Paul Bowles: The cage door is always open
Paul Bowles: The cage door is always open
Daniel Young, 2012
Justo antes del estreno en la pasada Berlinale, el director comentó que no podía decir mucho sobre el documental, sólo que le había dedicado muchos años de su vida y que sentía curiosidad por saber si el público conocía a Paul Bowles. Así que se dirigió al público y pidió que levantaran la mano los que lo conocieran. Levantó la mano más de la mitad del público, en una sala llena hasta la bandera. No está nada mal, vino a decir su cara.
Y es que la recepción de un documental así cambiará muchísimo para unos y otros. Los que conocen a este escritor y compositor estadounidense se lo mirarán automáticamente con cierto cariño, con ansias de descubrir detalles desconocidos sobre su vida, aspectos inéditos, imágenes frescas. No tengo ni idea de cuál será el horizonte de expectativas del neófito, pero tengo la impresión de que este documental es la forma ideal de introducirse en el autor.
En cualquier caso, el punto de partida de Paul Bowles: The cage door is always open es una entrevista que Daniel Young le hizo al escritor prácticamente en su lecho de muerte. A primera vista, el encuentro de Young con un Bowles encamado me pareció bastante perturbador, como si se tratara de exprimirle todos los datos posibles antes de exhalar su último aliento. No obstante, poco a poco fui entrando en la situación, especialmente gracias a las declaraciones de un Bowles bastante lúcido.
El documental sigue una estructura clásica, alternando la entrevista con datos biográficos y con la intervención de amigos y conocidos de Bowles, poniendo énfasis en la vida del escritor en Tánger, su relación con Jane, su pasión por preservar la música local y las singularidades de su vida sexual. A destacar las transiciones y animaciones, que en ocasiones parecen salidas del Monty Python’s Flying Circus.
Partiendo de la entrevista inicial, realizada poco antes de la muerte de Bowles en 1999, Daniel Young empezó a entrevistar a todo aquel que encontró que hubiera tenido relación con el escritor. El chófer de Jane y Paul habla de las dinámicas relacionales del matrimonio, el artista y narrador marroquí Mohammed Mrabet habla de sus sesiones de narración y kif, el poeta John Giorno describe con detalle la visita que le hizo junto a Brion Gysin, Gore Vidal proporciona los detalles más profundos mientras acaricia su gato, además de otros testimonios entrañables como los de John Waters y Bernardo Bertolucci.
Me pareció muy interesante el retrato del Paul Bowles intimista, meditabundo y visionario, ajeno al mundo exterior, el viajero que no va a ninguna parte, el patriarca que abrió la puerta a sus amigos artistas (Cy Twombly y Robert Rauschenberg) y escritores (William Burroughs, Allen Ginsberg, Jack Kerouac y el resto de beatniks, con los que tenía poco que ver a nivel literario).
Una grata sorpresa tanto para aficionados como para neófitos.