‘Twin Peaks’, T3. Partes XIII a XVI: Lynch contemporáneo, Lynch moderno (V)

[Sí, el siguiente texto contiene información relevante relacionada con el devenir de la tercera temporada de’ Twin Peaks’. Leerlo implica asumir el destripe de la misma]

Parte XIII. Rindiendo cuentas

Dougie, el nuevo mejor amigo del hampa de Las Vegas, retorna a su empresa tras una noche movidita. Y lo hace cargado de regalos ante la atónita mirada de Anthony, el compañero-Judas que esperaba un desenlace bien distinto. Ahora tendrá que ser él personalmente el que se deshaga del molesto Cooper “en trance”.

Los hermanos Mitchum no cejan en su empeño de demostrale su agradecimiento a Dougie y mandan instalar un auténtico parque recreativo en el jardín de su casa. La mujer no da crédito a su buena suerte.

El Cooper oscuro viene a pasar cuentas con Ray, metiéndose hasta la cocina en un bastión de sicarios, el mismo en el que ha ido a refugiarse Richard Horne, en búsqueda y captura por un atropello y varias tentativas de asesinato. Renzo, el líder de esta camarilla, decide echarle un pulso (literal) que terminará con fractura pélvica y hundimiento craneal. A solas con Ray, Cooper logra sonsacarle información valiosa: el mismísimo Phillip Jeffries (ver parte XII) fue el que lo contrató para matarlo. Le dice que él (el Cooper oscuro) tiene “algo dentro que ellos quieren”. También le preocupa saber si alguna vez salió a colación el nombre del mayor Briggs.

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Ray continúa sincerándose: le dijeron que llegado el caso de su defunción le pusiera un anillo (de desconocidas propiedades) en el dedo. El Cooper oscuro le insta a que se lo ponga él, en el anular izquierdo. Y le vuelve a preguntar sobre lo que le obsesiona desde un principio: ciertas coordenadas que conocía Hastings (el director de instituto recién asesinado tras sus diversos encuentros con el mayor Briggs). Está claro que parecen señalar un lugar al que nuestro Cooper brutal necesita volver.

Antes de ser ejecutado, Ray le confiesa que la última vez que supo de Phillip Jeffries estaba en un lugar llamado The Dutchman’s, aunque “no es un sitio real”. Al expirar, el anillo que llevaba en el dedo reaparece en el suelo de la Logia Negra.

En la comisaría más alocada de Las Vegas confirmamos que el trío policial tiene un vínculo fraternal. Sabremos también que las huellas dactilares de Douglas Jones coinciden con las de un tipo recientemente fugado de una prisión de Dakota del Sur: nuestro Cooper oscuro. Ambos son distintos y son el mismo.

Aparece por las dependencias el ínclito Anthony, poco ducho en sus nuevas atribuciones como liquidador. Le pregunta a un tal inspector Clark –también bastante corrupto- si conoce de algún veneno indetectable con el que darle matarile a Dougie. Le recomienda la aconitina. Resulta no ser el único policía de la comisaría a sueldo del Sr. Todd…

El intento de asesinato por envenenamiento de Dougie (vertiendo el líquido letal en su café) no prospera. Anthony se derrumba en el último momento y confiesa su tentativa.

En el RR, Shelly recibe una llamada telefónica de su hija Becky, preocupada por el paradero de Steven, su yonqui favorito. Avanzada la tarde, Ed y Bobby (los respectivos parternaires de las dos camareras más longevas del lugar) comparten cena y soledades en una de sus mesas. La “Doble R de Norma” se ha convertido en una franquicia con cinco locales y el contable –con el cuál Norma anda en relaciones- le recomienda algunos recortes en calidad para sacarle más beneficio al asunto.

Nadine, la ex de Ed, sigue obsesionada con las cortinas y también con el doctor Jacoby. Su idolatría hace del encuentro con este último un momento mágico, en el que una vieja llama parece renacer. ¿Epifanía o fenómeno fan?

De vuelta en el fatídico número 708, la madre de Laura Palmer tiene su habitual sesión nocturna de alcohol y combates de boxeo.

Audrey sigue preocupada por su amante, ante la más que evidente pasividad de Charlie. En general, toda ella vive instalada en el principio de extrañeza, “como si estuviese en otro lugar y fuese otra persona”. Se siente ajena a sí misma, como si estuviese perdida en el “bosque de Ghostwood”.

