Fogwill, o la idea de despertar
Hoy nos apetece recuperar la figura de un escritor argentino relativamente poco conocido por nuestras tierras, prolífico y poseedor de un estilo totalmente único. Se trata de Rodolfo Enrique Fogwill (1941-2010).
Como dato curioso, se dice que aprendió a leer a los cuatro años, que escribió su primer poema a los siete u ocho años, y que a los diez ya manipulaba un revólver Smith & Wesson. A los quince tuvo su primer barco y a los dieciséis empezó la carrera de medicina, para luego pasarse a filosofía y letras, y más tarde a sociología. A los 39 años, recibió un importante premio literario con el relato “Muchacha punk”, lo cual lo impulsó a abandonar su trabajo en el mundo de la publicidad y el márketing para entregarse exclusivamente a la escritura.
Aquí en lo irreal / La niebla es solo un incidente eterno: / el yo y lo suyo / su niebla irreal / en la ciudad intermitente / bajo la larga fila de la razón.
También fue editor. Fundó un sello editorial llamado Tierra Baldía, con el que empezó autopublicándose y en el que publicaría a poetas y narradores hasta entonces desconocidos pero que se convertirían en figuras destacadas (como Leónidas Lamborghini o César Aira). Nota mental: investigar sobre uno de los poetas a los que publicó: Néstor Perlongher.
Escribió novelas, relatos y poemas. A nosotros nos ha fascinado su Poesía Completa (Ed. Alfaguara, 2017), una obra poética que resulta singular, evocadora y atemporal. Algunos de los elementos característicos de la poética de Fogwill son la espontaneidad, el ritmo, el sentido del humor y el uso de un espontáneo lenguaje cotidiano con el que llega a lugares totalmente propios.
Uno de los temas recurrentes en su obra fue el amor, que definía en estos términos: “No sé qué es pero sé que si hay algo que te puede salvar es el amor. Creo que tiene que ver con el amor propio, una cuestión neurofisiológica que te produce una sensación de totalidad; nada lo puede remplazar” (fuente: Revista Ñ).
El libro Poesía Completa, publicado póstumamente, se convirtió en su legado. Es un volumen extenso donde despliega todo su arsenal literario, que va desde la exaltación de las emociones a la comedia o el surrealismo, pasando por los juegos con el lenguaje y la disposición de las palabras en la página. El libro incluye el volumen inédito Gente muy fea, clara muestra de su estilo más lapidario, además de facsímiles de sus primeros poemas.
En palabras del editor: “Una obra construida a lo largo de medio siglo, en la que revela su identidad y su obsesión por los viajes, la droga, el placer de fumar, la navegación y el sexo. Escritor de cuentos y novelas a contracorriente de todo esquema preestablecido, la obra poética de Fogwill eleva a la máxima potencia su ingenio verbal”.
Te dejamos con algunos de sus poemas:
AUTORRETRATO
Al despertar
tuve la idea de despertar.
Duró un instante y, ya despierto, yo
había perdido mi despertar y volvía a ser
lo que escribo.
El entresueño.
El entre todos.
Lo que no sale
del huevo humano
y en soledad, latente,
ahí perpetúa
su evolución.
Las numerosas:
las olorosas páginas.
VERSIÓN (de Versiones sobre el mar)
El mismo mar nos pierde: nos encuentra
y nos pierde con su pulso marino.
Y con su eterno nunca nos despierta
del siempre breve sueño de un camino.
Pero no hay mar: el mar es solo ausencia
en la sílaba mar: pasa el sonido
y queda el hombre frente a un mar que inventa
y pierde entre los pulsos del sentido.
Pulsos del mar que intermitentes traman
su recomienzo siempre suspendido.
Fondo que es forma, superficie y pausas
de un deseo en rompientes que reclaman
perderse por partir o estar partido
y aquí quedarse en un hacer sin causas.
LA POESÍA ES EL MOTIVO DEL POEMA
Cuando aprendió el inglés
el señor Girrione se quitó el one.
Justo la punta de su apellido: ¡El uno
de su nombre!
¡Era su parte
sin esperanzas buscando allí un motivo
para vivir en el poema!
Pero la poesía no es un motivo
ni es emotiva. Triste
es reconocerlo
al cabo de una vida
gastada en cálculo de efectos, temas, sílabas,
tendencias y modelos de enunciación.
Quedan libros de Girri
en un estante, en la ciudad:
más testimonios
de la ausencia de un yo.