Tormenta de espadas: ¡mátalos a todos, George!
La tercera temporada de Juego de tronos se estrena el próximo domingo 31 de marzo en EUUU, enfrentando uno de los mayores retos acometidos por serial televisivo alguno: tratar de adaptar en apenas 10 horas el millar de páginas de Tormenta de espadas, el tercer volumen de Canción de hielo y fuego. (Sí, si pudieron convertir Guerra y paz en una miniserie, esto debería de ser pan comido). Lo cierto es que de no estar detrás de este invento la todopoderosa HBO nos atreveríamos a decir que lo que no puede ser, no puede ser… y además es imposible.
Aunque sus creadores hablan insistentemente de un giro “intimista”, lo cierto es que la historia contiene pasajes de una espectacularidad difícil de trasponer en imágenes sin el refrendo de una superproducción (que hace falta dinero, vamos, pero que mucho dinero para tratar de recrear encuentros, batallas y traiciones en los escenarios primorosamente descritos del original).
El dilema continuado de los guionistas habrá sido: “¿dónde cortar?”, “¿de qué subtramas prescindir?”, “¿cómo condensar tal episodio en diez ridículos minutos?”. Volverán a contar con el asesoramiento en labores de producción de George R.R. Martin, un autor al que como buen conocedor del medio no le importa realizar ciertos sacrificios en aras de la comercialidad (algunos de sus detractores califican el producto final de este canal de pago como “fantasía con tetas y espadas”) a cambio de preservar, en lo fundamental, su universo medieval, bronco e impío.
George R.R. Martin, el escritor al que más le deseamos una larga vida –por lo menos hasta que termine de una puñetera vez lo que tiene entre manos- se acerca ya a los 65 años. Quién le iba a decir a este hombre que a mediados de los ochenta ahogaba sus penas en Hollywood (como otros grandes de la literatura norteamericana, pero sin whisky de por medio), que acabaría erigiéndose en uno de los autores más influyentes del panorama mundial y permitiéndose hasta un cameo en su propio mundo en esta tercera temporada televisiva. Le pese a quién le pese y por infravalorado que siga estando el género literario que cultiva.
Su estilo se forjó en la novela corta, esa de la que es deudora su Canción de hielo y fuego (cada capítulo funciona como un microrrelato con entidad propia, una virguería que convierte la lectura en un goce renovado cada diez o doce páginas). Se hartó de coleccionar premios Hugo, Nébula y Locus y nos dejó por el camino una serie de culto con un halo romántico y fatalista a lo Jean Cocteau (La bella y la bestia, 1987).
Llegamos así hasta 1996, fecha de publicación de la primera novela de su serie más exitosa: Juego de tronos. Diecisiete años después ya sólo le quedan dos cuentas a su rosario con formato de heptalogía: The winds of winter y A dream of spring (aunque tampoco se fíen mucho de los títulos. Con Martin nunca se sabe).
¿Dónde está el secreto? ¿Es él mismo consciente de que si logra llevar a buen puerto su empresa habrá compuesto un cantar de gesta de cerca de 6.000 páginas que convierte a En busca del tiempo perdido en un entremés de fin de semana? Sí, claro que lo sabe. Martin ha logrado revivir el género que nuestro Cervantes apuntilló hace cuatro siglos: la novela de caballería. Nos ha llenado la cabeza de blasones, de reyes, de cortes, de bandidos, princesas a la fuga, eunucos retorcidos, enanos brillantes, ronins en busca de señor… ah, y dragones. Por si fuera poco.
Martin demuestra un conocimiento profundo de la literatura épica, el mismo que le permite refundir (sin que se advierta olor alguna a refrito) la poesía trovadoresca, la venganza de Krimilda, el mito artúrico, el lento goteo de muertes homéricas pero nada heroicas, Orlando el furioso y hasta el mismísimo Paraíso perdido de John Milton. Pero con eso no bastaría. Porque lo que hace grande una novela río son sus protagonistas.
Y los de George son cualquier cosa menos ejemplarizantes. Se acuestan con sus hermanas, tiran a niños de torreones, matan a sus padres, destripan a sus enemigos, rompen sus votos, hacen pactos con diablos de pelo rojo y dejan macerar sus envidias y sus pasiones a fuego lento, el tiempo que haga falta. Son tan jodidamente mezquinos –tan jodidamente humanos- que el lector termina por empatizar con ellos. ¿Quién necesita de ídolos sin fisuras en este siglo?
