La Seducción, la sutileza opresiva de Sofia Coppola

Antes de ponerme a escribir este artículo, he revisitado la versión que en 1971 hizo Don Siegel de la novela que Thomas Cullinam publicó en 1966. Recordaba la película, pero ciertas escenas no estaban claras en mi mente. Así que lo mejor era verla y poder escribir con las ideas y la mente fresca. Coppola y Siegel optan por dos aproximaciones totalmente opuestas. Siegel mucho más lasciva y evidente, mientras Coppola transita por una sutileza elegante que le da un toque angustiante que la película protagonizada por Clint Eastwood no tenía.
La Seducción nos cuenta la historia de un soldado yanqui herido que acaba recalando en una escuela para señoritas en el sur, en plena guerra civil americana. La armonía de este reducto femenino aislado de la contienda se verá interrumpida por esta presencia ajena del exterior. El argumento es el mismo, pero mientras en La Seducción prima el punto de vista femenino a la hora de explicar la historia, en El Seductor (título que le dieron aquí a la versión de Siegel) la visión es la masculina. La guerra se ve en la película de Coppola como algo lejano, cañones y humo en la distancia. Logra así aislar por completo a estas mujeres del entorno. Y además crea un escenario perfecto para esa angustiosa sensación de estar atrapado en un pequeño paraíso que no es tal, aunque las imágenes evocadoras de Coppola así nos lo quiera dar a entender. Es precisamente esa la maestría de la directora, sugerir más que mostrar, con la contención de una mirada, por ejemplo.
Siegel mete la guerra en la historia, con una mayor y más amenazadora presencia de hombre. Militares que siempre son representados como una amenaza para este grupo de mujeres temerosas de ser atacadas. En un momento una de las jóvenes grita: “Es un yanqui. Violan a todas las mujeres”. Ese es su peor temor. Y en ese entorno se mueve un Eastwood que se cree en el paraíso por estar rodeado de mujeres con las que poder ejercer de seductor, Con las que poder ejercer su poder masculino, más allá de la fuerza que no puede usar por estar herido. Estas mujeres se muestran como arquetipos. Mujeres que vienen a atacar la dominación masculina que aquí se siente indefensa. La virgen, la incestuosa, la lasciva,…Todas recuerdan sus traumas, porque todas los tienen hasta la joven de 12 años. Y nos los muestran a través de flashbacks o voces en off que revelan sus más íntimos pensamientos. Algo que Coppola ha sabido transmitir sin añadidos, sin escenas del pasado, sin palabras como hace Siegel. El director necesitó explicar más allá con recursos narrativos que entorpecen el relato y convierten a los personajes femeninos en obsesivos, con taras. En cambio Sofia Coppola usa los recursos que la propia interpretación de las actrices, espectaculares todas, ofrecen. Desde la frialdad de Mrs. Martha interpretada por Nicole Kidman, la inocencia de la Edwina de Kirsten Dunst y la picardía de Elle Fanning como Alicia, Carol en la versión de 1971. Coppola cuenta más con menos.
No hace falta que Mrs. Martha sea una incestuosa con su hermano, ni mucho menos esa escena de sueño erótico lésbico en formato trío entre Mrs. Martha, Edwina y el cabo John McBurney. Eastwood empieza la película besando a una joven de 12 años diciéndole que tiene edad ya para ser besada. Esa exacerbación de las conductas retorcidas de los personajes femeninos no hacían falta. Pero nuestro querido cabo tampoco se queda atrás, es un mentiroso compulsivo. Aunque afirma que no ha pegado un tiro, su labor era médica según él, se le ve matando enemigos cruelmente, quemando campos mientras afirma ser casi un santo. De eso va esta historia, de engaños y en ella todos engañan, se engañan a sí mismos y los unos a los otros. La película de Siegel es heredera de la los setenta y la de Coppola de esta época en la que vivimos. Una en el que el personaje de la esclava negra desaparece de la narración. Son las dos, versiones válidas de la misma historia.
Personalmente, aunque me encanta Clint Eastwood, tengo que reconocer que el gore de Siegel le da un toque de serie B que le resta fuerza al relato. Me quedo con la versión de Sofia Coppola. Con esas miradas sutiles, con esos silencios, con las atmósferas que crea en una casa que se va haciendo cada vez más pequeña. Con esas actrices que están estupendas de la primera hasta la última. Y con un Colin Farrell que pasa de encantador de serpientes a perro rabioso con facilidad. No es de extrañar, viendo como acaba. A veces menos es más y Sofia Coppola ha sabido usarlo para rodar esta historia, sin cargar a sus protagonistas con preconcepciones del siglo XXI, sino manteniendo la credibilidad de unos personajes que viven en un entorno y época determinados. Y además creando visualmente, un relato elegante y sobrio pero tremendamente efectivo y angustiante.