James Hurley, el chico de la moto, el amante secreto de Laura Palmer, interpreta nuevamente Just You en el Roadhouse. Y digo nuevamente porque este tema, escrito por David Lynch, ya sonaba en la serie clásica. Lo coreaban, rendidas de amor, Donna y Madeleine y viene a ser una dulce muerte por sobredosis de azúcar adolescente:

“Just you
And I
Just You
And I
Together forever
In love
Just you (just you)
And I (and I)
Just You (Just you)
And I (And I)
Together forever
In love
In love
We go strolling together
In love
We go strolling forever
Oh oh oh
Just you (just you)
And I (and I)
Just you (just you)
And I (and I)
Together forever
In Love
Just you
And I
Just you
And I”

Epílogo: en su poca concurrida gasolinera y taller mecánico, Ed pasa las horas muertas, cavilando.

Parte XIV. ¿Estará todo escrito?

Desde Buckhorn, Gordon contacta con el sheriff de Twin Peaks, que le informa de que las recién encontradas páginas perdidas del diario de Laura Palmer apuntan a la existencia de dos Coopers.

Albert sigue poniendo al día (¿examinando?) a Tammy sobre los casos en los que se sustenta su investigación actual. Da una especial relevancia al primero de ellos: aquél que en 1975 concluyó con las misteriosas palabras –previas a su desmaterialización- de la agonizante Lois Dufy: “soy como la rosa azul”. Todo ello ante la mirada alucinada de dos agentes del FBI (Gordon Cole y Phillip Jeffries) y de otra mujer… ¡idéntica a Lois Dufy! Arrestada por este supuesto crimen, terminó por ahorcarse antes siquiera del juicio.

¿Se trató, pues, de otro dramático caso de doppelgängers enfrentados? La rosa azul es un artificio (un “tulpa” según las propias palabras de Tammy), sin presencia real en la naturaleza. El tulpa (un concepto derivado de textos budistas) “es una construcción mental, un ente místico creado por un acto de la imaginación y de la voluntad que adquiere consistencia física”. Algo que existe sin realmente ser. Algo insertado en un medio que le es ajeno y con una finalidad desconocida. ¿Malévola, la mayor de las veces?

Diane se suma a la fiesta. Interrogada sobre si el Cooper oscuro le informó sobre algún encuentro con el mayor Briggs aquella lejana noche de su postrero encuentro, responde que si. Además, al saber de la inscripción que aparece en el anillo encontrado en el estómago de este último, reconoce que tiene una hermanastra con el mismo nombre (Janey E.) casada justamente con Douglas Jones.

Antes de separarnos de este animado grupo, Gordon tiene a bien compartir con nosotros su sueño de la noche anterior, uno en el que se encontraba con Monica Bellucci en un café de París (por lo visto tiene sueños recurrentes con esta actriz). También se hallaba presente el agente Cooper, aunque no pudo verle la cara. Monica suelta una frase enigmática, casi un resumen de todo el cine de Lynch: “Somos como el soñador que sueña y luego vive en el sueño”. La cuestión, como apunta ella misma, es… ¿pero quién es en realidad el soñador? En otras palabras: ¿estamos seguros de cuál de los dos planos es el real –no ya sólo en esta Twin Peaks, sino en nuestra propia vida-?

En su “sueño Bellucci”, la actriz le insta a mirar a sus espaldas, para descubrirse a sí mismo, hace mucho tiempo, escuchando a su vez un sueño de Cooper (ocurría a las 10:10 de la mañana de un 16 de febrero, según su relato), antes de la reaparición de Phillip Jeffries. Este, posiblemente ya un tulpa, señala al propio Cooper y le pregunta a Gordon si podría asegurar realmente quién es.

De vuelta a la comisaría de Twin Peaks, el corrupto agente Chad es arrestado y encerrado por el resto de sus compañeros. Acto seguido, Frank, Andy, Bobby y Hawk se adentran en los bosques, en pos de ese “palacio de Jack Rabbit” donde el mayor Briggs y su hijo solían pasar tardes enteras fabulando. Para aventurarse hasta el lugar convenido deberán introducir tierra en sus bolsillos.

En lo más profundo del bosque, un bosque amenazante surcado de líneas eléctricas apenas disimuladas por las copas de los abetos, dan con una mujer de rasgos asiáticos y con los ojos sellados (la misma que vimos en la parte III lanzarse desde lo alto de una de las estructuras tubulares tras guiar a Cooper). A las 2 horas y 53 minutos del día convenido, conforme a la nota dejada por Briggs en el cilindro metálico (véase parte IX), se forma un inmenso vórtice de energía que absorbe a Andy. Este aparece “al otro lado”, donde el gigante se le presenta como “el bombero”, permitiéndole una serie de visiones (desde los dos Coopers a la mañana en que se supo del asesinato de Laura Palmer, desde postes eléctricos a su querida Lucy vagando a tientas por los pasillos de la comisaría). Cuando retorna al bosque, lo tiene claro: la desconocida debe de ser protegida porque quieren matarla.

