Redd Kross, o la ilusión de la vida eterna
Hay bandas que te gustan, bandas que te gustan mucho y bandas que han dejado una huella imborrable en tu vida. Y de algún modo, puede ser que alguna de estas últimas solo la hayas podido ver en directo una vez. Estoy hablando de Redd Kross, banda esencial en mi universo de gustos musicales allá por los años 90, y que solo había podido ver una vez en 2013, en la gira de Researching the blues.
Este miércoles, un puñado de afortunados nos reunimos en el Apolo 2 para volver a ver la banda de Jeff y Steve McDonald, dos hermanos entregados a su pasión por las melodías pegadizas del power pop, la inmediatez del rock and roll y la crudeza del punk.
Es la gira de presentación de su álbum homónimo, Redd Kross (2024), también conocido como “el álbum rojo”.
Redd Kross llevan desde 1979 en este juego, y a pesar de contar con una discografía sólida, temazos históricos, una personalidad desbordante, una estética atractiva y unos directos explosivos, nunca han llegado a triunfar masivamente.
La formación de la banda ha ido cambiando a lo largo de los años, sobre el pilar de los dos hermanos. Cuando empezaron a grabar su primer E.P., dos de sus amigos cercanos que tocaban habitualmente con ellos emprendieron carreras que tendrían más repercusión. Por poner un par de ejemplos, el guitarra Greg Hetson pasaría a fundar Circle Jerks y más tarde Bad Religion, y Ron Reyes tocó la batería con ellos antes de convertirse en el segundo cantante de Black Flag.
Este pequeño ejercicio de historia me parece pertinente para ponernos en contexto. En esta gira, los hermanos McDonald están celebrando que llevan 45 años tocando juntos (sin contar el hiato desde su separación en 1997 hasta su reunificación en 2004).
Desde 2019, los hermanos van acompañados por el guitarrista Jason Shapiro y el batería Dale Crover, histórico componente de los Melvins, influyente banda de rock alternativo y sludge metal. Desde la primera canción, Dale sorprende con un estilo bastante más pesado de lo que parecería corresponderle a Redd Kross, pero acaba encajando a la perfección con el pop sesentero y el rock guitarrero de los McDonald.
Los hermanos siguen siendo tremendamente carismáticos y divertidos, y están muy en forma (Steve más que Jeff). El bajista da saltos constantemente, se mueve sin parar y hace el payaso, mientras que a su hermano mayor parece afectarle un poquitín más la edad. Los dos se mostraron muy locuaces, y Steve repetía sin parar que quería que esto fuese una “fiesta de rock and roll”. Y vaya si lo fue.
Con un repertorio a prueba de bombas, casi que da igual qué tema estén tocando. Claro que no me emocionan tanto los temas de los últimos dos discos como los de joyas como Phaseshifter, Show World o Third Eye, pero los nuevos temas siguen rezumando frescura y energía a raudales. Sonaron buenos temas recientes como ‘Candy Colored Catastrophe’ o ‘I’ll Take Your Word for It’, pero no tardaron en descargar perlas como ‘Annie’s gone’, ‘Jimmy’s fantasy’ o Pretty please me’.
Hicieron un bis extenso, en el que recurrieron a su material punk más antiguo. Steve presentó ‘Annette’s Got the Hits’ diciendo que había compuesto esa canción… ¡a los doce años! Después tocaron ‘Clorox Girls’, también de su primerísimo disco. Terminaron con dos versiones: ‘Crazy horses’ de The Osmonds y la mítica ‘Deuce’ de Kiss.
Un final de fiesta maravilloso para una noche nostálgica, enérgica y absolutamente encantadora. Todavía me dura la sonrisa. El mundo es un lugar mejor con gente como Jeff y Steve McDonald.