Dejad que los libros se acerquen a mí

Buecher mit katze, libros 6

Cuando vas en el metro te das cuenta de algo curioso, los e-books van ganando terreno al libro impreso. Se vislumbra un futuro incierto para los libros, al igual que le pasó al cd con la llegada de los mp3 y las descargas de música. El libro está empezando a perder el valor que tenía hasta ahora, como ya le pasó a la música. Era un objeto preciado y ansiado. Antes ahorrabas para poder ir a comprarte el último libro de tu autor favorito o el disco de aquel músico que tanto te gustaba, pero ahora que te lo puedes bajar, ¿para qué preocuparte? Es normal escuchar a personas jactarse de tener miles de libros descargados en el disco duro de su ordenador y aún así siguen descargándose. ¿Alguna vez se los leerán todos? ¿O pasarán a acumular polvo cibernético en una biblioteca virtual de la que pronto se olvidarán o peor que por un fallo del ordenador perderán inexorablemente?

 

Para los que los libros han sido y seguirán siendo un tesoro, el e-book se nos antoja práctico pero falto del encanto que las páginas de un libro te podrá proporcionar. En un futuro lejano, probablemente habrá gente que no habrá pasado la página de un libro en su vida. Es el futuro, el progreso, la tecnología que todo lo engulle y nada se le atraganta. Es triste, pero lo cierto es que la gente no lee y no parece que lea más gracias a los e-books. Parece que las nuevas tecnologías a parte de facilitarnos la vida están consiguiendo idiotizar a la humanidad sin remedio. En el futuro, ¿para qué querrán e-books los lerdos del mundo? En las bibliotecas te encuentras el mismo problema, mucha gente que se dedica al internet gratis y poco a la lectura.

 

Hace poco me leí un libro muy interesante, lo cogí de la biblioteca, ese pequeño paraíso del que todos deberíamos aprovechar sus frutos. El libro me lo recomendó una amiga, se llama El día de los trífidos de John Wyndham. Es un libro de ciencia ficción. En un futuro apocalíptico, en el que la mayoría de la población queda ciega, nos encontramos al protagonista intentando sobrevivir. Aunque algunos libros le ayudaron. Lo cierto, es que los libros no le iban a servir de mucho entonces, pero lo curioso de todo ello es ver como condenado a vivir en un mundo sin las facilidades a las que estamos tan bien acostumbrados, tenía que apañárselas para cultivar alimentos, por ejemplo, o hacer trabajos de mantenimiento de los que nunca se había encargado, reparar máquinas que nunca había usado y que casi no sabía ni que existían y cuando todo el combustible desapareciese, ¿entonces qué? Ni electricidad, ni agua, ni ninguna de las comodidades que hasta entonces disfrutaba y que se habían convertido en parte esencial de su vida. Todo eso desaparecería y volveríamos a un estado semiprimitivo, un estado anterior al progreso, a la evolución y a las nuevas tecnologías. Que aunque son útiles, parece que simplemente sirven para idiotizarnos en masa. Dependemos de ellas, o mejor dicho, de los que las controlan. Estamos atrapados. Da miedo, ¿verdad? Sino que se lo digan a Orwell y su 1984 o al Farenheit 451 de Bradbury.

 

portada the day of the triffids

 

Los libros nos abren puertas, a lo desconocido muchas veces, a otras realidades, a otros mundos. Y es curioso ver como hay tanta gente que no está interesada en algo así, que se conforma con enchufarse a la telebasura 24 horas para ver otra realidad, quizás peor a la suya, triste consuelo. ¿Cuántos de nosotros disfrutamos pasando las páginas de un libro? ¿Cuántos quedaremos de aquí a cinco años? ¿Por qué los niños prefieren la videoconsola y sus juegos de muerte y destrucción antes que leerse un libro? Algo está pasando y no precisamente para bien. ¿Por qué la gente no lee? O peor, ¿por qué cuando leen se decantan por Cincuenta sombras de Grey? Preguntas sin respuesta.

 

Mientras, algunos nos seguimos perdiendo entre las páginas de los libros. La curiosidad es uno de los grandes acicates a la hora de lanzarse a la lectura, curiosidad por descubrir cosas nuevas. Ahora se estila más el cotilleo y descubrir la mierda ajena. Lástima. Hace poco vimos en casa de unos amigos una película que os recomiendo encarecidamente, se llama Kon-tiki y narra las aventuras de una alocada expedición noruega capitaneada por Thor Heyerdahl. Una historia real. Este intrépido explorador se propuso demostrar que desde Perú antepasados pobladores de aquellas tierras llegaron navegando hasta Polinesia en período precolombino. Y lo hizo a lo loco, como todo buen aventurero que se precie, construyó una balsa como los antiguos pobladores con los que había convivido en Polinesia le contaron que habían llegado sus antepasados y se lanzó al mar desde Perú acompañado por unos cuantos aventureros y ayudado solamente de las mareas, las corrientes y el viento. Una locura que fue real en 1947. Estoy buscando desesperadamente el documental que hizo el propio Heyerdahl sobre la expedición Kon-tiki y que por cierto ganó un Oscar.

 

 

La curiosidad por este singular aventurero me llevó de cabeza a la biblioteca y ahora mismo tengo en mis manos sus aventuras en la Isla de Pascua para averiguar como se levantaron los Moáis, esas misteriosas estatuas gigantes que pueblan la isla. El libro se llama Aku-Aku. El secreto de la Isla de Pascua. De esta aventura, de este intrépido aventurero o de los misterios de la Isla de Pascua, yo no tenía ni pajolera idea, pero ahora la curiosidad me ha picado y estoy navegando por las aguas procelosas del Pacífico. Algún día espero poder hacerlo en persona, pero mientras tanto cojo un libro, paso las páginas y me imagino el sol sobre el mar tranquilo y de aguas cristalinas en las cercanías de la isla de los hombres-pájaro, un moái gigantesco que me observa desde el monte del Rano Raraku, los ecos de la llegada de Hotu Matua a la isla, las luchas entre los orejas largas y los orejas cortas en la península de Poike, me arrastro con Heyerdahl por el interior intrincado de la cueva de las vírgenes llenándome de barro hasta las cejas y temiendo quedar atrapada entre sus rocas, presencio la celebración de un hula, las excavaciones en la isla en busca de la historia de sus antepasados, conozco al alcalde Pedro Atán, paseo por los restos del poblado en Orongo mientras los Aku-aku me acechan,…Todo eso, gracias a un libro. Y no sólo puedo visitar lugares lejanos en los que nunca he estado, sino viajar en el tiempo, el sueño de cualquier mortal con un poco de curiosidad. Trasladarse a la Francia de la Ilustración, al Japón de los samuráis, a la Inglaterra shakespeariana o visitar mundos irreales y fantásticos, como el Doctor Who en su cabina, como las profundidades marinas del capitán Nemo, al futuro de Asimov, la invasión marciana de la Guerra de los Mundos de Orwell, la Tierra Media de Tolkien o los Siete Reinos de Juego de Tronos creados por George R. R. Martin. Podemos hacerlo, simple y llanamente, pasando las páginas de un libro. El que no viaja, es porque no quiere.

 

Portada Aku Aku

 

Así que hacedme un favor, levantaros de la silla, acercaros a la estantería de libros más cercana, coged el primer libro que os apetezca y empezad a leer. ¿Hacia dónde os han encaminado vuestros pasos al pasar página?

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