L’Alternativa, Festival de Cinema Independent de Barcelona (I). De abuelos a padres, a hijos, a nietos, a…
Este año, L’Alternativa, Festival de Cinema Independent de Barcelona celebra nada menos que su vigesimo segundo aniversario. A pesar de los tiempos que corren y no acaban de sernos propicios, a pesar de la omnipresente y despiadada crisis, a pesar de los innumerables recortes en cultura y educación; factores todos ellos que, no por haberse convertido en lugares comunes de las conversaciones cotidianas, dejan de representar preocupaciones acuciantes. Pero a lo que íbamos: veintidos años nada menos, y tal vez sea éste motivo más que suficiente para estar de celebración y festejar al menos la persistencia, la tenacidad y el riesgo que supone apostar por un cine al margen de la industria convencional –donde quiera que esté ubicado ese difuso margen del que todo el mundo habla–.
Una vieja cinta VHS Panasonic con algunos fragmentos de grabaciones televisivas es el único detonante que el poeta y performer Ross Sutherland necesita en Standby for Tape Back-Up (2015) para guiarnos a través de un sugerente y emotivo viaje al pasado. Sutherland, como todos aquellos que nacimos en los años ochenta, es una criatura híbrida de infancia analógica y juventud digital. Como él, muchos de nosotros pasamos nuestra niñez apretando el botón de REC cuando en la radio o la televisión emitían algún programa o canción que queríamos retener con nosotros. Presionando a continuación PLAY y REWIND repetidas veces, con infinita persistencia, hasta que las palabras y movimientos allí grabados nos resultaran tan familiares que fuésemos capaces de repetirlos con la mayor exactitud posible. Podía ser la letra de una canción o la escena de una película, daba igual. No existía youtube, no conocíamos las pantallas táctiles ni las tablets y tampoco teníamos smartphones con Internet, tal vez por eso las imágenes eran algo tan preciado para nosotros y no se desvanecían en nuestra mente con tanta facilidad como lo hacen en el presente.
Dichas imágenes –sean las que sean en el caso de cada cual– forman parte de nuestro pasado y, por extensión, de nosotros mismos y también de nuestro presente. En el caso de Sutherland, El mago de Oz, Los Cazafantasmas o El príncipe de Bel-Air. Imágenes que el director expone a una disección introspectiva y emocionalmente despiadada. “Los seres humanos estamos siempre buscando patrones en la vida, incluso donde no los hay”. La voz en off de Ross habla al espectador, de tú a tú. Judy Garland aparece en pantalla buscando un camino de baldosas amarillas que tal vez no exista y Bill Murray caza fantasmas que, para el Sutherland niño de tan sólo cuatro años, resultan realmente aterradores.
El director ha dedicado tres años de su vida a realizar esta película. En ella habla de la búsqueda pertinaz de esos patrones inexistentes, de la relación con su abuelo, de su depresión tras su muerte, de los recuerdos y de cómo los construimos, o de la influencia que tienen en nosotros ciertas imágenes vistas en ciertos momentos, en ciertos lugares, con ciertas personas. La hipnótica voz de Sutherland fluye de modo variable a lo largo del filme y lleva de la mano al espectador. A ratos se asemeja a un apacible estanque en un día soleado y a ratos se transforma en una de esas corrientes imparables que arrastra consigo todo lo que encuentra (incluso a ritmo de rap, si es necesario). Este impecable dominio de un recurso denostado por ciertos puristas del cine (“la voz en off es el recurso de los cobardes, de los que no se atreven a utilizar la imagen hasta las últimas consecuencias”, dicen algunos), hace que nos olvidemos de que “tan solo” dicha voz y unas imágenes televisivas cualquiera, están describiendo a la perfección un pasado que también podría ser el nuestro. De ahí que Standby for Tape Back-Up se convierta en una reinterpretación del imaginario televisivo que logra ir de lo particular a lo “universal” sin hacer alarde de ello (digo “universal” entre comillas siendo consciente de lo tramposo que a veces puede resultar dicho término), en una propuesta tan innovadora como estimulante. Sesenta y tres minutos que bastan para describir una vida.
Y si Sutherland habla de su infancia y su relación con su abuelo, el director Sergio Oksman hace lo propio con su padre en O futebol (2015), propiciando el encuentro entre ambos durante el Mundial de Brasil de 2014 tras más de veinte años de separación. “El fútbol se inventó para evitar el silencio entre un padre y un hijo que no tienen mucho que decirse”. Lúcida y amarga frase que dijo Oksman durante el Q&A, ésta podría convertirse en el leitmotif de la película. Oksman rehúye con elegancia los tópicos y los estereotipos, el cliché de la película terapéutica, las polémicas –a veces un tanto cansinas y estériles– respecto a la intangible frontera entre realidad y ficción. Reflexiona sobre la estructura y el guión de la película, sobre la construcción de los personajes y sobre esos elementos que nunca podremos controlar: la lluvia, la muerte. Esa lluvia que apareció de repente y esa muerte que Oksman intuía desde el principio del rodaje, sentada en el asiento de atrás del coche. Real como la vida misma. Habla también sobre el trabajo con el vacío: los futbolistas muertos, los crucigramas a medio rellenar, los silencios en las conversaciones con su padre, la pérdida 7-1 de Brasil frente a Alemania; muestras todas ellas, del paso de un tiempo inclemente.
Resulta inevitable acordarse al ver O futebol de otra película de semejante planteamiento: The Second Game (2014). En ella, el director rumano Corneliu Porumboiu conversa con su padre (árbitro de profesión) mientras ven por televisión un antiguo partido del año 88. Durante los 97 minutos de filme, no vemos a Porumboiu y tampoco a su padre, porque lo único que vemos es el estadio de fútbol y los jugadores. Lo que escuchamos, eso sí, son las conversaciones entre padre e hijo. A ratos intrascendentes, a ratos divertidas, a ratos un tanto absurdas. El caso de Oksman resulta pues, de algún modo, complementario, ya que no veremos los partidos que se suceden durante el mundial sino las conversaciones del director con su padre hablando sobre dicho mundial. O sobre la vida. O, lo que es lo mismo, sobre todo aquello que se habla cuando, aparentemente, no hay mucho que decir.