Visto en el D’A 2017 (y V). Por qué no todos los festivales de cine son iguales
Son diversos los itinerarios posibles partiendo de los 74 largometrajes, repartidos por media docena de secciones, que han conformado esta séptima edición del D’A. Fue el año de los homenajes hitchcocknianos, de las películas francesas de metraje desaforado, de las fiestas con regusto amargo, los burgueses sin rumbo, la nostalgia con estilo y las revoluciones fallidas. Quizás todo tengo algo que ver. Quizás no.
Sólo queda hacer balance y recordar por qué reivindicar la excelencia no puede ser interpretado en ningún caso como un ejercicio de elitismo.
Los 12 momentazos del D’A 2017
1.- El guión de 20th Century Women. Sus actuaciones. Su ritmo. Su banda sonora. Una muestra de indie mainstream sublime que nos recuerda aquello que hizo grande al mejor cine norteamericano. Porque la menstruación puede ser un gran tema para la sobremesa.
2.- El penúltimo plano de Playground. Un mazazo en plano fijo para quién todavía albergase alguna esperanza en el ser humano. Así, en general.
3.- Cada año hay una película parida cerca de nosotros que sabes que hará fortuna. Que independientemente de sus logros artísticos, se ganará el corazón del público por méritos propios. Este año ese título ha sido Estiu 1993. La ópera prima más deslumbrante en muchos años; esa cinta ante la que el crítico sólo puede bajar el bolígrafo y salir algo azorado de la sala, simulando que se le ha metido algo en el ojo.
4.- El encuentro con el clon de uno mismo en Nocturama. Uno de tantos jóvenes sin perspectivas de futuro ni poder adquisitivo (en realidad lo único que le exige el sistema económico imperante: consumir) descubre, sin apenas estupor, que su look supuestamente único no es más que el standard fijado por la multinacional del textil de marras. Los niños del sudeste asiático tejiendo para los niños de los suburbios parisinos.
5.- El interludio karaoke de The Woman Who Left. Al ritmo de los grandes musicales de Hollywood cicatrizan mejor las heridas, tanto las físicas como las morales. Uno de esos instantes de “realidad robada” para los que se necesita de una cámara paciente y reconcentrada.
6.- El inmaculado orden –la soporífera belleza, para algunos- que preside todos y cada uno de los planos de la argentina Kékszakàllú. El despertar a la realidad de una niña de papá, la constatación de que no es igual de sencillo para todos.
7.- Los peripatéticos trágicos de Scarred Hearts. Pocas veces había resultado tan divertida una película tan funesta. La celebración de la vida más allá de la mediocridad del matarife oficial: la propia medicina.
8.- El tramo de la ascensión por la bolsa de Bielsa en Elefantes. Un crescendo sin personajes repleto de emoción y fantasmagorías.
9.- El abrupto final del romance en Le parc, con esa protagonista incapaz de volver a casa sin que sepamos muy bien el por qué. Esperando que caiga la noche y deshaciendo su camino con la minuciosidad propia de los sonámbulos.
10.- El enconado pulso con el mundo entero del guardián de la moral protagonista de The Student. Nunca es bueno tomarse a la ligera el fanatismo. Pero más terrible aún es dejarlo campar a sus anchas por las instituciones educativas.
11.- La escena del asalto a la casa de Los bastardos, el segundo largometraje del homenajeado de este año, Amat Escalante. No hay piedad en su cine: ni con las víctimas ni con los verdugos (muchas veces, intercambiables en sus roles). Un tenso stand by sostenido por tres personajes malditos, resueltos a que todo acabe mal.
12.- Uno de los protagonistas de Free Fire sorprendido en pleno fuego cruzado y preguntándose a qué bando pertenece. El momentazo Sitges del festival fue esta gamberrada con balazos en la tibia coreados y réplicas picajosas de aplauso.
La excepcionalidad cultural del D’A
El director del D’A lo avisaba con un inhabitual porte serio en la presentación del festival: el próximo año no harán prisioneros. El próximo año el D’A está obligado a volverse a salir, entregándonos lo mismo que cada temporada: la selección de títulos más estimulante del año en la cartelera de esta ciudad. La primera y última oportunidad –para los que no tenemos la suerte de viajar a los principales festivales del mundo- de ver esas películas. La primera (y sí, muchas veces también última) oportunidad de ver el mejor cine rodado a tres manzanas de tu casa.
El D’A es cada vez más consciente de su responsabilidad y del compromiso adquirido, tras unas primeras ediciones sudadas y muy, muy luchadas. Como uno de los buques insignia de la cinefilia barcelonesa, va creando sinergias lógicas con otros certámenes, acontezcan cercan de aquí (Americana Film Fest) o en otros lugares de España (Márgenes, SEFF o, a buen seguro, con la nueva dirección del Festival Internacional de Cine de Gijón).
Y por eso mismo sus orgullosos frecuentadores nos podemos permitir señalar las imposturas, los oportunismos, las derivas. Como la protagonizada este año por un nuevo festival, casi encabalgado en fechas con este y bautizado con el nombre de esta vapuleada ciudad más el de cierta fiesta otrora popular y camino ahora de la banalización global. Libros, rosas y algún famoso de relumbrón para darle color al evento, a una muestra surgida con cierta nocturnidad, de sopetón y –quizás, lo más doloroso- bajo el amparo de unas salas que antaño fueron referente entre los aficionados al cine más alternativo.
Que si, que este es un país libre. Pero que no os engañen. El D’A se mueve en otra liga: la del rigor y la excepcionalidad cultural. Sin necesidad alguna de servirle de altavoz a un cine que tiene la distribución asegurada. Programando filmes imposibles que saben que no van a llenar precisamente la sala.
Cada año, aproximadamente un tercio de lo que veo en el D’A no me convence. Incluso algunas películas me disgustan profundamente. Pero ya me está bien: un espectador acomodado es un espectador muerto. Es la hora del orgullo, ese que debe blandir todo asiduo a las salas del Aribau Club, el CCCB o la Filmoteca durante los últimos días de abril y los primeros de mayo. La hora, también, de la reivindicación.
Ni un paso atrás.