The Congress. El futuro de los sueños.

Las maratones del Festival de Sitges son un clásico. Hay que ir aunque sea una vez en la vida para vivir la experiencia. Cinco películas, una detrás de otra, non stop. Hay que salir corriendo para echar una meadita entre película y película, el proyeccionista no tiene compasión. Este año el menú prometía mucho, más de lo que realmente fue pero pasamos un buen rato, echamos unas risas y vimos una joya que nadie debería perderse cuando se estrene en nuestro país, The Congress. Pero antes de zambullirnos en esta película un repaso a lo que vimos la última tarde-noche en Sitges.
Only God Forgives. El director de Drive vuelve a contar con el estupendo Ryan Gosling para protagonizar su última película, por desgracia el director no ha conseguido las cotas excelsas de aquella gran obra. Visualmente es una joya, tiene momentos de esos que se te graban en la retina. Dos personajes, el de Gosling y el del policía Vithaya Pansringarm, realmente suculentos, las escenas de este último las mejores del film. Ese pasillo rojo y oscuro, esas visiones sangrientas, ese karaoke triste, ese ambiente lúgubre. Pero la historia que hay detrás está vacía. Una lástima. Como lástima también es ver a Kristin Scott Thomas de esa guisa. Parecía más un travelo que una madre afligida. Esta vez la jugada maestra no te ha salido bien, señor Nicolas Winding Refn. ¡Cuánto talento actoral desperdiciado! Mira que para que el Gosling lo haga mal, es difícil.
La última película de Miyazaki fue también otra de las sorpresas de la maratón. No podía evitar pensar mientras la veía que era la última vez que vería una película nueva del creador de Studio Ghibli en la gran pantalla y no podía evitar también sentirme triste por ello. Lástima también que no haya sido lo que esperábamos. Nos ha faltado esa fantasía, esos mundos irreales y maravillosos que siempre nos regala Miyazaki. Quizás una de sus historias más realistas y quizás por ello también la más aburrida. The Wind Rises, la historia de un ingeniero aeronáutico obsesionado con su trabajo que deja de lado todo por cumplir sus sueños, desde la salud de su mujer hasta el hecho de que fabrica aviones militares que acabarán matando gente. La pena es que esos sueños que tanto juego podían haber dado, no lo han hecho. Ocasión desaprovechada.
La parte más gamberra del festival llegó con el estreno de Machete Kills, esa broma que Robert Rodríguez nos brindó para hacernos reír un rato y para divertirse mientras la rodaba. Una excusa para rodar con unos cuantos amigos: Antonio Banderas, Mel Gibson, Sofia Vergara, Lady Gaga, Cuba Goding Jr, Michelle Rodríguez y por supuesto, Dani Trejo. Resumiendo: muchas tías jamonas, sangre a raudales, machetes que cortan cuerpos como si fueran salami, tetas ametralladoras, guiños a Star Wars y la expresión impertérrita de Dani Trejo. Nos echamos unas risas, ideal para algo como un maratón en un festival de cine fantástico pero es de esas películas que a los dos segundos has olvidado. ¿Guión? ¿qué es eso?, debió pensar el director mexicano. Promete Machete Kills again…in the space. Miedo me da.
Como jabatos aguantamos las 9 horas de maratón, la última prometía ser la más sangrienta y divertida. The Green Inferno de Eli Roth cerraba la noche. Unos jovenzuelos universitarios nortemericanos se marchan a Perú a intentar con una protesta evitar que una compañía expulse a una tribu de su hábitat natural en el Amazonas. Ingenuos. Estos americanos. Canibalismo a raudales, casquería a diestro y siniestro pero nos quedamos con ganas de algo con un poco de más sustancia, sustancia gore, para entendernos.
Pero he dejado lo mejor para el final. The Congress fue la joya de la maratón. Está dirigida por Ari Folman, director de Vals con Bashir, e interpretada brillantemente por esa gran actriz tan desaprovechada que es Robin Wright. La película está basada en el libro de Stanislaw Lem The Futurological Congress. Este dato te explica muchas cosas. Solo una mente como la de Lem puede imaginarse un argumento así. La película es una joya de principio a fin. Una historia difícil de explicar. RobinWright interpreta a Robin Wright, una actriz marcada por las elecciones de su carrera. Apenas tiene trabajo y ahora la llega la última oportunidad, la última oferta. Miramount quiere convertirla en actriz digital, quiere escanear su cuerpo, su cara, sus expresiones, sus temores, sus miedos, sus alegrías, sus ilusiones y así poder usarla como y cuando quiera en sus películas, sin tener que tenerla allí físicamente, un contrato de por vida que la apartara de la actuación. Una actriz convertida en datos, un avatar. Un dolor. Una tristeza.
Es difícil no imaginarse a la verdadera Robin Wright en esa tesitura, en la de una actriz que por estar con sus hijos parece que desaprovechó su carrera y que llegada la fatídica barrera de los 40 se encuentra con un teléfono que no suena. Dura realidad hollywodiense. O estás ahí o no estás. (Aunque ahora estar, está y mucho. Atentos a la belleza gélida de Wright en House of Cards. Ríete tú de La Princesa Prometida). El discurso de su agente para convencerla para que firme no tiene desperdicio. Una actriz espléndida, esta película es buena prueba de ello. Le acompañan Harvey Keitel como su agente y amigo y Danny Huston como el capo del estudio, ese ser despreciable que la obligará a tomar una decisión que cambiará su vida por completo.
Lo que sorprende de está película es además el salto que hace de lo físico a la animación y los mundos de fantasía que crea a partir de la imaginación de la actriz protagonista. Un viaje psicodélico, un tripi visual con sentimiento y emociones a flor de piel. Un paseo por el lado más onírico de la vida acompañada por Frida Kahlo, Cleopatra o Clint Eastwood. Un paseo por un mundo creado por y para olvidar la realidad. Una película bella y maravillosa, un viaje de autodescubrimiento, sufrimiento y liberación. Un viaje irreal hacia los sueños y las pesadillas, hacia la realidad irreal o la irrealidad real, lo mismo da. Películas de esas que luego podrías pasarte horas comentando. Cine con mayúsculas.
Es difícil ver esta película y no dejarte arrastrar por las emociones. Por esa mirada de ojos azules y tristes de Robin Wright, la real, la ficticia, la animada. ¿Cuántas Robins? ¿Cuántas han pululado por este mundo? Tantas como papeles, tantas como la hayamos imaginado, porque eso hace Boldman con esta película, imaginarse a todas esas Robins pero sobre todo a una, a la madre que lucha por encontrar a su hijo, por hacer que la vida sea mejor para él, cueste lo que cueste, haya que atravesar mundos reales o imaginados. Una bella historia de amor materno-filial pero también de miedos y decepciones, de sentimientos y emociones, de dolor y alegría. No digo más, simplemente, id a verla y comprobadlo por vosotros mismos. No os arrepentiréis. Emociona.