El País de la Abundancia de Pierre Étaix

El país de la abundancia

El cine está por las nubes en lo que a precios se refiere. Ya lo deben saber. La gente se lo piensa más de una y dos veces antes de rascarse el bolsillo para meterse en la sala de las maravillas. Los amantes del cine tiramos de día del espectador, tarjeta de amigos del Verdi, bonos del Floridablanca y lo que se tercie para poder seguir disfrutando del séptimo arte y que nos llegue a fin de mes. Por eso no es de extrañar que la Filmoteca de Catalunya sea un oasis, un refugio para todo amante del buen cine. Mucha gente, no se debe dar ni cuenta del valor que templos como este tiene para difundir el legado cinematográfico, al igual que las bibliotecas hacen con los libros. En la filmo por un precio más que asequible no sólo puedes ver clásicos del cine, joyas e incunables desaparecidos y recuperados que de otra manera ni conocerías sino que también puedes repasar en un ciclo lo mejor del año anterior. El que no va al cine, es porque no quiere, que para eso está la Filmo. Tres miseros euritos con el carnet de la biblioteca y podrás ver absolutas maravillas. No hay excusa posible. Y más si es para descubrir joyas escondidas del cine francés como El País de la Abundancia de Pierre Étaix.

 

A veces, en el más oscuro de los cajones crían polvo maravillas del arte, que por una u otra razón no pueden ver la luz. Eso es lo que le pasó a la sensacional obra de Pierre Étaix. Tras 30 años de litigios por los derechos de sus obras, por fin, han sido restauradas y dadas a conocer de nuevo para el público. Entre febrero y marzo, la Filmoteca de Catalunya ha tenido a bien proyectar para deleite nuestro su obra. Este singular cineasta francés, no sólo era director sino que también era payaso, dibujante, mago y cartelista. Como grafista fue iniciado en el arte del vitral por el maestro Théodore-Gérard Hanssen. Vamos, lo que se conoce como un culo de mal asiento, un alma inquieta. Nació en 1928 en Roanne, pero muy joven se trasladó a París donde vivía de lo que le daban sus actuaciones en cabarets y music halls. En 1954 se cruza en su camino Jacques Tati, con quien colaboró en la preparación de Mon oncle como dibujante y gagman y posteriormente como ayudante de dirección. Y es a raíz de esta colaboración que Étaix decide dar el salto con su primer cortometraje, Rupture, que firma como Jean-Claude Carrière, al que le siguió Heureux Anniversaire, que obtuvo en 1963 el Oscar al mejor cortometraje.

 

Pierre Étaix dirigiendo

 

En 1962 se lanzó al largometraje con Le Soupirant al que le siguió Yoyo, un homenaje al fascinante mundo del circo que siempre le había atraído. El éxito del director le permite seguir rodando un par de películas más Tant qu’on a la santé (1965) y Le Grand Amour (1968). Hasta que nos plantamos en 1969, año en que Étaix es invitado por la emisora Grand Podium d’Europe a seguir uno de sus tours veraniegos por las localidades costeras de la bella Francia. Momento que Étaix, cámara en mano, aprovecha para rodar más de 40.000 metros de película, un rodaje que duró tres meses y cuyo montaje le ocupó siete más. De aquel, viaje inocente, surgió una de las críticas más feroces al consumismo que se ha visto en la pantalla grande, El País de la Abundancia, Pays de Cocagne es su título original. Después de mayo del 68, como sino hubiera pasado nada, los franceses cogieron sus roulottes y sus tiendas de campaña y se fueron de vacaciones a un camping al lado de la playa, a disfrutar del país de la abundancia. Salen de sus prisiones invernales a modo de pisos nicho en los que viven encorsetados y apretados para apretarse aún más en 5 m2 en un camping insalubre y atestado en el que pasarse el día en bañador, comiendo en su mesa plegable mientras los niños corretean salvajemente. Étaix no sólo nos muestra al francés medio en sus vacaciones sino las ferias rurales, las celebraciones de majorettes, las competiciones de verano, los festivales de música para amateurs,… Mientras cede el micro a los protagonistas, al pueblo al que pregunta inocentemente qué piensan el erotismo, el primer viaje a la luna, el matrimonio o la publicidad.

 

El País de la Abundancia

 

Étaix a través del humor muestra la realidad punzante del momento de una manera tan descarnada, que no es de extrañar que sus compatriotas de la época, cerrados a cal y canto en sus caracolas le diesen la espalda. Fue tal el fracaso del film que Étaix estuvo 16 años sin volver a rodar. Pero lo que más sorprende de esta película, es su terrible actualidad. El irónico título de la película, El País de la Abundancia, es fiel reflejo de la mentalidad que nos ha llevado a la crisis que nos golpea. Viendo estás imágenes rodadas en 1969 no paras de preguntarte, ¿por qué si han pasado más de 40 años seguimos igual? Alegrándonos porque nuestros hijos tienen un piso en propiedad más parecido a una caja de cerillas que a otra cosa, de poder irnos de vacaciones aunque sea a un camping infecto superpoblado y poder bañarte en la playa como sardinas en lata, alegrándonos de poder comprarnos todo lo que nos vende la publicidad, votando a los mismos desgraciados que nos hunden en la mierda. Un documental certero, sin piedad y que aún así consigue arrancar una carcajada tras otra. Eso sí, luego te paras a pensar y te das cuenta, de lo desgraciados que seguimos siendo. No es de extrañar que la sociedad bien pensante de la época le asestará una puñalada que la una crítica feroz se aseguró de rematar. A nadie le gusta que le restrieguen su propia mierda en la cara. Pero, alguien tiene que hacerlo. Hemos tenido suerte de que ese alguien fuera Pierre Étaix.

 

 

Mastodóntico además fue el trabajo de montaje, sin duda. Porque es un trabajo de hilar fino, combinar las imágenes con las voces de los protagonistas de tal manera que cuenten la historia de denuncia y crítica que Étaix quiso contarnos. Es un maestro del encaje de bolillos que usa el humor como presentación y que nos muestra la sociedad moderna en todo su esplendor, el progreso y la modernidad que ferozmente engullen al individuo, lo degluten y luego lo escupen. Y para ello, nos enseña la miseria humana en todo su esplendor, desde los culos playeros, a los personajes más ridículos, estrellas de la radio endiosadas, campistas reconvertidos en bomberos por unos momentos, señores vestidos de majorette,…El País de la Abundancia es una denuncia implacable de la sociedad de consumo a través de la risa, la risa que provoca el miedo, el terror, el pavor que debieron sentir aquellos franceses de 1969, cuando sentados en aquellas butacas del cine, vieron su vida reflejada en la gran pantalla sin tapujos y concesiones, clavándoles una puñalada trapera y obligándoles a mirarse a sí mismos y sus perversiones. Seguramente, salieron corriendo del cine a beberse una Coca-cola y comerse un Burger King. Pero por suerte, hubo algunos que se quedaron sentados en la butaca, anonadados, golpeados con un tortazo contundente que les despertó. Gracias a ellos, podemos hoy ver de nuevo este film.

 

Cartel francés El País de la Abundancia

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