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Mientras tratan de averiguar qué hacer con ella, la encierran en una de las concurridas celdas del calabozo. Allí está el recién arrestado Chad y un desconocido bastante perjudicado, con una herida en pleno rostro y una tendencia innata al farfullado (¿se tratará de uno de esos ‘tulpa’ que repiten de manera mecánica lo que escuchan decir a los demás, como ese agente Cooper idiotizado con el llevamos conviviendo catorce episodios?).

En las inmediaciones de El Gran Norte descubrimos que Jimmy, el chico de la moto, es ahora guardia de seguridad y tiene un extraño amigo: Freddie, un joven con una mano enfundada a perpetuidad en un guante con el que es capaz de ejercer una fuerza devastadora y cuyos poderes todavía no está muy seguro de poder controlar. De la conversación entre ambos descubrimos cuál es la principal razón para frecuentar tanto el Roadhouse: una tal Renee, infelizmente casada y que le hace tilín a Jimmy.

La historia sobre el guante “destructor” no tiene desperdicio: al parecer su poseedor fue absorbido por un vórtice, “un gigantesco túnel en el aire” (como esos que aparecen cada vez que se produce una interacción entre las dos dimensiones que coexisten en el relato: la gobernada por el “bombero” pero bajo el poderoso influjo de la Logia Negra y la nuestra propiamente dicha, ese “presente” narrativo que no nos deberíamos de cansar de entrecomillar). Fue este personaje el que le dijo “ve a la ferretería cerca de tu casa. Allí, verás un estante con guantes de jardinería verdes. Un paquete ya estará abierto, que contendrá el guante de la mano derecha. Compra ese paquete y ponte el guante en la mano derecha. Y tu mano derecha tendrá la fuerza de un enorme martillo pilón” (…) “Cuando te hayas puesto el guante vete a Twin Peaks, Washington, Estados Unidos de América. Allí encontrarás tu destino”.

La madre de Laura Palmer en su descenso a los infiernos, recala en un bar de carretera donde es acosada por un habitual que se dedica a denigrarla de palabra. Ella le avisa de que como no pare “se lo comerá”. Y eso es exactamente lo que acaba haciendo: desgarrarle medio cuello no sin antes mostrarle su verdadero rostro, el de los seres vacíos venidos del otro lado.

En el Roadhouse, la juventud local sigue perpetrando maldades. A quien parece ser Tina (que anda entrando y saliendo del “manicomio” por un problema de adicción) le preguntan por Billy, ese amante de Audrey por el que esta última andaba tan preocupada. Al parecer se le apareció en casa tras saltar la valla, sangrando abundantemente y sin dar mayores explicaciones sobre su comportamiento. Está segura de que Billy tenía un affair con su madre (¿Audrey?), pero interrogada por su amiga dice que el nombre de su progenitora es Tina (¡¿ella misma?!). Parece evidente que la chica no anda muy fina.

Epílogo: la canción que cierra capítulo es de Lissie: Wild Wild West. Personajes lejos de casa demasiado acostumbrados al lado salvaje… pero convencidos de que al final, de una u otra manera, estarán bien.

“Are you out there
To take away my fear?
I haven’t lost my hope
Even though I am so far from my home
I’ve been living my life on the edge
Slip and fall if I take one more step
There’s safety in numbers, I guess
But I’m going rogue in the wild, wild west
Wild, wild west
Wild, wild west
Wild, wild
From where I stand
There’s a world where you can
All that you lost, you get back
And all that you want, you can have
I’ve been living my life on the edge
Slip and fall if I take one more step
There’s safety in numbers, I guess
But I’m going rogue in the wild, wild west
Wild, wild west
Wild, wild west
Wild, wild
I’ve been dancing in the moonlight
I’ve been laughing with this firelight
Living, I’ve been giving
I’ve been living with the firelight
I’ll be fine, fine
I’ll be…”

Parte XV: el adiós de la señora Leño

Comenzamos con una muy motivada Nadine, pala dorada al hombro, acudiendo al encuentro de Ed. Le reconoce que ha sido una egoísta y que siempre ha sabido de su amor por Norma. Lo libera de sus supuestas obligaciones morales y le pide que corra a su encuentro.

