Cloud Atlas: Nuestras vidas no nos pertenecen
Cloud Atlas
2012
Dirigida por Tom Tykwer, Andy Wachowski y Lana Wachowski
Los creadores de Matrix (una película fantástica que nunca debería haberse convertido en trilogía) se han unido a Tom Tykwer para llevar al celuloide la celebrada novela coral de David Mitchell. Cloud Atlas se vertebra en seis líneas temporales, ubicadas en distintos continentes y épocas : “El Diario del Pacífico de Adam Ewing” (1849), “Cartas desde Zedelghem” (1936), “Medias vidas: el primer misterio de Luisa Rey” (1973), “El Horrible Calvario de Timothy Cavendish” (2012), “Una Oración de Sonmi~451” (2144) y “El cruce de Sloosha y todo lo que vino después” (2321).
He leído alguna crítica bastante mordaz, que acusaba a la película de ser demasiado pretenciosa y al final no aportar nada. Imagino que depende de las expectativas de cada espectador. Si uno va en busca de una historia múltiple, intensa, profunda y transcendente que le hable de las pulsiones esenciales de la humanidad, que lea a Roberto Bolaño. Cloud Atlas es puro entretenimiento. No obstante, lo que hace, lo hace de maravilla.
Hay un hilo finísimo que recorre las seis líneas temporales, y que va más allá de las historias, situaciones, motivaciones y vidas concretas de cada hilo. El cemento que aglutina todas las piezas del mosaico es frágil, es una sutileza, un destello de alma humana. Si en Matrix los Wachowskis se basaron en la contraposición entre vida e ilusión (en una especie de revisión del mito de la caverna de Platón), Cloud Atlas parte de una premisa igualmente “sencilla”: la idea de que todo está conectado. Las historias del pasado se proyectan hacia el futuro como una herencia global, como un efecto mariposa prolongado en el tiempo.
La sinopsis oficial de la película dice así: “Una exploración de cómo las acciones de vidas individuales influyen las unas en las otras en el pasado, el presente y el futuro”. De hecho, las seis líneas temporales casi parecen mero maquillaje para contar una única historia. Podría decirse que es una película coral transtemporal, una especie de Gosford Park (Robert Altman) donde vamos saltando de una época a otra como el que cambia de habitación.
Como si quisieran enfatizar el parecido de las vidas humanas en contextos muy diversos, los directores han decidido utilizar los mismos actores para interpretar a distintos personajes de cada línea temporal. Este juego aumenta la sensación de eco o de déjà vu entre una historia y otra. Un detalle curioso es el juego de preguntas y respuestas a lo largo del tiempo: un personaje formula una pregunta, que responderá en otra época otro personaje (interpretado por el mismo actor). Hay interpretaciones destacables, como Tom Hanks haciendo de violento escritor británico, un Hugh Grant salvaje y caníbal o un sorprendente Hugo Weaving haciendo de enfermera temible.
Cloud Atlas ofrece imagen cuidada, personajes carismáticos e historias que llevan de paseo por distintas épocas: largos viajes en barco, compositores apasionados de principios del s. XX, tramas de conspiración empresarial, revolución en una sociedad capitalista del futuro y visiones de un mundo postapocalíptico. Un agradable mosaico de 172 minutos que nunca llega a aburrir.
No he leído la novela de David Mitchell, pero él parece estar muy contento con la adaptación. Que ya es mucho. Mitchell lo explica en su artículo ‘Traducir ‘Cloud Atlas’ al lenguaje cinematográfico‘, en el que describe el proceso de adaptación de un libro como si fuera una traducción a otro idioma. Interesante.