D’A FESTIVAL DE CINEMA INDEPENDENT DE BARCELONA 2023 (IV)
(Des)conocer al otro
Una de las pesadillas más recurrentes de la gente que viaja a menudo en avión es no poder pasar los controles con rapidez, que te sometan a una inspección, pierdas tu vuelo y tu vida se acabe convirtiendo en una pesadilla. Pues bien, esta premisa tan sencilla y tan presente en nuestras vidas es el punto de partida de Upon Entry, uno de los thrillers más incómodos, claustrofóbicos y agobiantes vistos este año en el Festival. Con bastante parquedad de recursos y siendo conscientes de que la mayor baza de esta ópera prima reside en un milimétrico guion y las soberbias actuaciones de sus protagonistas, los directores Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vázquez salen exitosos de una empresa nada sencilla: la de desarrollar en tan solo 74 minutos un argumento nada previsible, cuyos giros en la historia harán que la tensión aumente progresivamente hasta llegar a una suerte de clímax con final (in)feliz.
El premio a la mejor película en el Kolkata International Film Festival, el Premio Fipresci en el Tallinn Black Nights Film Festival o la Biznaga de Plata a Alberto Ammann como mejor Actor en el Festival de Málaga, son solo algunos de los galardones que este film, tan pequeño como contundente, está empezando a recibir.
Upon Entry es una reflexión sobre el racismo y los sofisticados mecanismos utilizados por los humanos para el control de fronteras, sobre el valor que tienen según qué pasaportes. ¿Hasta qué punto marca tu destino un hecho tan aparentemente arbitrario como nacer en uno u otro país? ¿Qué implica ser inmigrante? ¿Por qué existen inmigrantes de primera, segunda y tercera categoría? Pero al mismo tiempo, es una reflexión sobre hasta qué punto conocemos a aquellas personas que nos rodean, a aquellas personas con las que hemos decidido compartir nuestra vida. ¿Son Diego (urbanista venezolano) y Elena (bailarina catalana), protagonistas de la película, una pareja tan feliz como aparentan? ¿Por qué quieren emigrar a EEUU? ¿Por qué hay tantas cosas sobre el pasado de Diego que Elena desconoce? ¿Es sincero el amor que dicen sentir hacia el otro? 74 minutos, 4 personajes principales y un solo escenario serán suficientes para demostrarnos que la realidad tiene muchas capas y que las cosas son mucho más complejas de lo que puedan parecer a primera vista.
Y si la relación entre Diego y Elena se ve perturbada por un incidente en el aeropuerto, la de Asja y Zoran parece enturbiada desde el inicio de un film que, no sin sorna, ha sido titulado como The Happiest Man in the World. Teona Strugar Mitevska, la directora de Dios es mujer y se llama Petrunya, regresa esta vez con una película mucho más oscura y desasosegante, un film basado en hechos reales que va ganando en incomodidad a medida que pasan los minutos, y en el que el humor negro se va reemplazando por una tensión creciente.
La relación entre Asja y Zoran parece fortuita. Ambos se han apuntado a un peculiar programa de citas, un lugar de encuentro desaforadamente kistch y semejante a un salón de bodas en el que los asistentes deberán superar una serie de pruebas para ir conociendo a sus respectivas parejas. ¿Cuál es tu color favorito? ¿Y el momento del día que prefieres? ¿De qué estás más orgulloso en la vida? ¿Saldrías con alguien que tuviese una religión distinta a la tuya? ¿Qué papel tiene el sexo en tu vida? ¿Eres feliz? Un juego aparentemente lúdico, aparentemente inocente, que empezará a sembrar en Anja la semilla de la duda. ¿Quién es Zoran y por qué se comporta de ese modo tan extraño? ¿Qué está buscando en realidad? En un lugar como los Balcanes donde las heridas de la guerra siguen abiertas y dolorosamente cercanas, cualquier anécdota aparentemente trivial puede actuar como polvorín. Todo el mundo lo sabe y, por eso, todo el mundo disimula. Nadie quiere recordar aquellos momentos, pero siguen estando ahí, grabados a fuego. También en la mente de Anja, aunque los quiera olvidar. Y en la de Zoran, que acabó haciendo cosas de las que se arrepiente. Como tantas otras personas que apretaron el gatillo sin pensar en las consecuencias.
The Happiest Man in the World empieza con un bombardeo de primeros planos, muy breves, que nos impiden ver en su totalidad los rostros de los personajes protagonistas, especialmente el de Anja. La cámara se adapta a la narrativa de la historia y transmite el nerviosismo propio de una primera cita, la desubicación de alguien que no comprende el comportamiento ajeno cuando empieza a ser extraño, la ira de alguien que observa frente a sí a su agresor, la impotencia al descubrir que no, no es una mala persona, y que no es tan fácil cerrar viejas heridas. ¿Existe la posibilidad de alcanzar la felicidad si los traumas siguen ahí, agazapados en un rincón? Tal vez sea esta, y no otra, la principal pregunta que se hace la película.