Tras una segunda temporada que resultó menos redonda que la primera –uno sigue teniendo la sensación de estar viendo un trailer del libro y se pregunta cómo no se perderá en esa maraña de apellidos y castillos el espectador que desconozca el referente literario-, las lanzas vuelven a estar a punto para esta tercera acometida. ¿Qué nos deparará la historia?
Diez personajes en busca de un hogar
La casa de los Stark sigue emperrada en querer ser algo más que los reyes del Norte. Sin Invernalia y embarcados en una guerra lejos de sus dominios, no tardarán en descubrir que el enemigo más peligroso acaba siendo el rencor y el deshonor causado a terceros. Los Lannister se las prometen también muy felices en su feudo de Desembarco del Rey, con un heredero que por no saber no sabe ni quién es su padre. La nueva Mano del Rey, el gélido Tywin Lannister, ve en su nieto un títere perfecto para seguir ejerciendo el poder en la sombra (o a pleno sol, que tanto le da).
Por su parte, Stannis Baratheon, autoproclamado rey del Mar Angosto y convencido –o hechizado por la poderosa sacerdotisa Melisandre de Asshai- de contar con la tutela del Señor de la Luz, se restañe de las heridas tras la batalla (con fuego valirio incluido) del Aguasnegras. El más controvertido de los aspirantes al Trono de Hierro acabará demostrando lealtad hacia el más antiguo de los juramentos: auxiliar a la Guardia de la Noche. Por su parte los Greyjoy no pasan por buenos momentos tras su machada sobre la región de los Túmulos; ser reyes de las islas del Hierro y del Norte quizás les quede un poquitín grande. Walder Frey y su inagotable progenie quedarán malditos para siempre y de los Arryn sólo sabremos hacia el final, enrocados y aislados de todo en su Nido de Águilas, con ese nombre tan rimbombante de cuartel general de las SS en Baviera. La casa Martell hará una esporádica pero decisiva aparición: conoceremos al príncipe Oberyn, apodado la víbora roja con bastante conocimiento de causa.
¿Y al otro lado del agua? Pues la madre de dragones seguirá con su tortuoso acercamiento a Poniente. Su cruzada se convertirá en guerra de liberación, un giro social que a buen seguro haría las delicias del Dalton Trumbo de Espartaco.
Estas son algunas de las vicisitudes que les aguardan a las diez voces del tercer libro:
Jaime Lanniter.- Comienza enrolado con Brienne (la mujeruca mitad valkiria, mitad luchadora de wrestling) en una misión cuánto menos polémica: devolverlo con su señor padre y esperar así un improbable canje de prisioneros (Catelyn sigue pensando que tanto Arya como Sansa continúan en Desembarco del Rey). Digamos que las cosas no le van a ir del todo bien a Jaime en esta tercera temporada: su arrogancia y sorna recibirán un duro varapalo tras conocer a Vargo Hoat y sus titiriteros sangrientos. Eso sí, habrá reencuentro con Cersei y harán cosas malas rodeados de cirios y parafernalia fúnebre.
Catelyn Tully.- Lo de la viuda de Eddard Stark sí que es un verdadero vía crucis. La veremos enterrar a su progenitor, el señor de Aguasdulces, para a continuación acompañar a Robb hasta los Gemelos, donde tratará de reestablecer una alianza estratégica con los Frey, después de que al mentecato de su hijo le confundiese la noche y acabase rompiendo su compromiso matrimonial.
Arya Stark.- Esta chiquilla también eligió un mal libro para dejar de correr. Tras escabullirse de Harrenhal, se verá arrastrada por hermandades de asalta caminos, caballeros que no quieren serlo y de rostro desfigurado… lo mejor de cada casa, vamos. Verá morir a mucha gente, asistirá a alguna resurrección y le acabará dando un uso inesperado a una moneda de hierro “tan gastada que el hombre cuya cabeza aparecía en ella no tenía ya rasgos”. Valar morghulis, Arya.
Tyrion Lannister.- El menos agraciado de los Lannister amanecerá desnarigado y sin su condición de Mano del Rey. Su posibilidad de influir sobre los asuntos de la corona se verá muy mermada, a pesar de lo cuál seguirá intentando meter baza. Deberá de sufrir una boda de conveniencia y hasta un juicio por asesinato que volverá a dirimirse con sangre ajena.
Davos Seaworth.- El apodado ‘caballero de la cebolla’ volverá junto a su idolatrado rey Stannis. Tratará de contrarrestar sin mucha fortuna el discurso profético y fatalista de la sacerdotisa Melisandre. Parece ser que llega demasiado tarde: la comida de olla ha sido fenomenal y el más antipático de los Baratheon está en manos de la secta. ¿O quizás no?
