Vanesa Muñoz, la realidad no existe (II)

Hoy os traemos la segunda parte de la extensa entrevista que le hemos hecho a la escultora Vanesa Muñoz, donde desgrana su filosofía y sus procedimientos creativos.

¿Dirías que tu proceso creativo es más bien espontáneo o planificado?

En mi caso la obra es bastante planificada. Poco dejo a merced del azar, a no ser que ese error de la técnica sea una semilla para un posterior planteamiento. Pero por lo general los errores los aplico más tarde, en la pieza presente. Sería más un acto de chapuza que un azar airoso. En ocasiones aporta, pero son un porcentaje pequeño.

Es cierto que la disciplina del escultor requiere de concentración y un plan previo. Dejarse llevar puede conllevar serias consecuencias; en el mejor de los casos acarrea una pérdida de material costoso o único. En el peor, perder un dedo con la radial o quedarte ciego por no tomar las precauciones correspondientes.

El oficio de escultor dista mucho de la idea fantasiosa del artista que, embriagado por la inspiración, en un estado alterado de conciencia, se deja llevar sin rumbo, realizando obras maestras. En mi caso no es así. Llega un momento que tienes cierto estado de embriaguez, momento mágico donde suceden muchas cosas, pero es más un efecto de estar exhausto después de horas trabajando. Inspiración divina.

A veces investigo confrontaciones de materiales y formas. Estas sí las trato de manera intuitiva, pero no como obra acabada, sino como posibles caldos de cultivos para futuras interpretaciones.

Diría que el porcentaje está en 90% a 10%, lo planificado y lo espontáneo respectivamente.

Imagen de la obra Allegro III de Vanesa Muñoz
Allegro III, 2019

Además de formarte como escultora, cursaste estudios de Filosofía. ¿Cómo crees que esto ha influenciado o afectado a tu arte?

Afectó totalmente. Como ya comenté, mi obra va intrínsecamente unida a mi evolución personal. A valorar desde las conclusiones más abstractas, hasta las más tangibles. La digestión del caos que nos rodea a través del proceso creativo. Acentuó más mi carácter de electrón libre. No adoptar las ideas establecidas, tanto lo que se espera de la escultura como de la vida. Descubrí que la clave no era ser original, sino ser auténtico. Esto solo es posible con el conocimiento interno rascando hasta la oscuridad más opaca. No hay nada más exótico que ser uno mismo.

Por supuesto, lo apliqué a introducir materiales no convencionales, a dar prioridad a la experiencia consciente.

Lo más importante de dichos estudios fue su aportación en tener un sentido más crítico con el pensamiento. Distinguir un pensamiento de una creencia. El pensamiento siempre debe llevar un argumento que lo sostente; si no, es creencia.

No es lo que tallas, sino la experiencia y sensación que te embarga haciendo. La acción como base para la alegría.

Has mostrado tu interés por la física y las matemáticas. ¿Cómo se refleja esto en tu obra?

Hubo un momento, que sentía algo de fatiga ante la filosofía. No dejaban de ser reflexiones subjetivas que, aunque eran atractivas, me resultaban insuficientes en un conocimiento más explícito sobre la realidad que nos envuelve.

La física satisfizo con creces mis sed de respuestas. Empecé a ver explicación más precisa y coherente con mis preguntas sobre el entorno y la materia desde lo más primigenio. Adoptar la incertidumbre como generador de vida.

Opté por una escultura que no buscaba la permanencia, que jugaba a formas que no pudieran captar en la totalidad. Juegos ópticos y composiciones más dinámicas. Comencé a crear series; ya no entendía ciertas formas como independientes, sino que formaban parte de algo más complejo.

Desde introducir imanes y entender que la mera observación del espectador variaba en la experiencia. La realidad te contesta dependiendo del código de tu pregunta. Particular u honda. Ambas válidas. No somos meros observadores de la realidad, somos actores de la misma.

