The Family Fang: si es arte, es vida

En el año 2011, el escritor estadounidense Kevin Wilson publicó The Family Fang, novela que narra la historia de una atípica familia cuyos progenitores utilizan a sus dos hijos para la realización de sus llamativas performances artísticas. Cuatro años más tarde, el director Jason Bateman –que ya había debutado en el largometraje en 2013 con la comedia Bad Words– consiguió la complicidad de Nicole Kidman para sacar adelante su adaptación cinematográfica. Kidman se convirtió así en productora y coprotagonista del filme.

Ella y el propio Bateman interpretan los papeles de Annie y Baxter Fang, o lo que es lo mismo: niña A y niño B. Porque así es como Annie y Baxter serán llamados durante su infancia tanto por sus propios progenitores –Camille y Caleb Fang– como por el público conocedor de su obra, conformada principalmente por sonados incidentes en el espacio público. ¿Son Camille y Caleb Fang unos auténticos revolucionarios del mundo del arte o tan solo unos meros provocadores oportunistas sin talento artístico alguno?

La crítica de arte se encuentra completamente dividida ante la inclasificable obra de los Fang, y lo que para Annie y Baxter era inicialmente una impredecible infancia repleta de constantes sorpresas y aventuras, se ha convertido hoy en un pasado traumático, marcado por una familia disfuncional que antepuso su noción de arte a todo lo demás. Un pasado traumático que por desgracia les impide vivir un presente normal, ya que la primera se ha convertido en una actriz en horas bajas con tendencia al escándalo y apego por el alcohol, y el segundo en un escritor de un solo éxito que a menudo coquetea con substancias de dudosa legalidad.

Imagen_01

Mediante la apariencia de una inofensiva comedia que deviene imprevisible thriller, The Family Fang reflexiona con acierto sobre los límites del arte contemporáneo, en concreto sobre las posibilidades de la performance como método de expresión artística frente a otras técnicas más canónicas y menos cuestionadas.

Aunque ya ha pasado casi medio siglo desde que Chris Burden pidió a un amigo que le disparara en nombre del arte (Shoot, 1971), Marina Abramovic dejase su cuerpo totalmente a disposición del público (Rythm 0, 1974) o Joseph Beuys conviviese durante tres días con un coyote salvaje en el interior de una galería (I Like America and America Likes Me, 1974), la performance todavía es considerada como un género artístico incómodo, extraño, desconcertante y provocador.

Colectivos artísticos como los accionistas vieneses, los japoneses Gutai, Fluxus (en EEUU, Europa o Japón) o Zaj (en España) han incidido con sus performances en esta continua redefinición de la obra de arte mediante la acción, llevando a un segundo plano (o incluso haciendo desaparecer) la formalización objetual y condición matérica de la obra. Inspirados en parte por Marcel Duchamp y por algunos artistas de las vanguardias, estos colectivos marcaron con sus obras un antes y un después, haciendo uso para ello tanto de la interdisciplinariedad que caracterizó su trabajo, como de canales de distribución y exhibición de arte no habituales hasta el momento.

Sin apenas nombrar referentes reales, The Family Fang hace un instructivo repaso por la poco explorada (al menos en el contexto cinematográfico) historia del arte de acción: sus propósitos, sus metodologías, sus posibles contextualizaciones. ¿Qué sucede cuando el propio cuerpo del artista se convierte en parte de la obra? ¿cuando lo importante es la acción ejecutada y no el objeto producido? ¿cuando nos desligamos de la necesidad de producir un arte figurativo fundamentado en la mera mímesis? ¿Qué sucede cuando rompemos todos los clichés que hemos asimilado sobre el arte? ¿Qué sucede cuando dudamos sobre esa definición de arte que la historia oficial nos ha dado?

Imagen_02

You may also like