Sansa Stark.- De una ingenuidad que raya en la tontuna, Sansa volverá a tener una buena ración de “cruda realidad” en Tormenta de espadas. Con la cabeza llena de pajaritos y cuentos de ancianas ayas (memoria de caballeros bien plantados, de torneos y justas gloriosas, de sofisticados romances e imperecederos sacrificios de amor), nuestra Isolda particular continuará a la espera de su rescatador, de ese campeón que la aleje de una vez por todas de la órbita del rey Joffrey y los suyos. Como les suele pasar a las almas cándidas, será peor el remedio que la enfermedad, quedando a merced de un lord Petyr dispuesto a convertir a Darth Vader en una monjita de clausura.
Jon Nieve.- Prisionero de los salvajes, conocerá por fin al Rey-más-allá-del-Muro. Aprenderá a respetar al pueblo libre y amará a su Ygritte, una mujer empeñada en recordarle lo poco que sabe de casi todo. Habrá pulso entre deber y deseo y acabará desempeñando un papel decisivo en la defensa del Castillo Negro. Héroe para unos, villano para otros.
Daenerys Targaryen.- Cada vez más recelosa de todo y de todos, Daenerys de la Tormenta, la que no arde, continuará su periplo por la bahía de los esclavos. Allí liberará algunas ciudades, arrasará otras y se hará con los servicios permanentes de un ejército de Inmaculados especialmente dotados para la obediencia ciega. Mientras tanto sus tres dragoncitos seguirán alimentándose con una dieta fuertemente proteínica. Que se preparen los Siete Reinos.
Bran Stark.- Sí, sabemos que suena a chiste de sala de billares, pero lo cierto es que Bran se tirará toda la tercera temporada ejercitando su tercer ojo. Entiéndasenos bien: esa capacidad difusa que tiene para ver a través de los demás, para ponerse en la piel de su lobo huargo y… tratar de dar con el condenado cuervo demiurgo. Un genuino camino de Santiago a lomos de su sufrido Hodor y escoltado por sus protectores de las tierras pantanosas.
Samwell Tarly.- Menos diestro que Sancho Panza y más autocompasivo que Calimero, Samwell sobrevivirá por una de esas injustas casualidades al ataque de los Otros sobre el Puño de los Primeros Hombres. A partir de ahí le resta una huída (con compañía femenina incluida) hasta el Muro, el descubrimiento de un secreto fundamental asociado al vidriagón y formar parte de una estratagema determinante para la elección de un nuevo lord Comandante. ¡Vaya con el chico paradito!
El clímax continuado como recurso narrativo infalible
Este año Juego de tronos tendrá unos 5 minutos más por capítulo, sin alcanzar en ningún caso ese tope máximo de 60 impuesto por la cadena (excepto para el último, que posiblemente vuelva a tener la misma duración extra que el finale de la segunda temporada). Eso sí: serán 10 episodios y ni uno más. ¿Suficientes para ver algunos de los momentazos que todos recordamos del libro?
1.- Jaime y Brienne cruzarán por fin sus espadas. ¿Le bajará por fin una mujer los humos al guaperas de los Lannister?
2.- Mormont, el viejo Oso, tendrá que imponer su autoridad en el torreón de Craster. ¿Cómo se tomarán los hermanos juramentados la falta de alimentos y la castidad en tierra ignota?
3.- Sucedió en Astapor. ¿Se deshará la madre de dragones de uno de sus vástagos a cambio de su armada invencible?
4.- Este libro va de matrimonios y banquetes, aunque ninguno de sus partícipes acabe comiendo perdices precisamente. ¿Sabrán dotar a la boda roja de ese regusto a tragedia griega?
5.- ¿Qué pinta lucirá Beric Dondarrion, el señor del relámpago al que tan a menudo –y con razón- dan todos por muerto?
6.- Mamuts, gigantes, wargs… la batalla que queremos ver a los pies de el Muro es la que librarán Ygritte y Jon Nieve. Esto sí que son desavenencias matrimoniales.
7.- Tyrion lleva cientos de páginas poniéndose firme cuando oye hablar de papá. Ya va siendo hora de que tengan una conversación… de hombre a hombre. Aunque sea en el excusado.
8.- La Puerta de la Luna volverá a abrirse, con sus vistas incomparables sobre el valle de Arryn. Sansa, Petyr, Lysa y un bardo sobón. ¿Cuál de los cuatro se asomará más de la cuenta? Tan alto como el honor.