Karmelo C. Iribarren: bajo una luz distinta
Una americana
en el respaldo
de una silla.
Alguien
se la ha dejado ahí.
Todavía
no significa nada
pero démosle su tiempo.
Conforme
se vacíe
el bar,
se irá llenando
de vida,
de misterio…
Este poema, ‘Bajo una luz distinta’, pertenece a la antología La ciudad (Ed. Renacimiento, 2008), que recoge poemas de Karmelo C. Iribarren desde 1985 hasta 2008.
¿Y por qué lo hemos elegido para encabezar este artículo? Por dos razones:
1) Porque es un poema magnífico.
2) Porque de alguna forma incluye ese procedimiento mágico tan característico de la poesía en general, y de la obra de Iribarren en particular: la capacidad de transformar la realidad, de elevar todas las cosas a la categoría de objetos estéticos. En definitiva, de ver el mundo bajo una luz distinta.
Los poemas de Karmelo C. Iribarren huelen a tarde, a ciudad, a bar, a amores telefónicos, a frío, a invierno y acaso a infierno. A todas las cosas que se pueden ver y a todo lo que se esconde detrás. Sus poemas, breves e intensos, exprimen todo lo que puede ofrecer un momento, un aliento, una imagen. Una imagen que, como dice uno de sus poemas, “es tan bella que casi duele”.
Iribarren se ha dejado someter a nuestra entrevistaca. Allá vamos.
¿Por qué poesía?
No hubo premeditación, surgió así. Yo me dejé llevar…
¿Hacia dónde va tu poesía?
Mi poesía y yo vamos ya hacia esa calle crepuscular en la que espero que tarde en ponerse el sol…
¿Qué poetas te han influenciado más?
Los Machado, Juan Ramón, Pedro Salinas, Ángel González, Gil de Biedma, Luis Antonio de Villena, Luis Alberto de Cuenca, Abelardo Linares, Javier Salvago, Raymond Carver, Pío Baroja, Raymond Chandler… Paco Cifuentes.
¿Cuál es tu poeta actual preferido?
José Luis Parra, por ejemplo.
A continuación puedes verle recitando en directo, y leer cinco de sus poemas. Seguro que te quedas con ganas de más.
LA NIEVE
A las cinco de la madrugada,
viendo nevar
sobre la autopista.
La imagen es tan bella que casi duele.
Me imagino así
el final de los tiempos:
la absoluta orfandad
bajo una luz apocalíptica,
y la nieve -incesante, cayendo-,
como un réquiem,
ese
que ya nadie escuchará.
LA CONDICIÓN URBANA
Detesto el autobús. La buena
educación que nos obliga
a ceder el asiento
a esas señoras
que hasta que no se sientan
puede darles
cualquier cosa fatal.
Los empujones. El olor. Que nadie
fume y tenga que aguantar
todos los pormenores
del infarto
que le dio a no sé quien.
Las leyendas que llevan
en los flancos.
Los frenazos. Y muchas
cosas más que ahora me callo
porque me bajo aquí.
TRENES
Miro el tren de cercanías.
Es azul, pero entre la niebla
parece gris. Pronto
se meterá en el túnel
y desaparecerá de mi vista.
Dentro de una hora y media
volverá. Pero ya no será
el mismo tren. Será otro,
con muchísima más
luz. En ese tren vendrás
tú, leyendo una revista.
LOS ZAPATOS
Me gustan negros,
sólidos,
serios,
que te sostengan
bien,
que pises
y la tierra se entere
de que no es broma,
de que tú estás aquí
y ella ahí,
abajo,
y que las cosas
—por lo que a ti
respecta—
no van a cambiar.
AL LÍMITE
Tienes veinte años,
tienes a la vida
por el cuello,
a tu merced;
pero no es suficiente,
quieres más.
Conozco
esa sensación.
Y te deseo mucha suerte,
porque la vas a necesitar.