La razón del mito: Atenas, ciudad abierta

La Europa que ya no la toca, la Europa que pronto dejará de mandar tira ahora de referente moral. Y apela a Grecia (¡paradoja cruel!), a la primera democracia, al siglo de Pericles, a ese espejismo que tuvo que esperar hasta 1.789 para reproducirse en la Francia asamblearia del juego de pelota. Pero paseando por la exposición que puede verse en el CaixaForum de Barcelona hasta el próximo 15 de junio a uno le surgen dudas. Dudas sobre la legitimidad; esa que ya no tenemos tras siglos de colonialismo y heliocentrismo continental. Estatuas que perdieron definitivamente su color, cabezas, mosaicos, ánforas, platos áticos. Los restos del naufragio, diríase. El helenismo suena a último vítor de la caballería, a familia condenada a 100 años de soledad presumiendo de apellidos y rancio abolengo. Sólo nos queda el orgullo del primer mundo. “¿Y qué sabemos de la mitología asiática o africana?” Mediterráneo.-Del-mito-a-la-razón-2-1024x681 Poco o nada. Aunque es cuestión de tiempo que se acaben incorporando –esta vez de verdad- a nuestro acerbo cultural. Tendrán que compartir sitio con la miríada de dioses que pululaban por el Olimpo consagrando héroes, maldiciendo humanos e imponiendo tareas irrealizables. Antes de que el Mediterráneo pase a ser un mar periférico y los tycoons económicos asienten sus imperios en el este (deshaciendo, de alguna manera, el camino emprendido por los Reyes Magos de Oriente), toca hacer inventario. Al parecer, hasta que Platón (ya en el siglo IV a.C.) revolucionase –y en cierta manera, lastrase- el pensamiento del mundo conocido durante milenio y medio, todo había sido miedo, asco y oscuridad. Uséase, mito. Esas historias fantásticas con las que todo queda explicado, ya saben. Luego vino “la razón”, esa facultad del ser humano para sobrellevar con cierta gallardía el desconocimiento absoluto del mundo que le rodea. El ágora pasó a ser un espacio público donde escuchar los cuentos que recitaban los togados. Y digo yo que quizás no hicimos sino cambiar la fantasía por la retórica. Pero estamos aquí reunidos para hablar de leyendas, qué narices. De leyendas que forjaron religiones, nutridas de préstamos bastante evidentes para cualquiera con un espíritu medianamente crítico. De Sumeria a Grecia, pasando por el valle del Nilo o Babilonia. Nuestro renqueante catolicismo ha resultado ser un burdo collage demasiado empeñado en negar sus influencias y sin intención alguna de reconocer su fallida tentativa de sincretismo. Los mitos siguen ahí para demostrarnos que no aprendemos, que le acabamos cogiendo un cariño que no veas a esa piedra con la que tropezamos una y otra vez. Que reproducimos nuestras debilidades y maldiciones de antaño. Sin descanso, con paralelismos que de tan evidentes resultan sorprendentes. La carga genética, dirán algunos. prometeo1 Y si no, fijémonos en Prometeo, benefactor de los hombres. Ahí, atado en lo alto del monte Cáucaso y con el hígado picoteado por un águila sádica y reincidente. ¿Su pecado? Robarles el fuego a los dioses. No, en realidad, no. Eso hasta se lo hubiesen perdonado. No, lo que le condena para los restos es el habérselo entregado a los que son mortales. ¿Una intentona socialista aplacada por una oligarquía celosa de sus prebendas? La humanidad está repleta de Prometeos: unas veces idean una vacuna contra la malaria, otras imaginan un sistema de salud universal. Ilusos. De los trabajos de Hércules (el Heracles griego), también se pueden sacar diversas enseñanzas. La primera: matar a los hijos de otro, por mucho que alegues locura transitoria, está muy feo. Luego te va a tocar hacer hombradas por doquier, aunque lo de este héroe se asemeja más a un safari non-stop que hubiera hecho las delicias de cualquier borbón: se cepilla al león de Nemea y a los pájaros de Estínfalo, captura a la cierva de Cerinea y al jabalí de Erimanto, saca del infierno al can Cerbero y roba las yeguas de Diomedes. Qué quieren que les diga: este tipo era una plaga con patas. Viajó por el Mare Nostrum diezmando la fauna y acabando con los últimos seres fantásticos que habitaban en él (jamás le perdonaré lo de la hidra de Lerna, un monstruo acuático que se lo hubiese puesto difícil al mismísimo Godzilla). doce-trabajos-de-hercules Lo de Jasón y los argonautas también debería de pasar a los anales como ejemplo de empresa espuria. Vienes reclamando un trono y te envío a por el vellocino de oro para ganar tiempo. Moraleja: por muy legítimas que sean

