James Rhodes en el Palau de la Música o cómo la clásica encuentra otro público

 

 

Lleno de nuevo tras pasar por el Sónar y además agotar entradas en la sala Barts en noviembre del año pasado dentro del Festival de Jazz de Barcelona. El pianista James Rhodes volvía a visitar Barcelona como lo que es, un fenómeno en sí mismo. Tras publicar sus aclamadas y controvertidas memorias en Instrumental (podéis leer la reseña que hice aquí), ahora publica su segundo libro, Toca el Piano. De ambos estuvo firmando numerosos ejemplares tras el concierto que hizo en el Palau de la Música. El mejor lugar para escuchar música clásica. Porque sí, si aún hay alguien que no se ha enterado, James Rhodes ha llevado la música clásica a un público neófito y alejado de este género. No había nada más que ver al público que acudió en masa a ver al pianista actuar de nuevo en la ciudad. Y ese es uno de los grandes aciertos de Rhodes, saber acercar una música tildada de elitista a personas que de otra manera jamás se habrían aproximado a ella.

 

James Rhodes Lorenzo DuasoFoto: Lorenzo Duaso

 

Lejos de chaqués encorsetados o los silencios de ultratumba, James Rhodes se presentaba delante de su piano con una sudadera de Chopin, un vaquero negro, unas deportivas y un tímido sentido del humor. La música habla por sí sola, pero a veces, que el intérprete no se limite a tocar tiene su atractivo, como en este caso. Rhodes entretiene al público contando entre temas anécdotas de los grandes compositores de la clásica. Así conocemos algo más de las personalidades de genios como Bach, Beethoven o Chopin. Pero antes de empezar, dio las buenas noches en catalán a un público rendido a sus pies incluso antes de sentarse al piano. Rhodes quiso destacar dos cosas, la primera que “Volem acollir” y la segunda “Fuck Trump”. Más claro imposible. El pianista sabe tocar la vena sensible de su público. Ya lo demostró con el relato crudo y sentido de los abusos sexuales que sufrió de niño, su descenso a los infiernos psiquiátricos y como la música clásica le ayudó a superarlo.

 

La primera interpretación de la noche fue para el Preludio número 1 en Do Mayor de Bach, el mismo que asegura que aprenderás a tocar en seis semanas gracias a su nuevo libro. No lo hemos probado así que aún no podemos deciros si la cosa funciona. La Polonesa-fantasía de su adorado Chopin le siguió. Y después la Sonata número 31 de Beethoven, la gigantesca estatua del compositor preside además el escenario de Palau, así que le observaba atentamente durante su interpretación. Por supuesto, no podía faltar la Chaconne de Bach trasladada a piano por Busoni. Cualquiera que se haya leído el libro entenderá la razón. Fue la despedida sentida antes de los bises en los que sonaron entre otros, un fragmento del Orfeo y Eurídice de Gluck o el Preludio de Rachmaninov, cuyo nombre lleva Rhodes tatutado en cirílico en el brazo.

 

Con sus anécdotas, James Rhodes calentaba el ambiente para una interpretación con emoción de cada pieza. Puede que no sea el pianista más virtuoso del mundo, pero se nota que lo vive y lo siente. Y lo mejor de todo, logra transmitir al público su pasión llevando la música clásica a una audiencia masiva que hasta entonces jamás se había acercado a este tipo de música. Bien por él.

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