The Square: miserias humanas y arte relacional
Podríamos decir que el director Ruben Östlund aspira, sin duda alguna, a arrebatarle el puesto de enfant terrible del cine nórdico al sin par Lars von Trier. Es más, con sus polémicas películas y su llamativo comportamiento, el joven director sueco se encuentra ya bastante cerca de conseguirlo. Recordemos el famoso vídeo de youtube que inmortalizaba el momento en que Östlund se enteró de que su película Fuerza Mayor no estaría nominada a los Oscars de Hollywood. Recordemos también las controversias originadas por películas como Play o Fuerza Mayor. ¿Es Play una película racista? ¿Y Fuerza mayor machista? Ni sí ni no, sino todo lo contrario. ¿Y qué hay de The Square? ¿Cuánto tiempo hacía que una Palma de Oro en Cannes no despertaba tanta polémica? ¿Por qué parece que Östlund odia el mundo del arte contemporáneo? ¿O acaso su odio está más dirigido a la humanidad en general que a un sector en particular?
En Play fueron las comunidades de inmigrantes, en Fuerza mayor las estructuras familiares y en The Square el mundo del arte. Cualquier contexto o colectivo parece susceptible de ser satirizado sin piedad por Östlund. Aunque sobre todo, su principal objetivo es sin duda la clase media-alta aparentemente concienciada. Aquella que recicla sus desperdicios, da limosnas a los pobres y se preocupa de que sus descendientes tengan una impecable formación cultural. Aquella que siempre lleva las uñas impolutas, que nunca levanta la voz, que presume de civismo y educación. Aquella que vive en una impoluta casa de diseño nórdico pero esconde su basura bajo la alfombra cuando nadie mira. Aquella que, al fin y al cabo, es tan miserable y tan humana como el resto de la población.
¿Es Östlund un moralista rematado, un cínico incurable o un nihilista sin remedio? Posiblemente un poco de las tres cosas. ¿Hay una mínima posibilidad de redención para el ser humano? Viendo su filmografía, podríamos decir que probablemente no. Gran parte de la crítica ha coincidido en calificar The Square como una comedia, aunque sería recomendable matizar incluyéndola dentro del subgénero “comedia de la incomodidad”. Esa que nos arranca una sonrisa torcida y culpable cuando las mezquindades humanas, aquellas con las que en el fondo tanto nos identificamos, salen a la luz. En este caso, la víctima elegida para mostrar al mundo sus miserias es Christian, reputado conservador de un Museo de Arte Contemporáneo que, tras sufrir el robo de su teléfono y su cartera, padecerá una serie de incidentes que servirán para cuestionar su integridad como ser humano, esa que él daba por supuesta pero que parece tambalearse un poco más a cada segundo que pasa. Y de fondo, cómo no, el mundo del arte contemporáneo. Concretamente, una obra de inspiración relacional y valores supuestamente altruistas titulada The Square. Una obra que servirá a Östlund como excusa para poner en entredicho la conciencia de un país que presume de rozar la perfección y ser el paradigma de sociedad del bienestar. Una obra que, según la película, está realizada por la artista y socióloga Lola Arias, pero que en realidad ha sido creada por el propio Östlund, que ha utilizado el nombre de Arias sin su consentimiento; levantando, si cabe, un poco más de polémica alrededor de The Square. El jurado de Cannes quedó encantado, Lola Arias parece estar bastante furiosa y los artistas aparecen retratados, una vez más, como vendedores de humo. Pero al fin y al cabo… ¿no es acaso también esta sociedad una gran farsa?