Cobra Kai, o los ochenta nunca mueren
Estamos ante un caso curioso. Una película mítica de los ochenta que acaba convertida en serie de Netflix… con los mismos actores originales. Toda una fiesta de la nostalgia, hecha con tanto cariño que resulta irresistible.
Karate Kid (1984) fue una película mítica para toda una generación. La historia de Daniel LaRusso (Ralph Macchio), un chico recién llegado a Los Ángeles que intenta adaptarse a su nueva vida pero se encuentra con un grupo de pandilleros que le hacen la vida imposible. Decide aprender karate para poder defenderse y, por suerte para él, aparece en su vida el señor Miyagi (Pat Morita), que además de ser el conserje de su casa y un gran aficionado a los bonsáis, es maestro de karate. Con sus métodos atípicos y sus míticas lecciones de vida, Miyagi prepara al joven Daniel para el torneo de karate del valle, donde se enfrentará a su mayor enemigo, el pandillero Johnny Lawrence (William Zabka).
Saltamos tres décadas hacia delante. Estamos en el mismo distrito de Los Ángeles, solo que la vida ha seguido su curso. Atrás quedan los días de noviazgos, bicicletas y karate.
Cobra Kai nos presenta la acción desde el punto de vista de Johnny, el gran perdedor del famoso campeonato de karate. Johnny se gana la vida como puede haciendo apaños, y se dedica básicamente a beber cerveza, ver la televisión y dar vueltas en su coche clásico. Vive acechado por el pasado… hasta que un día se arma de valor y decide reabrir el dojo de karate donde se formó, Cobra Kai. Al hacerlo, volverá a encenderse su rivalidad con Daniel. Daniel es ahora padre de familia y dirige un exitoso concesionario de coches. Vive en constante equilibrio, tirando adelante una familia y un negocio, aunque le pesa la ausencia de su viejo mentor, el Sr. Miyagi.
La serie es una celebración del cine de los ochenta. Hard rock, cochazos, rivalidades de instituto, superación personal, maniqueísmo… Pero hecho con tanto amor y tanta gracia que resulta enternecedor e irresistible.
Además, el paso del tiempo queda patente en la serie de una forma muy inteligente. El tiempo no pasa en vano, y los valores cambian. Lo que era válido en los crudos ochenta no se aplica necesariamente a la época de lo políticamente correcto. Lo que no ha cambiado es la relación casi simbiótica entre el bully y el inadaptado.
Uno de los mayores aciertos de la serie es que, aunque el tema de buenos contra malos sigue siendo central, se difuminan las líneas y entramos en el terreno pantanoso de la edad adulta. Nadie es totalmente bueno ni malo todo el rato, sino que estamos sujetos a los vaivenes de la vida. El perdedor acaba siendo entrañable, y el ganador puede ser reprobable.
Otro de los aciertos es que, puestos a recorrer el camino de la nostalgia, lo hagan con los intérpretes originales. No hubiera sido lo mismo una serie de Netflix sobre Karate Kid que simplemente revisara la película con caras nuevas. Los actores son el vivo ejemplo del paso del tiempo, y llevan ya consigo toda una narrativa.
Cobra Kai es un triunfo de la nostalgia, pero sabe combinar viejas glorias con personajes nuevos interesantes. Los papeles de protagonista y antagonista se diluyen, y esto resulta muy refrescante. Y lo que quizá le falte en profundidad, lo compensa con creces en encanto. En definitiva, muy recomendable.
¿Recuerdas la cara de Daniel cuando Miyagi le pidió que empezara a dar cera y pulir cera? Pues así te quedarás tú cuando empieces a devorar los episodios de media hora de las dos temporadas que hay hasta ahora de Cobra Kai. la tercera temporada está anunciada para principios de 2021. Y ahora, grita conmigo: ¡Cobra Kai!