David Lynch, atrapando el pez gordo

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Atrapa el pez dorado
David Lynch
Random House, 2014

Donald Trump gobierna el país más poderoso del mundo, Europa entera se blinda en una derecha inamovible, los refugiados de oriente próximo no tienen adónde ir, en nuestra península jamonera se restringe la libertad de expresión y un personaje tan cuestionable (por no decir otra cosa) como Rita Barberá recibe un trato póstumo que roza la canonización… La verdad es que la realidad es como para volverse loco.

En momentos así, uno se plantea de qué sirve lo que hacemos. Qué validez puede tener la difusión de la cultura, la creación, el arte, el cine y la poesía en un mundo despótico y satrápico. Mi segundo pensamiento es siempre que a lo largo de milenios de vida, no ha cambiado nada y que tampoco cambiará nada en el futuro. El tercer paso de mi bucle habitual es recordar a Theodor Adorno, que vivió durante la Segunda Guerra Mundial y se dedicó a pensar en profundidad sobre qué papel debía tener la creación ante una barbaridad como el Holocausto.

Una de las ideas centrales de su discurso es recalcar el papel de la educación en la sociedad.

“La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación. Hasta tal punto precede a cualquier otra que no creo deber ni poder fundamentada. No acierto a entender que se le haya dedicado tan poca atención hasta hoy. Fundamentarla tendría algo de monstruoso ante la monstruosidad de lo sucedido. Pero el que se haya tomado tan escasa conciencia de esa exigencia, así como de los interrogantes que plantea, muestra que lo monstruoso no ha penetrado lo bastante en los hombres, síntoma de que la posibilidad de repetición persiste en lo que atañe al estado de conciencia e inconsciencia de estos. Cualquier debate sobre ideales de educación es vano e indiferente en comparación con este: que Auschwitz no se repita. Fue la barbarie, contra la que se dirige toda educación.
Conferencia realizada por la radio de Hesse el 18 de abril de 1966. Fuente.

Llegados a este punto, alguien puede estar preguntándose: ¿qué diablos tiene que ver toda esta historia con David Lynch? Pues nada. O quizá todo. No lo sé. Pero dentro de mi mente, en un contexto tan desesperanzador, leer el libro de Lynch ha sido una especie de bálsamo para el alma. Un ensalzamiento del valor de la creación como forma de estar en el mundo.

david-lynchRandom House ha tenido a bien publicar el libro Catching the Big Fish: Meditation, Consciousness and Creativity, publicado originalmente por penguin en 2006.

En sus páginas, Lynch trata de forma más o menos aleatoria distintos aspectos relacionados con la creatividad, todo basado en su experiencia personal. Abundan los detalles sustanciosos sobre su carrera artística, sobre el proceso de rodaje de sus películas y sobre su práctica de la meditación.

Sinceramente, tengo que reconocer que éste último aspecto es el que menos me ha interesado del libro. O, al menos, el que creo que más se aleja del que probablemente sea el lector medio de este pequeño manual de creatividad. Que nadie me malinterprete, por favor. Entiendo el valor de la meditación, la aprecio, he tenido cierto contacto con la práctica y no tengo ninguna duda sobre su valor. Y si empiezas a meditar tras leer este libro, fantástico. Pero pienso que si no forma parte de tu universo, no pasa nada (Lynch lleva toda la vida entregado intensivamente a la práctica).

Lo que sí que creo que resulta de una gran utilidad es… todo el resto. El libro está cargado de anécdotas, reflexiones y consejos prácticos que cualquier creador (ya sea cineasta, novelista, pintor, poeta, videoartista o lo que sea) puede aplicar directamente a su práctica diaria.

El tono que utiliza Lynch es totalmente llano y directo. Que nadie espere aquí ni una guía práctica de meditación trascendental ni un sesudo ensayo sobre la estética lynchiana. Imaginad mejor que os vais de paseo por el parque con David Lynch, con un cucurucho de helado en la mano, y de repente empieza a decirte: “¿Te he contado alguna vez cómo decidí dedicarme al cine?”. Tú le dices que no, sonríes, y mientras paseáis a la sombra de unos olmos él empieza a contarte que mientras estudiaba Bellas Artes, a veces iba al cine, pero sólo quería pintar. Y entonces…

Un día estaba sentado en una sala enorme de la Academia de Bellas Artes de Pensilvania. La sala se dividía en cubículos pequeños. Yo estaba en el mío, serían las tres de la tarde. Me encontraba a medio pintar un cuadro de un jardín por la noche. Había mucho negro y plantas verdes que emergían de la oscuridad. De pronto las plantas empezaron a moverse y oí el viento. ¡No estaba drogado! Pensé que aquello era fantástico y comencé a preguntarme si el cine podía ser un modo de dar movimiento a la pintura.

A raíz de esta experiencia presentó una pieza en un concurso en la que proyectaba una pieza de animación en stop motion sobre una pantalla esculpida. La pieza gustó mucho y le cogió cariño al formato de imágenes en movimiento. Y así nació el Lynch cineasta.

¿Quieres saber cómo surgió el personaje de Bob de Twin Peaks? ¿Quieres saber cómo enfocarte mejor en tu creación? ¿Quieres saber cómo se han compuesto algunas de sus bandas sonoras? ¿Quieres pasar un buen rato con una colección de recuerdos de Lynch? Pues todas estas anécdotas y más las encontrarás en Atrapa el pez dorado. No te arrepentirás. Será un libro que releerás. Créeme.

 

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