Americana 2017. III Sesiones dobles y leitmotiv recurrentes
El final del Americana Film Festival se acerca, pero por el camino hemos tenido la oportunidad de ver una gran cantidad de buen cine. Hoy os ofrecemos un breve repaso por una selección de lo que hasta el momento nos ha podido ofrecer el festival.
Adolescentes, obsesiones y la ley de Murphy acechando a la vuelta de la esquina
Andre Hyland es el protagonista absoluto e incuestionable de The 4th. Hyland dirige, guioniza y protagoniza las aventuras –o mejor dicho desventuras– de Jamie, postadolescente un tanto looser que pretende celebrar una barbacoa en su casa de Los Angeles el 4 de Julio, pero un pequeño descuido hará que este día se transforme en una interminable pesadilla. Porque ya sabéis, si algo puede salir mal… saldrá peor. Quien no haya tenido jamás “uno de esos días”, que tire la primera piedra. Pero aunque Jamie lo pasa fatal, Hyland sale airoso de la experiencia y nos ofrece una fresca y simpática comedia indie, algo así como si el espíritu de ese joven Kevin Smith que dirigió Clerks hubiese realizado una versión teen de ¡Jo, qué noche!, sin apenas presupuesto y confabulando a todos sus colegas para que participasen de la experiencia.
Y si la mayor obsesión de Jamie es conseguir que la celebración de la barbacoa llegue a buen puerto a pesar de las imprevisibles circunstancias, la de Brandon es recuperar sus zapatillas Air Jordan’s. Para ello, él y sus amigos tendrán que enfrentarse al peligroso flaco y a toda su banda. En su opera prima Kicks, el director Justin Tipping opta por un drama coming of age con toques oníricos y de comedia, consiguiendo mantener un difícil equilibrio gracias también a la acertada interpretación de Jahking Guillory en el papel de Brandon. Kicks aborda temas como la violencia, la masculinidad y la lucha por la supervivencia adolescente en un entorno californiano decididamente hostil. Temas muy serios que, afortunadamente, son tratados por Tipping con un acertado sentido de humor y una contenida sensibilidad.
Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me…
Las relaciones amorosas han sido también uno de los temas predominantes en algunas de las películas proyectadas por el festival. Ya sea a modo de drama adolescente o de distopía hipster, Closet Monster y Creative Control han intentado mediante diversas estrategias, transmitir la complejidad de los vínculos entre seres humanos.
Fallida para algunos y emotiva para otros, Closet Monster –debut en el largometraje de Stephen Dunn– narra la historia de Óscar, adolescente con problemas familiares que al descubrir su homosexualidad ha de enfrentarse a la agresiva intolerancia de su padre. Con el apoyo incondicional, eso sí, de Buffy, hámster parlante que le acompaña desde su más tierna infancia. Tras el visionado de Closet Monster resulta inevitable pensar en las reminiscencias dolanianas del filme, tanto por la temática elegida como por algunas decisiones formales (estructura de la narración, uso de la música, histrionismo de algunas interpretaciones, predominancia de un estilo un tanto kistch…), y supongo que esta evidente semejanza es la causante principal de la citada polarización de opiniones. ¿Sincero homenaje al niño prodigio canadiense o falta de originalidad por parte de Dunn? La polémica está servida.
Con Creative Control, Benjamin Dickinson nos ofrece una distopía ubicada en un futuro cercano o más bien inminente (tal vez mañana, pasado mañana, o quizás ayer, todo depende de cuándo leas este artículo). Dickinson dirige, guioniza y protagoniza esta historia en la que unas gafas de realidad virtual acabaran por condicionar la vida y las relaciones amorosas de David, ejecutivo adicto al trabajo y la tecnología. La primera parte del filme podría llevarnos a pensar en la serie Black Mirror, ya que el protagonismo de los avances tecnológicos es más que evidente; aunque también es cierto que en la segunda parte la película se centra más en las relaciones entre los personajes y decide hablar, no tanto de cómo la tecnología modifica las relaciones entre los humanos, sino de cómo las relaciones entre los humanos se ven interferidas por la tecnología. La diferencia es muy sutil, en efecto, pero está presente.
Amistad, divino tesoro
Por último, dos atípicas visiones sobre la amistad, las que nos ofrecen Swiss Army Man y Donald Cried. En la primera –ganadora del 49 Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña (Festival de Sitges para los amigos)– presenciamos la inesperada confraternidad entre un naufrago y un cadáver. Una agridulce relación de tintes gondrynianos, un tanto escatológica, eso sí, que se empeñará en demostrar que para tener amigos no es necesario estar vivo.
En Donald Cried, en cambio, la relación adquiere un cariz bastante más terrenal, aunque no por ello menos inquietante. Kris Avedisian dirige, guioniza e interpreta (tercer hombre orquesta que aparece en nuestra crónica de hoy) este filme. Peter es un hombre de negocios que ha de volver a su pueblo natal para ocuparse del entierro de su abuela. Tras perder su cartera durante el viaje no tiene más remedio que pedir ayuda a Donald, amigo de la infancia, personaje decididamente excéntrico, experto en provocar la irritación de los que le rodean. Avedisian interpreta al estrafalario Donald y dirige una comedia que juega a provocar la constante incomodidad del espectador, aunque el estancamiento de la narración, la deriva argumental y la repetición de situaciones acaban por hacer que la tensión deje de ser efectiva y el interés del espectador decaiga en la segunda mitad del filme.