Iron Fist, el superhéroe que menos pega

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En Culturaca somos muy fans del maridaje entre Marvel y Netflix, y lo sabéis, que nos ha brindado mucha diversión. A lo largo del último año, hemos disfrutado como enanos viendo como a Daredevil le hinchaban la cara, como Luke Cage se convertía en el héroe de Harlem y como Jessica Jones se emborrachaba, jugaba a ser detective y se enfrentaba a Killgrave, el mejor malo que hemos visto en mucho tiempo. Por no hablar de personajes secundarios estelares como Elektra, Kingpin o The Punisher.

Fue toda una sorpresa cuando se anunció que iba a aparecer una cuarta serie, Iron Fist, y que a continuación se reunirán los cuatro personajes para formar The Defenders, un equipo misceláneo de superhéroes que en los cómics ha incluido a personajes variados, como Hulk, Namor, el Dr Extraño o Silver Surfer.

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Iron Fist cuenta la historia de Danny Rand, hijo de unos millonarios que murieron en un accidente de avión. Todo el mundo le daba por muerto, y quince años después aparece en Nueva York. Con un pasado secreto y un superpoder en su haber. Pero no lo reciben precisamente bien.

La historia prometía: el niño que sobrevivió al accidente de avión y fue adoptado por unos monjes de un misterioso monasterio, y que con los años se sometió a un riguroso entrenamiento en artes marciales hasta convertirse en el portador de la energía mística del Puño de Hierro.

En el primer episodio se modelan los personajes principales y se empieza a contar su pasado, pero no logra destacar en nada. Le di una oportunidad al segundo, al tercero… Pero nada. El patrón se repetía. Poca chicha, mucha palabrería y las escenas de acción más sosas que ha visto Netflix en mucho tiempo.

A diferencia de sus compañeros Defenders, que viven en un estado de peligro constante y se enfrentan a amenazas graves y reales, el bueno de Danny parece ir flotando entre las adversidades con total impunidad.

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Además, tiene una personalidad contradictoria. Su supuesta paz interior se alterna con arrebatos de furia totalmente infantiles, y acaba resultando bastante cansino.

La forma en la que la serie refleja su poder es totalmente banal, y la energía sobrenatural que le permite mejorar sus cualidades físicas hasta niveles excepcionales acaba convirtiéndose en el típico ataque especial de videojuego, que una vez gastado tienes que esperar un rato para volverlo a usarlo. No ayuda el hecho de que se ´repita constantemente cómo funciona: para poder canalizar su chi, Danny necesita meditar. Sí, sí, con una vez bastaba.

Otra cosa a destacar es que los personajes secundarios son todos más interesantes que él. Desde sus amigos de infancia Joy y Ward Meachum hasta la maestra de artes marciales Colleen Wing, pasando por la omnipresente y carismática Claire Temple, todos tienen historias más seductoras que las del niño convertido en monje guerrero y reconvertido en pseudosuperhéroe vengativo, budista a la vez que millonario. Más perdido que un pulpo en un gimnasio, vamos.

En definitiva, una serie aburrida con un guión confuso, con tramas poco relevantes que no logran interesaren demasiado. Incluso la historia de Harold Meachum, que se antojaba fascinante, acaba quedando totalmente diluida. Y la relación de Danny rand/Iron Fist con sus enemigos, La Mano, no logra resultar trascendente y se queda en muy poca cosa. Una decepción.

Ahora solo queda esperar que en The Defenders, Iron Fist tenga un papel secundario y que no entorpezca el avance de un supergrupo que promete mucho.

 

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