Dead Boys, o desaparecer entre las llamas del punk

Los Dead Boys fueron una incendiaria banda de punk rock procedente de Cleveland (Ohio). Se dice que se mudaron a Nueva York por insistencia de Joey Ramone. Allí no tardaron en hacerse conocidos por sus escandalosas actuaciones en directo.

Junto con los Ramones y Richard Hell and the Voidoids, fueron uno de los nombres destacados de la primera ola del punk estadounidense. La primera formación contaba con el mítico cantante Stiv Bators, el bajista Jeff Magnum, el guitarra rítmica Jimmy Zero, el guitarrista solista Cheetah Chrome y el batería Johnny Blitz. Los Dead Boys grabaron tan solo dos discos de estudio, Young Loud and Snotty y We Have Come for Your Children.

Saltando en el tiempo hasta 2025, de la formación de los Dead Boys solo queda uno de los miembros originales, Cheetah Chrome. Mi querido amigo Ricard Martín le hizo una entrevista hace poco para Time Out, donde le preguntaba “¿Por qué Johnny Blitz, el batería original, no se ha unido a la banda para la gira conmemorativa esta vez?”, a lo que el guitarrista respondió “Por muchas razones, pero sobre todo porque Johnny y yo trabajamos mejor juntos cuando no trabajamos juntos, je, je, je.”.

Este miércoles, la sala Upload de Barcelona se llenó de amantes del punk rock clásico para recibir a la enésima formación de los Dead Boys. Además de la ausencia de miembros originales, el problema principal en los últimos años ha sido encontrar un sustituto digno del gran Stiv Bators.

El concierto empezó con el bombazo que es Sonic reducer, uno de los himnos imperecederos del punk rock.

Tuvimos el dudoso placer de ser el primer público en ver el estreno del nuevo cantante, Mark Thorn (de la banda Neon Animal). Era su primer concierto con la banda, y bromeó diciendo que también era su primer ensayo. De vez en cuando tenía que echar mano del móvil para recordar la letra, y en una ocasión se le cruzaron las letras de dos canciones, algo comprensible teniendo en cuenta el poco tiempo que lleva con la banda. Tiene una estética impecable de rocker, pero su voz no parecía estar a la altura, y sus movimientos y gestos excesivamente mickjaggerescos te hacían pensar que estabas en un concierto de una banda tributo a los Stones.

Lo mejor de todo, claro, era ver en acción a uno de los últimos baluartes del punk clásico. Cheetah Chrome sigue en forma a sus 69 años. En directo se lo pasa bien, conserva la energía y es efectivo como una palabra mordaz o una navaja afilada.

Los Dead Boys repasaron su sólido repertorio, aunque poco a pico dieron la impresión de ir perdiendo fuelle. El batería parecía ir algo perdido, o eso o Cheetah no acababa de estar contento con él. En un par de ocasiones, el guitarrista lo hizo parar para volver a empezar el tema. Hacia el final del concierto, Cheetah se enfadó tanto con él que dejó la guitarra y se largó. La banda fue a buscarlo y volvieron a salir para interpretar el último tema.

Pero de algún modo, todos estos inconvenientes contribuyen de algún modo a la leyenda de una de las bandas seminales del punk. Fue una noche desastrosa a la vez que entrañable, que sin duda deleitó a unos cuantos nostálgicos empedernidos del punk como un servidor.

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