Así lo hace Ed, contagiado del subidón (y mecido también por el mismísimo Otis Redding y su I’ve been loving you too long, que quieras que no ayuda). Pero las cosas no salen según lo previsto: Norma tiene visita de su ligue –el peripuesto Walter- y Ed se tendrá que conformar con una taza de café y “una pasta de cianuro” mientras ella… ¡no, esperen! ¡Ella le da puerta a ese farsante y acepta casarse con Ed, mientras el cielo mismo parece compartir tanta dicha! (aprovechad el único momento de luz, porque el episodio viene cargadito de oscuridad).

El Cooper oscuro nos lleva hasta un lugar conocido: esa gasolinera abandonada que es uno de los portales de entrada a la Logia Negra. Los guardianes del lugar son esos tipos chamuscados que parecen recién salidos de alguna mina. Cooper está buscando al mismísimo Phillip Jeffries, ese que ahora sabe está detrás de su intento de asesinato.

Lo que queda de Phillip Jeffries emana de una de esas campanas electrificadas. Dice no estar detrás de “la llamada” de hace cinco días al Cooper oscuro (cuando tuvo lugar su accidente automovilístico) y echar de menos el que antes “hablasen” (¿se comunican de alguna manera estas entidades malvadas aparentemente aisladas entre sí?). De su último encuentro (que se remonta a 1989) recuerda que no quiso hablar de una tal Judy… ¿será ella quién tenga algo personal contra el Cooper oscuro?

A la salida de su conversación con Phillip a Cooper lo aguarda el nieto de Ben Horne, cuyos coqueteos con el lado oscuro le permiten, de pleno derecho, trabar conocimiento con el Mal. Tras ser desarmado se convierte en su copiloto, enrolados ambos en un viaje hacia no sabemos muy bien dónde. La gasolinera donde ha tenido lugar el intercambio de información se desmaterializa ante nuestros ojos.

Nos adentramos en el bosque de Ghostwood, donde encontramos a Steven, el novio pasado de vueltas de la hija de Shelly. Se echa en cara algo que no sabemos si hizo él o su sufrida pareja (ver Parte XI): ¿será Steven la manifestación “oscura” de esta cuando está bajo los efectos de las drogas? ¿Son ambos la misma persona?

De manera inhabitual, nos presentamos en el Roadhouse a mitad de capítulo para escuchar el Sharp Dressed Man de ZZ Top. Es allí donde tiene lugar el encuentro entre Renee, Chuck (su celoso marido), Jimmy y su todopoderoso compañero de trabajo, el chico del puño mortífero. La trifulca terminará con los dos últimos en los calabazos de Twin Peaks, junto al policía corrupto, la guturante ciega y el borracho hemorrágico.

El Sr. Todd aguarda noticias de Anthony, pero es liquidado antes por nuestra asesina a sueldo amante de la comida basura.

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Dougie enciende la televisión en plena emisión de El crepúsculo de los dioses. Concretamente en la escena del encuentro en los estudios entre Gloria Swanson / Norma Desmond y Cecil B. DeMille, que concluye con este último pidiéndole a un subalterno que “llame a Gordon Cole y dígale que se olvide de ese coche”. Ese nombre, Gordon Cole, parece despertar algo en el subconsciente de nuestro Cooper bueno, huésped en el cuerpo de Dougie. Su mirada se pierde nuevamente en una toma de corriente, hacia la que avanza a gatas para acabar electrocutándose con un tenedor que introduce en los ranuras.

Margaret (la Sra. Leño) habla con Hawk una última vez. Le dice que se está muriendo, y que la asume “como un cambio, no un fin”. Le pide que esté vigilante, que tenga cuidado “de la cosa (…) bajo la luna en la montaña Blue Pine”.

Finalmente Audrey convence a su marido Charlie para ir en pos de Billy al Roadhouse, no sin antes regalarnos una última escenita de desacuerdos maritales.

Epílogo: en el Roadhouse una joven solitaria es vejada por un par de facinerosos. Los títulos de crédito discurren sobre el patio de la casa donde ha tenido lugar el encuentro entre el Cooper oscuro y Phillip Jeffries.

Parte XVI: el último baile

El final del camino –fijado por esas coordenadas que ha obtenido de hasta tres fuentes distintas el Cooper oscuro- le llevan a este y a su improvisado escudero (Richard, el asesino de moda en Twin Peaks) a lo alto de un risco. Este último sufrirá una descarga fatal, celada en principio preparada para Cooper. Testigo de todo ello ha sido Jerry Horne, que lleva ya una decena de capítulos perdido por los bosques de los alrededores.

