Yoko Ogawa. La fórmula preferida del profesor
Desde que leí La policía de la memoria quería volver a introducirme en las fascinantes historias de la escritora japonesa Yoko Ogawa. Y la biblioteca me ha ofrecido esa oportunidad con La fórmula preferida del profesor. Tengo que reconocer que iba con ciertos reparos, las matemáticas y yo no somos muy amigas. De hecho, no nos hablamos desde hace siglos. Fuera bromas, que las matemáticas sean parte de la trama me tiraba un poco para atrás, pero siendo Ogawa decidí lanzarme a la piscina. Por suerte, lo hice y no me dejé llevar por mis odios personales.

En La fórmula preferida del profesor, Ogawa nos cuenta la historia de una joven madre soltera que empieza a trabajar como asistenta en la casa de un viejo profesor de matemáticas. Este perdió la memoria en un accidente de coche. Bueno, en realidad tiene memoria a corto plazo, exactamente unos 80 minutos. Si pasa más de ese tiempo sin ver a una persona, por ejemplo, se olvida de ella y de todo lo que ha pasado. Incluso olvida que ella es su asistenta.

Unas notas que el profesor lleva adjuntadas en su propia ropa le recuerdan cosas cruciales. Por ejemplo, esa fórmula matemática en la que sigue trabajando, la cara de su asistenta o que esta tiene un hijo de 10 años al que empezará a enseñarle matemáticas y al que llama cariñosamente Root (raíz cuadrada en inglés). Entre ellos tres se establecerá una relación especial, llena de dificultades pero a la vez entrañable. Y siempre con las matemáticas de fondo.
Esta es una historia sentida pero no sobre matemáticas. Es una historia de amistad, de relaciones, de personas que se conocen y que encuentran el propósito de su vida gracias a ello. Aunque a primera vista parezca que nada pueden tener en común una asistenta, un niño de 10 años y un profesor de matemáticas desmemoriado. Lo cierto es que tienen muchos más puntos de encuentro de los que se imaginan. Aunque parezca que lo que les une es el trabajo de ella, en realidad, son las matemáticas. Con ellas se sentirán los unos cerca de los otros, pero hay mucho más detrás. Los números pasan a convertirse en sentimientos, en amistad, en relaciones que durarán eternamente, a pesar de que la memoria del profesor sea efímera.
Confieso que me leí La fórmula preferida del profesor en un solo día y del tirón. No podía parar. Y es que la prosa de Ogawa es tremendamente adictiva y sus historias siempre tienen elementos sorprendentes que te enganchan. La podéis leer en castellano editada por la Editorial Funambulista. Quizás no os haga amar las matemáticas, conmigo no ha funcionado en ese sentido, pero estoy segura de que os atrapará desde la primera página.
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