Los testamentos. Margaret Atwood.
Tenía ganas de leer la segunda parte de esta fascinante historia que creó Margaret Atwood, ya no por la serie de televisión que tanto éxito le ha dado y que tanto me gusta, sino por saber qué idea tenía en mente sobre cómo sería Gilead años después. ¿Qué habría pasado en ese futuro? ¿Qué pasó después de que la protagonista se escapase en aquella furgoneta rumbo a la libertad sabiendo que estaba embarazada? Así que me fui a la biblioteca para coger el El cuento de la criada y releérmelo, para refrescar la memoria, antes de sumergirme en Los testamentos. Y debo reconocer que el resultado es positivo en su mayor parte.
Los testamentos está escrita 40 años después de la novela original. El mundo ha cambiado pero, no tanto cómo esperábamos. ciertamente. Muchas cosas de las que pasaban en el libro pasan actualmente en el mundo, a muchas mujeres. Demasiadas. Por eso seguramente, la serie de televisión está tan de actualidad y ha enganchado tanto al público, a parte de por tener una buena historia detrás, buenos guiones y grandes interpretaciones. Pero más allá de la serie que tiene su propio recorrido más allá del libro, descubramos que piensa la autora que ha pasado a sus personajes y a su historia tras haber pasado cuatro décadas.
En Los testamentos, Atwood nos sitúa 15 años después de los hechos que narraba El cuento de la criada. Si en la primera novela teníamos una narración en primera persona en la que las protagonista June/Defred nos contaba su historia, aquí tenemos tres voces que se van alternando. La primera es la famosa Tía Lydia, azote de la protagonista, cruel y despiadada guardiana, líder de las mujeres que no pueden ser madres pero se dedican a someter a las que sí pueden serlo. Daisy, una joven canadiense que protesta contra lo que ocurre en Gilead. Y Agnes Jemina, una joven que se ha criado en Gilead. A través de ellas tres conocemos Gilead y lo hacemos a través de una historia de intriga que te atrapa desde las primera páginas. Aunque seguramente, Los testamentos no tiene la profundidad de su predecesora y no se plantea tantas preguntas, ni probablemente generará tanto debate como aquella.
Los relatos de las tres se van alternando en el mismo formato de testimonio o diaria que en El cuento de la criada. Y aunque son tres voces, la de la Tía Lydia sin duda, destaca sobre las otras dos. El personaje está mejor construido que los de las dos jóvenes, ya la conocemos. Y ahora mucho más. Gracias a este libro sabremos de sus motivaciones, cómo llegó a ser lo que es, cómo adquirió el poder que tiene, cómo se convirtió en aquella mujer cruel, casi una carcelera nazi dispuesta a someter a las peores torturas a las mujeres que no compartan su misión en Gilead.
Por otro lado, Daisy y Agnes son muy diferentes. La primera, aunque protesta contra Gilead, lo vive desde la lejanía, cómo algo que no la afecta directamente aunque su vida acabe relacionándose inexorablemente con lo que pasa allí. Porque llegará un momento en el que Gilead también la golpeará. Agnes Jemina, sin embargo, ha crecido en el corazón de Gilead, es hija de un Comandante y su Esposa. Es una buena hija que se ha criado para cumplir su cometido: ser una esposa y madre. Su mundo empezará a tambalearse cuando se vea enfrentada a vivir lo que otros han decidido su futuro sin tenerla en consideración. Quizás nunca antes se planteó que podrían haber otras opciones y ahora que llega el momento, se ha dado de bruces con la realidad.
La historia tiene giros bastante importantes que marcan la acción, que por otro lado es trepidante. Atwood ha sabido hilar bien la historia y hacerlo de forma directa y sencilla, para que te atrape. Es quizás con el personaje de Daisy que me entran las dudas. ¿Sería posible que alguien pueda actuar así una vez cruce su camino con la historia de Gilead? No quiero contar demasiado para no desvelar la trama, pero quizás es de las tres que la menos me creo. Hay más personajes en la historia, casi todas mujeres. Aparecen pocos hombres. Esta es una historia de mujeres, de mujeres que toman una decisión y actúan en consecuencia.
Dice Margaret Atwood que decidió escribir Los testamentos por las peticiones de las y los lectores que querían saber qué pasó después. Quizás no era necesario, quizás Los testamentos no es lo que esperaban, pero es lo que han recibido. Un buen libro, sin duda, uno que te atrapa y no te suelta hasta la página final. No está a la altura de El cuento de la criada, pero no por eso tiene menos mérito que haya podido continuar la historia y que esta sea creíble. Pero también dice mucho que todos estos temas que Atwood trató hace ya 40 años sigan estando hoy en día. Evidentemente, como os decía, las cosas han cambiado desde entonces pero no tanto como para que un mundo como el que nos mostró Gilead sea tan distópico. La lucha continua y hay que seguir alerta.