Americana 2017. IV. Catástrofes de instituto, dramas catárticos, amigos en crisis, conflictos de identidad

 

La aparentemente azarosa elección de películas para el último día de Festival convirtió nuestra tarde en una montaña rusa emocional que osciló de la carcajada espontánea al drama más sobrecogedor, pasando por la comedia agridulce generacional y las reflexiones postmodernas sobre las identidad y el concepto de farsa.

My Entire Highschool Diving Into the Sea es definida irónicamente por el propio director como un blockbuster de autor. El novelista gráfico Dash Shaw debuta en el largometraje de animación con esta comedia catastrofista de tintes oníricos que narra la historia del hundimiento en el mar de un instituto con 900 alumnos en su interior. Una historia un tanto rocambolesca, presentada a modo de imaginativo collage visual que combina diversas técnicas y dota al conjunto de imágenes de una identidad propia.

En ella, Dash y Assaf son grandes amigos, escriben en el periódico del instituto Tides y tienen cierta fama de nerds. A pesar de su poca popularidad, disfrutan del periodismo y lo convierten en su principal obsesión. Junto a la introvertida Verti, son los encargados de publicar periódicamente esas noticias que nadie lee. Pero una exclusiva inesperada dará pie a una serie de aventuras en las que tendrán cabida estrafalarios personajes. My Entire Highschool Diving Into the Sea es un colorista y original debut que mantiene el ritmo de su sencillo argumento mediante ingeniosos diálogos plagados de humor y un personal planteamiento estético.

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Y en las antípodas del gozoso entretenimiento propuesto por Dash Shaw nos encontramos con James White, el debut en el largometraje del productor Josh Mond. James White es un drama descarnado que retrata la inestabilidad emocional de James, treintañero en crisis de tendencias autodestructivas que tendrá que hacer frente a sus innumerables problemas familiares, personales y profesionales.

En este filme, un puesta en escena que utiliza con frecuencia la cámara en mano y los primeros planos es utilizada inteligentemente para introducir de lleno al espectador en la trama y exaltar los ya de por sí desbordados sentimientos de los protagonistas. Por fortuna, la complejidad de los personajes y la contención del guión en ciertas secuencias lo alejan del peligroso territorio de la pornografía emocional, un punto a favor que no todos los dramas con argumentos semejantes pueden anotarse y que convierte James White en uno de los must de este festival.

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Y del drama desgarrador pasamos a la comedia agridulce generacional. El filme Joshy se nos muestra como un representante más del movimiento Mumblecore; tal vez correcto aunque no memorable. El encuentro de un grupo de amigos para lo que inicialmente iba a ser una despedida de soltero se convierte, como no, en una reunión catártica que cambiará sus vidas para siempre. Dirigida y guionizada por Jeff Baena,  Joshy está repleta de diálogos ingeniosos, sí, pero no deslumbrantes. Está plagada de situaciones que pueden parecer graciosas, en efecto, pero también un poco tópicas. Alcohol, drogas, casinos, prostitutas… elementos que, de tan manidos y sobreutilizados, propician situaciones desgraciadamente predecibles.

Por tenerlo todo, tiene hasta una historia de amor frustrada y unos protagonistas con los que resulta sencillo empatizar de uno u otro modo. ¿Quién no se ha sentido alguna vez un fracasado? ¿Quién no ha sufrido el dolor provocado por un amor no correspondido? ¿Quién no ha cometido alguna que otra locura contra su voluntad para poder sentirse integrado en un grupo? Un filme que cumple sobradamente el cometido de hacer pasar un buen rato al espectador, pero que se parece demasiado a sus precedentes como para trascender más allá del mero entretenimiento.

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Por último (pero no menos importante), nuestro colofón particular fue Author: The JT LeRoy Story, documental que narra la increíble historia de JT LeRoy, escritor que se convirtió en todo un fenómeno de masas y que provocó una considerable polémica cuando fue revelada su verdadera identidad. JT LeRoy no es más que el pseudónimo de Laura Albert y su personaje es una construcción absoluta. El documental dirigido por Jeff Feuerzeig –conocido sobre todo por The Devil and Daniel Johnston– nos introduce en los innumerables entresijos de una alambicada historia capaz de superar en imprevisiblidad y originalidad a cualquier ficción que el ser humano pueda concebir.

La historia de Laura Albert, adolescente con problemas familiares, problemas de sobrepeso y problemas de autoestima que decide recurrir a la literatura para dar un nuevo rumbo a su vida. Author: The JT LeRoy Story propone una compleja reflexión sobre la identidad, sobre la fama, sobre la creación de los mitos y el concepto de fraude. Una reflexión que nos lleva a pensar que los límites entre realidad y ficción son a veces tan difusos que transmiten la sensación de ser producto de nuestra propia imaginación.

El repetitivo uso de algunos recursos visuales (el uso de fotografías de archivo o imágenes de cintas de cassette reproduciéndose mientras se escuchan algunas grabaciones de audio) sería tal vez, el único lastre que podría jugar en contra de un filme que cuenta, por otro lado, con ingredientes más que suficientes para impresionar al público que hace ya una década tanto disfrutó con The Devil and Daniel Johnston.

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