido, lo confieso. Tan solo un puñado de cinéfilos somnolientos se adentraron en el auditorio del Meliá aquella mañana, tal vez con las expectativas de que el filme les hiciese salir de su letargo del mismo modo que podría haberlo hecho un expreso doble. Pero he aquí que se encontraron con un filme lento, contemplativo y (bastante) experimental. Un filme en el que los fantasmas estaban presentes, sí, pero solo como excusa para hablar de otras cosas. Un filme grabado en un matérico 16mm y con las capas de sonido superpuestas de un modo intencionalmente artificioso. Un filme que juega, de modo magistral, con las repeticiones y los ecos, que muestra las (casi) invariables rutinas de una mujer que, sola en una isla, se dedica a investigar la evolución de una misteriosa planta mientras ve pasar los días uno tras otro hasta que, de repente, algo imprevisible sucede. Sin apenas diálogos (el personaje interpretado por Mary Woodvine es la protagonista casi absoluta de la historia), la trama avanza lentamente y de un modo algo críptico, plagada de simbolismos y rutinas aparentemente anodinas. En definitiva, el contexto perfecto para que un espectador ansioso de acción, violencia o acontecimientos más espectaculares, arranque algún que otro bostezo sobre todo en la primera hora de película, antes de que los fantasmas y los ecos del pasado hagan su aparición de un modo más evidente. Nos encontramos pues ante un caso de desencaje en el que un público, en su mayoría con unas expectativas bastante concretas, se enfrentó a un filme que no se correspondía en absoluto a lo esperado. Un filme magnífico, sí, pero que probablemente habría tenido una mejor acogida en otros festivales más cercanos al cine de autor. O, quién sabe, si hubiese sido proyectado a una hora menos intempestiva.
06. You Won’t Be Alone (Goran Stolevski, 2022)
(Re)encarnaciones
Muchas han sido las películas este año que han abordado el tema de la brujería, y algunas incluso desde una perspectiva feminista, reivindicándola como un modo alternativo de acercamiento a la realidad al margen de la sociedad heteropatriarcal. Signo inequívoco de que los tiempos están cambiando, la bruja ya no es (o al menos no exclusivamente) ese personaje feo, malvado y hostil que amenaza la estabilidad de un colectivo mediante sus hechizos y maldiciones. Porque la bruja puede ser, también (y ahora más que nunca), una representación alternativa de la mujer empoderada, de la mujer libre, de la mujer que decide vivir su vida al margen de los dictámenes de la sociedad. Películas como Nightsiren (Tereza Nvotová), Huesera (Michelle Garza, 2022) o You Won’t Be Alone (Goran Stolevski) son muestras representativas de este otro tipo de acercamiento mucho más empático que el que predominaba hasta hace poco. Ambientado en una zona rural de la Macedonia del S XIX, el debut en el largometraje de Goran Stolevski se identifica más con una reflexión existencialista sobre la conformación de la identidad que con una película de terror propiamente dicha. Los ecos a Terrence Malick resuenan en la voz en off de su protagonista, y el particular uso que la misma hace del lenguaje (aprendido casi en soledad durante los primeros 16 años de su vida), nos llevan a reflexionar sobre la condición del ser humano como animal social. La transformación de la protagonista en bruja por un espíritu ancestral es el recurso utilizado para mostrarnos un viaje trascendental: el de una mujer que se descubrirá a sí misma y a la vida a base de encarnarse en otros cuerpos que no son el suyo.