D’A FESTIVAL DE CINEMA INDEPENDENT DE BARCELONA 2023 ( y V)
Los excesos de la historia
Adolf Hitler, Winston Churchill, Benito Mussolini, Napoleón Bonaparte y Iósif Stalin entre otros esperan a las puertas del cielo, esperando a que Dios les deje pasar. Mientras tanto matan el tiempo manteniendo conversaciones a veces un tanto absurdas o monólogos narcisistas, observando la revolución de las masas, deambulando de acá para allá. Parece la premisa para un chiste, en efecto, pero es la sinopsis del último e inclasificable film de Alexandr Sokúrov, que ha sus 71 años ha realizado –por supuesto, sin apoyo alguno del gobierno ruso– la que podríamos considerar su película más experimental y arriesgada (que ya es decir). Haciendo uso de la técnica del deepfake, Sokúrov resucita a sus difuntos protagonistas y los ubica en un ambiente onírico y enrarecido, en una suerte de perturbadora torre de Babel de inspiraciones pictóricas, de limbo en blanco y negro al margen del momento contemporáneo. En Fairytale, los escombros y ruinas de la vieja Europa son el decorado perfecto para esa deriva, para ese deambular sin rumbo de todos aquellos personajes que esperan a ser juzgados por Dios y por la historia. ¿Quedarán condenados a vagar eternamente por el limbo?
La filmografía de Sokúrov es extensa y heterogénea, pero es innegable que uno de sus principales intereses a lo largo de más de una veintena de films ha sido reflexionar sobre las relaciones humanas, el abuso de poder y el legado de la historia. De hecho, figuras políticas como Hitler, Lenin o Hiroito ya aparecieron en películas como Moloch (1999), Taurus (2001) o Solntse (2005) y varias de ellas vuelven a aparecer en Fairytale, aunque bien es cierto que con un enfoque muy distinto. Menos biográfico, más poético y surrealista, prestando una especial atención a la creación de esos ambientes tan irreales por los que los personajes vagan sin rumbo. Esperando, esperando, esperando… Esperando algo que probablemente nunca sucederá.
Pero si hay un director ruso que sabe de excesos ese es sin duda Kirill Serebrennikov. Lo demostró con su anterior filme, la desbordante Petrov’s Flu, y lo vuelve a demostrar con Tchaikovsky’s Wife, biopic nada convencional que narra la desconocida historia de Antonina Ivánovna Miliukova, esposa de uno de los compositores románticos más famosos de la historia. Serebrennikov abandona la Rusia postsoviética de Petrov y nos acerca hasta la Rusia del S XIX en este torrencial melodrama repleto de moscas, miseria e intensidad emocional que aborda de modo directo un tema todavía tabú en la Rusia contemporánea: el de la homosexualidad de Piotr Ilich Tchaikovsky.
En Tchaikovsky’s Wife la jovencísima actriz Alyona Mikhailova interpreta a Antonina Ivánovna Miliukova, una mujer de la que apenas ha quedado rastro en los libros de historia. Una mujer que fue víctima de una pasión descontrolada, en absoluto correspondida, que le conllevó una gran desgracia. Logró casarse con aquel que le quitaba el sueño, sí, pero ese fue tan solo el inicio de la pesadilla. Porque parece ser que Tchaikovsky no le hizo la vida fácil, precisamente (más bien todo lo contrario), y mientras el distanciamiento entre ambos crecía convirtiéndose en un abismo insalvable que precedería al infierno, Miliukova se negaba a aceptar lo evidente y continuaba implorando amor de modo desesperado. Tchaikovsky mientras tanto, se limitó a ningunearla, despreciarla y humillarla con la esperanza de que en algún momento desapareciera de su vida. Todo esto, en una sociedad en la que las mujeres no tenían derecho a solicitar el divorcio o a tener siquiera pasaporte propio.
El estilo de Serebrennikov es barroco y a veces confuso, repleto de travellings y planos secuencia meticulosamente coreografiados. Salpicado constantemente de voces que se superponen, cuerpos que aparecen y desaparecen, que recorren los espacios incansables. Un cine repleto de fantasmas y capas de historia superpuestas, con una gran potencia evocadora pero también profundamente incómodo, no solo para Putin sino para todos aquellos espectadores que esperan una narrativa apacible y convencional, que no se atreva a hurgar en las heridas de la historia.