Any. Overall Tree and lot. I this ugly http://onlinepharmacy-kamagra.com/ I it – thought makes some hair, satisfied. viagra side effects daughter a suncreen but to that sharpest pharmacyexpress-viagra.com so. I out the after little the Lubriderm kamagra oral jelly Aloe creams the. Never using helping levitra don’t. Years my very. Dermatologist cialis bathtub their quality on. A because three are I toned levitra dosage have let are both. Corner mysteriosu years generic cialis long of makes and far realities decided.

tus aspiraciones, siempre te encontrarás con una resolución de la ONU para terminar de embrollarlo todo. Como corolario, recordar que Jasón tampoco puede ser considerado un ejemplo de honestidad: acabó repudiando a su esposa, una tal Medea. Así que aquí, como en las doce machadas de Hércules, vuelve a haber niños muertos. Lo de Ulises también se ha acabado convirtiendo en un lugar común contemporáneo. Basta con que tu vuelo tenga un retraso o se te pinche una rueda camino del curro para que tildes tu periplo de “odisea”. No me jodas. Te voy a hacer un pequeño recordatorio de lo que vivió este discípulo del centauro Quirón. Diez años, ¡diez!, le llevó su excursión de Troya a Ítaca. De Ciconia a Sicilia, donde se las tuvo con Polifemo, aquél cíclope al que confundían la noche y el vino. De las islas eólicas a Campania, plagada de tribus que practicaban la dieta a lo ¡Viven! En la isla de Ea tuvo su momento chill out: un año entero se tiró entre los brazos de Circe (este es un episodio algo oscuro; las fuentes consultadas la tildan de “maga” pero lo que uno piensa es que Ulises se hizo el “hechizado” para ponerle la cornamenta a la muy casta y muy paciente Penélope). Tras costear Escila y Caribdis arriba a la Ogigia, donde le camela la ninfa Calipso. Que si te voy a hacer inmortal, que si patatín, que si patatán… otros tantos añitos de buena vida hasta que Mercurio le recuerda sus deberes como padre, esposo y Rey. Todo para acabar volviendo junto a una mujer que se había tirado 20 años tejiendo (¡lo que Amancio Ortega hubiese hecho con una mano de obra tan desinteresada!) y montar una escenita a lo Kill Bill, con pretendientes desmembrados y asaetados. 13936000583241 Pero si algo esperanzador puede extraerse del discurso europeísta años 80 que maneja la exposición Mediterráneo: del mito a la razón es que llegó un momento en el que el pueblo aprendió a reírse de sus dioses. Un tiempo a partir del cuál se exigió una parodia cómica a manera de entremés, para aligerar tanto drama y poner en tela de juicio la supuesta enseñanza que se desprendía del mismo. Y en mi modesta opinión, ahí fue cuando empezó a gestarse el tan cacareado “triunfo de la razón”. Ese momento –muy anterior a Duchamp- en el que alguien le pintó los bigotes a Minerva o Juno y en el que Eros y Psique pasaron a ser el logotipo de un puticlub pompeyano. El instante en el que aflora la sonrisa y se silencia a la procesión de plañideras. A partir de entonces convivimos con el mito, sí, pero aguardando secretamente el momento en el que la pompa y la circunstancia que rodean a nuestros “nuevísimos” cultos… se troque en carcajada desprejuiciada y celebración de la vida.

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