El teorema de la galería de arte: Daniel G. Andújar en el museo.
Uno de los problemas, dicen, más interesantes de las matemáticas es el Teorema de la galería de arte. En 1973, el matemático norteamericano Victor Klee le propuso a su colega Václav Chvátal esta cuestión matemática que se engloba dentro del área de la geometría combinatoria: «¿Cuál es el mínimo número de guardas, o cámaras de vigilancia, que se necesitan para vigilar una galería de arte?». Ante ello, la pregunta primera que viene a la mente antes de comenzar a realizar cálculos es: «¿Qué es una galería de arte?». Este teorema en principio naif con preguntas igualmente inocentes, adquiere tintes siniestros cuando expandimos su campo de acción y nos cuestionamos la duda inicial desde un carácter más generalista: ¿Cuál es el mínimo número de guardas, o cámaras de vigilancia, que se necesitan para vigilar… nos? Ahora nuestra perspectiva ha cambiado, el teorema de la galería de arte ya no nos resulta tan divertido y así parece entenderlo Daniel G. Andújar quien, —en la muestra que se puede visitar estos días en el Museo Reina Sofía, y en la que el espectador encontrará, entre otras, una obra titulada precisamente así El teorema de la galería de arte (2014)— hace converger ambos conflictos en diversos puntos del recorrido de su trabajo.
La muestra de Andújar, como ha quedado reflejado en los medios, se plantea el papel del mundo digital en la sociedad de la información y cómo este afecta a los agentes implicados en función de distintos niveles de los mecanismos de poder entre oprimidos y opresores; entre los que disfrutan de sus derechos y los que no; entre los que ostentan el poder económico y los que malviven en la pobreza. Y siempre en términos absolutos, pues el término medio hace tiempo que comenzó a desvanecerse. No obstante, esta puesta en escena de cuestionamiento de estos mecanismos —que no por ser conocida deja de inferir en nosotros pesar y temor, dependiendo de en dónde te toque estar en el entramado geopolítico— está ligada, y en esto hace énfasis Andújar, a la posibilidad de revolución. En clara relación con la ya cerrada república de Juan Luis Moraza, Andújar dispone la atención en el papel del museo como institución con una gran capacidad de revolución latente cuyo proceso puede —y debe— ser puesto en marcha por los espectadores cuyo tradicional papel pasivo ha dado paso a una participación en la que, no solo inciden en la estructura de la obra tambaleando con ello la definición clásica de autor, sino que también aprenden —a través de los propios procesos que el museo muestra— a convertir la institución y actualizarla provocando con ello una suerte de revolución. Una capacidad de revolución intrínseca de las mismas instituciones oficiales que lograría convertir al sujeto pasivo que somos en motores activos revolucionarios al darnos las herramientas y los métodos de subversión la propia institución.
En un mundo que más nunca necesita de cambios socialmente justos que acaben con las grandes desigualdades, la revolución es más que nunca necesaria pero antes debemos aceptar también que su modus operandi tradicional de abajo a arriba ha quedado obsoleto. Es desde arriba, desde las propias instituciones oficiales, desde donde comenzar y darse y esto es uno de los pilares de la muestra de Andújar y que tiene un punto de confluencia con la anterior exposición de Moraza, república. Y es desde arriba porque las personas no está dispuestas ya a dar su vida espoleados por una ingenuidad romántica que asoló la sociedad occidental del siglo pasado y que en este se ha transformado en una desconfianza mutua cuyo punto de partida se encuentra en el cinismo mal calculado e involuntariamente expuesto de los que ostentan el poder. A ello se le suma que el entramado oficial ha adquirido una estructura de búnker imposible de derribar: ¿Cómo lograr entrar cuando no te dan la opción de responder pues no te preguntan nada? Es imposible cualquier tipo de diálogo que no sea el de la pleitesía. Imposible provocar una acción cuando sabes que no a va a haber ninguna reacción: ¿qué sentido tendría hacerlo? Así esto nos lleva, como era evidente, a plantearnos el papel, no del museo en general, sino del Museo Reina Sofía en particular, cuya línea de exposiciones respalda la inquietud generalizada de cambio que existe en la calle.
Sin embargo, esto que pudiera parecer un indicio de resituación de los papeles de todos los participantes en un entramado museístico convulso que parece estar siempre buscando su papel, queda paliado por la evidencia de que las exigencias de las estrategias neoliberales por generar dinero antes que cultura crítica están presentes de forma imperante y contradictoria. Como muy acertadamente apuntaba Paul B. Preciado hace unas semanas al hilo de la muestra de Björk en el MoMA y Jeff Koons en el Centre Pompidou: «Si hubo por un breve lapso de tiempo la posibilidad de transformar el museo en un laboratorio en el que reinventar la esfera pública democrática, ese proyecto está siendo desmantelado con un único argumento: superar la dependencia de la financiación estatal en un tiempo de “crisis” y hacer del museo un negocio rentable.» Y, en relación al discurso museológico, añade: «Como máquina semiótica este nuevo museo barroco-financiero produce un significado sin historia, un único producto sensorial, continuo y liso […]». Este carácter marcadamente político-semiótico es el que marca la muestra de Andújar en la que todas sus obras desdevanan dentro de una nebulosa los roles tradicionales que han marcado la práctica artística hasta el siglo pasado. A partir de la máxima beuysiana de «todo el mundo puede ser artista», Andújar plantea que en la era de la reproductividad digital, todo el mundo puede convertirse en galerista y —al igual que lo que yo llamo «el efecto Joseph Beuys» resultó tremendamente perjudicial para la creación artística— el hecho de que todo el mundo pueda ser galerista tampoco ofrece perspectivas tranquilizadoras.
Daniel G. Andújar presenta más bien una distopía cuya base crítica afecta a la institución museo pero cuyo origen es transfronterizo, partiendo de la sensación de falsa libertad y activismo que nos da internet en el que un laboratorio hacker parece ser la única representatividad honesta de nuestras vidas.
Daniel G. Andújar Sistema operativo.
Museo Reina Sofía, del 21 de enero al 4 de mayo, 2015
1 César Tomé, «El teorema de la galería de arte», Cuaderno de cultura científica (24/1/2014), descarga sin paginación (http://culturacientifica.com/2014/01/29/teorema-de-la-galeria-de-arte; acceso, 13/3/2015).
2 Paul B. Preciado, «El museo apagado», El estado mental (15/3/2015), descarga sin paginación (http://www.elestadomental.com/diario/el-museo-apagado; acceso, 15/3/2015)