Introduje el color de manera más radical. Tonos vibrantes y chillones. La pintura no era un añadido o algo para cubrir. Era identidad propia. El color pasó a ser un material más, equiparable en importancia a la madera o el hierro. Ya no eran tallas pintadas; la escultura estaba construida a base de madera, hierro y azul.

Imagen de la obra Dualidad onda partícula de Vanesa Muñoz
Dualidad onda partícula, 2017

Has dicho alguna vez que concibes la obra como «una hermosa ecuación, un teorema». ¿Podrías elaborar esta idea?

Me refiero a que la obra de arte es la conclusión de un concepto más complejo. En el caso de las matemáticas, dicha idea tan amplia se comprime y reduce a una fórmula, una ecuación.

En cuanto a una obra de arte, la distinción es el canal en que ambos se comunican. En el caso de la ciencia, es de uno para todos. Sin embargo, en el arte el vínculo es más íntimo, es de uno para otro.

En conclusión, en ambos casos, tanto la ecuación como la obra de arte se independizan del autor para ser aprovechadas y disfrutadas de manera autónoma.

Oteiza dijo que «la escultura pesa hacia arriba». ¿Cuál es para ti la relación entre escultura y poética?

Oteiza incidió bastante en este concepto, sobre todo en el trabajo que realizó para la fachada del Santuario de Aranzazú. Concebía los vacíos de la forma como una manera de ascensión, de unión con lo espiritual, un proceso de depuración que eleva la forma al plano místico.

Trabajaría así con el espacio desocupado como el peso que se eleva hacia arriba. Era tremendamente espiritual en crear una obra metafísica.

La escultura tiene bastante que ver con la poesía, aunque a lo largo de los años se haya visto más en la pintura. Al llegar las vanguardias y especialmente el surrealismo, se palpó y adoptó que la poesía visual podría llegar emocionalmente igual que un soneto.

En el caso de la escultura, concibo que de igual manera que el poeta echa mano de sus herramientas (las paradojas y los ritmos), la escultura también tiene una armonía de masas y vacíos, de contradicciones, plasmándose en rectas y curvas o contrastes de color.

La obra logra transferir emocionalmente al espectador. Una obra es capaz de evocar un sentimiento jocoso o por el contrario emanar una sensación de sobriedad aplastante.

Imagen de la obra Broken monolith de Vanesa Muñoz
Broken monolith, 2014

¿Cómo se logra rechazar lo superfluo e ir a lo esencial?

Lo esencial siempre estará en la honestidad creativa. No hay nada más superfluo y falto de autenticidad que lo pretencioso y efectista.

Pienso que la creación es sobre todo una actitud ante la vida. Más allá de tu estilo artístico. El coraje y valentía que ejerzas en tu día a día se ve plasmado en tu obra. Si pasas por la existencia sin demasiadas concesiones, sin implicación, se refleja en la obra sin fuerza, totalmente carente de vitalidad. La responsabilidad de ser libre y estar en constante evolución

personal es un camino hacia la excelencia.

Tanto si es un simple trazo como la escultura más sofisticada, deben ser coherentes con lo que se quiere expresar y no con lo que el oyente quiere oír.

En mi caso personal, huyo totalmente de una idea que es simplemente atractiva o sugerente. Exijo que la obra me planteé incógnitas mentales, más que las meramente estéticas. Entonces nos encontraríamos con una escultura que estéticamente complace pero que conceptualmente aburre.

Metafóricamente, es como un triángulo equilátero entre cabeza, manos y corazón. Si en la composición sólo se aplica el corazón, se puede caer en la decoración, estéticamente efectista pero conceptualmente aburrido. Si en la composición tan sólo aplicamos la cabeza podemos adentrarnos en una obra plana carente de alma y de vigor. Siendo una ocurrencia más que una idea.

¿Orden o caos?

¿Acaso se pueden separar? Están inexorablemente unidos. No hay nada más alejado de la realidad que no aceptar que la vida está llena de dualidades. El caos es generador de orden… y de ahí vida. En el libro Complejidad, Roger Lewis expone de manera brillante esta idea.

