El viento y la hoja, Abbas Kiarostami pone el pie más allá de la alfombra
El viento y la hoja
Abbas Kiarostami
Traducción de Ahmad Taherí y Clara Janés
Ed. Salto de página
En Culturaca somos felices cuando nos pasan estas cosas. Tras años devorando y disfrutando de las películas de Abbas Kiarostami, un día nos enteramos que aparte de dedicarse al cine y a la fotografía, el bueno de Abbas además escribe poesía. Y, encima, nos dice que ya era amante de la poesía mucho antes de descubrir y revolucionar el séptimo arte.
El autor de El sabor de las cerezas y El viento nos llevará practica un género poético breve, conciso, sin rima. Su forma es parecida a la de los haiku haponeses debido principalmente a su brevedad.
Hay un género en Irán llamado poesía sepid (que significa literalmente ‘blanco’). Es un movimiento de verso libre que se separa de la poesía clásica persa.
Lo primero que destaca al leer las composiciones poéticas de Kiarostami es la simplicidad del lenguaje. Sus creaciones huyen completamente del lirismo y de recursos estilísticos recargados. Su lenguaje es sencillo, llano, con múltiples referencias a la naturaleza, a los oficios, a la vida cotidiana.
Previsiblemente, su estilo poético conecta de alguna manera con su lenguaje cinematográfico. Lejos de mi intención es reducir el vasto universo visual de Kairostami a una serie de conceptos concretos, pero como meros apuntes sugerentes puedo decir lo siguiente: individualidad, intimismo, cotidianidad, preciosismo, espiritualidad, vida, muerte.
En estos pequeños poemes, sutiles y compactos, Kiarostami consigue el mismo efecto que los grandes maestros japoneses del haiku: concentrar en unas pocas palabras una tajada sólida de realidad, de vida, de filosofía, de realidad, de tiempo, de espacio.
Son composiciones que parecen destinadas a capturar la realidad a través del lenguaje. Su punto de partida es siempre la observación. Por lo tanto, se centran eminentemente en pequeñas experiencias, momentos y narrativas. Tratan alegría, tristeza, juego y desesperanza con el mismo lenguaje. Kiarostami prescinde de recursos poéticos habituales como la metáfora. Pero, de alguna forma, cada uno de sus pequeños poemas es en sí una metáfora.
Veamos algunos ejemplos:
Todo el ritual del sacrificio
ante mis ojos
se realizó
cuchillo y tenedor dispuestos
En la boca del desagüe
las pieles de las naranjas
dan vueltas
Puse el pie
más allá de la alfombra
no pasó nada
En mi vida no tan corta
ni tan larga
habrá nevado unos diez años
El único absoluto
es ese
yo soy yo
Si el prólogo de Santos Zunzunegui es interesante y el libro denso y precioso, al final tenemos un gran regalo. A modo de postfacio, encontramos De la imagen, de la letra y del movimiento, un diálogo entre Ahmad Taherí y Abbas Kiarostami. Es un diálogo extenso y rico en el que Kiarostami ahonda en su infancia, en su juventud, en su educación y en su relación con la poesía y el resto de las artes.
Todo el diálogo es imprescindible, pero me permito destacar un pequeño fragmento. Se trata de la respuesta que da Kiarostami a la pregunta de Taherí: ‘En la última década parece que se ha dedicado más a la literatura que al cine. ¿Será por alguna inquietud literaria?’.
K: No me atrevo a decir que soy un hombre de literatura, o sea, la literatura no es mi tarea. De niño mi padre, en sus conversaciones cotidianas nos recitaba poemas. Pensaba que eran sus poemas. Después de su muerte empecé a leer libros de poesía y me enteré de que no era así: los versos que decía mi padre eran de grandes poetas. No sólo la vida artística, sino la vida cotidiana de la sociedad iraní se produce acompañada por literatura, o mejor dicho, por la poesía. Mi interés por la literatura viene de ahí, de antes del cine y de la fotografía.
Pues ya sabes lo que te toca. Busca este libre y sumérgete en el fascinante universo poético de Kiarostami. Llévatelo a todas partes y ve rescatando, pescando o reencontrando sus poemas una y otra vez. Vete a dormir con ellos, despierta con ellos. Aviso: es una verdadera adicción.
Estaba dormido
cuando verdeció la hierba