Dorayaki de Durian Sukegawa

Reconozco que Una pastelería en Tokio, la película de Naomi Kawase, me encantó allá por 2015 cuando la vi. Jorge-Mauro de Pedro nos hablo de ella aquí. Tenía muy buen recuerdo de la película y también cierta reticencia a leer el libro, por las altas expectativas que me había creado. Temores totalmente infundados, Dorayaki, ya os lo digo, es una maravilla de principio a fin. Una historia conmovedora. Por cierto, podéis ver el film en Filmin y Prime Video si queréis comparar.
Sentaro trabaja en una pequeña tienda donde fabrica dorayakis. El puesto es de la viuda de su antiguo jefe. Está justo al lado hay un árbol de cerezo que cuando está en florecido deja que sus flores caigan sobre ella. Sentaro es un hombre solitario, no se relaciona con nadie. Hasta que se acerca al puesto una señora mayor llamada Tokue que le pide que la deje prepara la pasta de azuki que es la base del relleno de los dorayakis. Es una anciana extraña que intriga a Sentaro. Aunque reticente al principio, Sentaro acepta la oferta de Tokue y poco a poco se irán conociendo y encariñando el uno con el otro forjándose entre ellos un vínculo de amistad. Allí también conocen a una joven cliente Wakana que se unirá a este extraño, pero entrañable trío amistoso.

Los tres han tenido experiencias dolorosas en la vida y están intentando sobreponerse a ellas, vivir y encontrar su camino. En el libro Sukegawa nos habla del pasado que nos persigue y nos atormenta y de cómo dejarlo atrás. De la belleza que está en las pequeñas cosas. De las relaciones humanas. De estar presente. De vivir el ahora. Sentaro, Tokue y Wakana pasarán un tiempo juntos, que sin duda les marcará para siempre.
Durian Sukegawa nos regala en Dorayaki una historia aparentemente sencilla, pero profundamente sentida, con una prosa delicada. Un libro que te leerás del tirón y que no podrás dejar hasta que te lo acabes. Emociona y eso a veces es tan difícil conseguirlo. Edita maravillosamente Chai Editora.