Hago el paralelismo por este afán de buscar el equilibrio ciego, obviando que éste se compone de un lado oscuro y otro luminoso. Si aceptas la dualidad, entenderás con mayor claridad todos los matices que existen entre ambas.

Ahí en la consciencia del claroscuro está el verdadero equilibrio. La rabia, la tristeza o la adversidad son tan naturales como el gozo y la alegría.

En una época en la que me obsesioné en libros y documentales de neurobiología, leí que una de las revelaciones más sorprendente fue el descubrimiento que en realidad somos dos personas: el hemisferio izquierdo y el derecho. Es a través de los procesos sinápticos que hacemos de ello una cuestión integradora. Así que nosotros somos al mismo tiempo orden y caos.

Imagen de la obra Solid Desire de Vanesa Muñoz
Solid Desire, 2019

Tienes un largo recorrido como artista profesional, con presencia en galerías y ferias de arte. ¿Qué consejo le darías a un artista joven que quiera dedicarse profesionalmente a la producción artística?

Bueno, esta pregunta sí que es complicada… Les diría que debe estar en tu ADN, ser vocacional. Que sea el único motor que mueve tu vida. Si no es así, no compensará el esfuerzo y sacrificio que se emplea.

La clave es que la vida hay que vivirla con alegría. Yo me dedico a la escultura porque es lo único que realmente me hace feliz y no conozco un mejor lugar en el mundo que estar en mi taller. Si me hiciera feliz hacer panes, no dudaría en ser panadera.

Depende mucho de las disciplinas, pero siempre implica un coste emocional y monetario. Confrontarse a la frustración y de aquellos que te dicen: ¿Qué? ¿Sigues jugando a querer ser escultora?

Si se quieren dedicar profesionalmente, tendrán que asumir que es su pasión pero también su empresa, y ante todo necesitarán ser constantes y dar lo mejor de sí mismos en cada obra, explotar los límites. Pero esta empresa no será de las que comienzas con pingües beneficios. Será de aquellas que inviertes todo el tiempo en pérdidas hasta que comience a haber beneficios. De las de 24/7.

También que sean humildes. El talento ayuda, pero creo que es lo menos importante. Lo fundamental es ser trabajador, ambicioso en mejorar uno mismo. Eliminar por completo el ego. Eso no te ayuda a evolucionar. Para aprender debes situarte en el principio de posibilidad de estar equivocado. Eso el ego no lo permite. He visto torres muy altas caer por culpa del ego.

Hacemos arte, pero ante todo somos personas. Tanto galeristas, como artistas, coleccionistas o representantes. Y no conozco a nadie que le guste que le traten mal. Yo siempre he tenido mucha suerte en ese aspecto. Si alguna vez tuve alguna mala experiencia, no lo tomaría como tal. Imagino que me ayuda que haber trabajado desde los catorce años en varios sectores que nada tenían que ver con el arte. He sido camarera y cocinera, he limpiado casas, he puesto parqué y he tirado muros. Separo perfectamente lo que es trabajo con lo que es personal. Tampoco me interesó nunca la docencia.

No deben ser clasistas en lo que hacen ellos o los demás. Creo que aquí también viene el error, a mi parecer, de identificarse con lo que uno hace. La etiqueta de artista puede ser muy glamurosa, pero puedes olvidarte de lo importante que es ser honesto y transmitir verdad. En todos estos años que he ido posicionándome, he oído comentarios despectivos por aquellos que ya no se dedican a la producción artística y se dedican a dar clases, o se fueron por la rama del escaparatismo, o simplemente pusieron un bar o tuvieron descendencia. No es debilidad, es encontrar su propio camino.

Yo no tengo, ni hijos, ni hipoteca, vivo de aquí y allá, priorizando siempre el taller. Opté por una vida en la que si es necesario decidir si compro comida o lijas, siempre optaré por ir a la ferretería.

Por suerte, eso poco a poco va cambiando mientras sigues tu camino. Pero si no es tu prioridad, no compensará. Y lo último y creo lo más importante, nunca, nunca paguéis por exponer. Invertid vuestro dinero en producir.

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