Nuestros dos asesinos a sueldo verborreicos se apostan frente a la casa de Dougie, el último que resta por ser eliminado. El FBI también anda tras la pista, interesado en hacerle unas cuantas preguntas. El lugar cada vez está más concurrido, pero el desencadenante del esperado tiroteo acaba siendo un vecino convencido de que la furgoneta de nuestro funesto dúo está ocupando su vado.

Mientras tanto el Cooper bonachón parece haber quedado en coma tras su reencuentro con la sagrada electricidad. Los mafiosos de Las Vegas –de los cuales se hizo tan amigo- se deshacen en atenciones hacia su mujer e hijo, pero no tendrán que prodigarlas mucho más: desde la Logia Oscura, el manco celebra el “despertar” definitivo del agente Cooper (“al 100%”, según sus propias palabras). “El otro no ha regresado. Sigue fuera”, le avisa su mentor desde el otro lado. La visión concluye cediéndole a Cooper un anillo y asegurándole que tiene “la semilla” (un de esas bolitas macizas que parecen ser todo lo que queda de uno tras migrar por última vez al otro lado). Cooper le pide que “haga otra” a partir de su propia pelambrera.

El Cooper revivido no tiene tiempo que perder. Se enfunda (¡por fin!) en su traje de agente del FBI “clásico”, les pide ayuda a los hermanos Mitchum (un avión privado con el que espera plantarse lo más rápidamente posible en Spokane) y deja un mensaje para el agente Gordon. La acción se precipita.

Diane recibe un último mensaje del Cooper oscuro (“todo”), palabra que parece hacerle recordar ciertas coordenadas y dotarla de gran determinación. En este estado diríase que de trance se dirige donde Gordon y los suyos, que ya parecen estar aguardándola en su habitación del hotel.

Así sabremos que la noche en que Cooper fue a verla por última vez (tras estar cuatro años sin saber de él) las cosas no fueron precisamente bien. Diane fue violada y llevada a una “vieja gasolinera”, donde debió de completarse el proceso de transformación. Tammy y Albert se deshacen de la tulpa-Diane que confiesa haberle enviado al Cooper oscuro las coordenadas de la oficina del sheriff. Ahora sabemos hacia dónde se dirige finalmente el Cooper oscuro: Twin Peaks.

Diane reaparece en la Logia Negra, donde nuestro manco favorito le informa de que alguien debió de “fabricarla”. Su rostro se resquebraja y evapora, quedando reducida a la semilla original que sirvió para materializarla (una de tantas bolas doradas vistas hasta ahora).

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En uno de los casinos de Las Vegas, Cooper se despide de su familia adoptiva, prometiendo volver algún día (“cruzaré la puerta roja y me quedaré para siempre”). Camino del aeropuerto revela su verdadera identidad e intenciones a sus generosos anfitriones.

En el Roadhouse actúa Edward Louis Severson (Eddie Vedder para los amigos). Está interpretando Out of Sand en el momento en el que irrumpe la atribulada Audrey.

“Can’t climb to heaven on the cross
One liar’s promise drained the blood from my heart
Came a message in the dark
Offered the hand of a disembodied man
While I still had the chance

Now it’s gone, gone
And I am who I am
Who I was I will never be again
Running out of sand

I stare at my reflection to the bone
Blurred eyes look back at me
Full of blame and sympathy
So, so close
Right roads not taken, the future’s forsaken
Dropped like a fossil or stone

Now it’s gone, gone
And I am who I am
Who I was I will never come again
Running out of sand

A drunk octopus wants to fight
Fearful of dreams, there’ll be no sleep tonight
Fine at dinner, dead by dessert
Victim or witness, we’re gonna get hurt
A fragile existence with echoes of wrath
I can’t stop the bleeding nor the tears from thine eye
There’s another us around somewhere with much better lives
With God as our witness but he won’t testify

Oh now it’s gone, gone
And I am who I am
Who I was I’ll never have the chance
Running out of sand
Running out of sand
Running out of sand”

Tras un Martini, Audrey está dispuesta a ejecutar su danza. ¿Acaso le queda otra alternativa?

Epílogo: mientras suena el tema clásico de Badalamenti, Audrey (el personaje, la actriz, el concepto) se contonea por la pista de baile del Roadhouse. Una despedida fascinante a la sensual, misteriosa e impulsiva hija de Ben Horne, que despertará al otro lado del espejo tras una trifulca entre dos habituales.

[Próxima entrega: capítulos XVII y XVIII. Conclusiones]

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