Nápoles, sur vibrante
De Nápoles se dice “Vedi Napoli e muori” y creo que entiendo la razón. Es tan bonita que uno va allí y muere de placer ante sus maravillas. Después de ver Roma, ese museo al aire libre, y enamorarme perdidamente de la ciudad, Nápoles fue toda una sorpresa. Todo el mundo habla de Roma, de Venecia o de Florencia pero no tanto de esta ciudad llena de encanto. Nápoles es color, es bullicio, es pasión, es pizza (ay mi madre, las pizzas napolitanas…). Es todo eso y muchas cosas más. Y si además tienes una guía de excepción que se conoce la ciudad al dedillo, ya ni os cuento. (Grazie mille Sílvia!!!).
Nápoles es una ciudad de contrastes. Entre el centro lleno de callejuelas estrechas, el paseo ante el Mar en el Lungomare con el Vesubio en frente, la enormidad de la Piazza del Plebiscito o el barroco extremo de la Capilla de San Severo. Todo un descubrimiento.
Nuestra primera parada fue la Piazza Dante en el centro histórico de la ciudad, es de forma semicirucular con la estatua del famoso escritor presidiéndola. Esta es la zona de la librerías, así que los amantes de la lectura se deleitarán paseando por el Decumano atravesando el arco de la Puerta del Alba. Luego por sus callejuelas nos dirigimos al convento de Santa Clara, la Iglesia austera no te advierte de la maravilla que su claustro alberga. Uno de los más bonitos que he visto en mi vida, todo decorado con frescos y piezas de mayólica, cerámica decorada bellamente con imágenes de Nápoles. Una delicia pasear por su patio y sus arcos columnados. Además, en el interior hay restos de época romana que también se pueden visitar. Merece la pena a pesar del precio (6 euros).
Luego visitamos la Iglesia del Gesù Nuovo justo al lado. Impresionante fachada e interior, de un antiguo palacio reconvertido en Iglesia por San Severo, del que os hablaré más adelante. Desde la plaza de la iglesia se puede apreciar mirando a izquierda y a derecha el famoso “Spaccanapoli” (significa literalmente rompenápoles). Esta calle divide claramente la ciudad antigua entre norte y sur. La impresionante fachada en forma de diamantes de la iglesia tiene una curiosa historia, un investigador ha descubierto que los símbolos que decoran los diamantes son un pentagrama y se puede leer una partitura musical. Para los curiosos, la cosa sonaría así.
Nápoles es famosa también por sus belenes. En la Via de San Gregorio Armeno durante todo el año se pueden admirar los impresionantes puestos de los artesanos. Estos maestros crean maravillosas figuras para la natividad de las casas de los napolitanos. Verdaderas joyas. Ver esa calle en navidad debe ser todo un espectáculo. Me quedo con la figurita del pizzero metiendo la pizza en el horno, ¡¡movimiento incluido!!
Y hablando de pizzas, era la hora de la comida y tenía que probar la famosa pizza napolitana. Así que, fuimos buscando la más famosa, que por desgracia estaba cerrada, pero la que me comí no tenía desperdicio. Fue en Vesi que también es una de las pizzerias más demandadas. Fue la primera pizza con patatas que me comí, menudo descubrimiento. Jamás se me habría ocurrido ponerle a la pizza patatas. Era enorme y no fui capaz de acabármela. Pero estaba riquísima.
Al salir nos llovió un poco, algo que disminuyó la sensación de bochorno del calor de Nápoles, al tener el mar al lado el clima es pegajoso en verano como en Barcelona. Después de comer, visita obligada a una de las maravillas de la ciudad, la Capilla de Sansevero. Dentro hay una verdadera obra maestra de la escultura, el Cristo Velato obra de Giuseppe Sanmartino. Cuenta la leyenda que el velo que cubre el rostro y el cuerpo del cristo era de fina tela pero que el príncipe de Sansevero, alquimista y masón, creó una poción mágica que lo convirtió en roca. Impresionante trabajo en escultura, parece tan real que asusta. La capilla en si es otra maravilla del barroco, no te puedes imaginar que en sitio tan pequeño quepan tantas cosas que ver. Puro horror vacui típico del barroco. La capilla además está llena de símbolos esotéricos y misteriosos. Fue también templo masónico. En la parte inferior, uno de esos horrores que gustan tanto, dos cuerpos momificados de los que solo se conservan las venas y órganos vete tu a saber como, los científicos no han podido discernirlo, dicen que fue otra de las maravillas del príncipe alquimista. Lo único malo es que la entrada cuesta 7 euros y se ve en un santiamén, ah y ni se te ocurra hacer fotos, hay una señora en plan bulldog nazi que si te ve sacando ni que sea el móvil para contestar un mensaje te corta las manos. Avisados estáis.
Uno de los sitios imprescindibles de Nápoles es la Piazza del Plebiscito. Uno de los grandes símbolos de la ciudad y que se enmarca entre el Palacio Real y la impresionante Basílica de San Francisco de Paula, un remanso de paz en su interior con unas estatuas gigantescas que parecen dioses del Olimpo. Desde allí, caminamos tranquilamente hasta el paseo del Lungomare, parada para descansar los pies incluida y deleitarnos con las vistas del mar y el Vesubio. Impresionante. Lástima que cuando llegamos al Castel dell’Ovo estaban cerrando, queda pendiente para la próxima visita. Al día siguiente Pompeya nos esperaba.
Creo que desde que tengo uso de razón quería visitar Pompeya. Leyenda, libros leídos, clases de arte, tenía tantas referencias y tantas ganas de visitar la ciudad que destruyó el Vesubio que estaba emocionadísima. Lo cierto es que no me decepcionó en absoluto. Prepararos para pasar el día entero allí, calzado cómodo, mucha agua si váis en verano para no morir deshidratados, comida y muchas ganas de pasear y descubrir la ciudad sin prisas, disfrutando de cada paso. Las casas con sus patios, sus frescos, sus fuentes. Las calles empedradas. Las tabernas, las panaderías, los burdeles. El teatro, el circo, los templos y sus dioses. Y allá en lo alto, presidiendo, el Vesubio. Dormido, tranquilo, expectante ante su próximo ataque de ira, dispuesto a escupir lava hasta cansarse y dormirse de nuevo. Miedo, miedo de pensar todas esas poblaciones que siguen viviendo a sus faldas, aún sabiendo que es un volcán activo. Un volcán precioso y atrayente. No pude dejar de mirarlo y admirarlo, en todo su esplendor verde florecido, mientras íbamos en el tren hacía las ruinas de la ciudad. Creo que es una de las visitas más bonitas que he hecho en mi vida. Disfrutando cada piedra. Cada casita escondida, cada recoveco. Cada fuente de agua. Gloria bendita. No os perdáis tampoco los frescos de la Casa de los Misterios. Me quedé prendada de una joven que me observaba con una mirada limpia y perfecta mientras se cepillaba graciosamente el pelo. Pompeya inmortal. Me imaginaba a cada paso como vivían, como reían, comían, se amaban, se odiaban sus habitantes convertidos en piedra, asustados y escondidos en un rincón, rezando a sus dioses para no ser engullidos por la lava del volcán. Si vais a Nápoles y no visitáis Pompeya cometéis un tremendo error. Me queda pendiente visitar Herculano, eso ya será la próxima vez.
Si visitas Pompeya, no puedes perderte tampoco el Museo Arqueológico de Nápoles, donde están casi todos los frescos, esculturas y obras de la ciudad. Atención, fijaros bien en los horarios, hay diversas salas que cierran antes que otras, sobre todo la de los frescos. Una maravilla. Me hubiera pasado horas allí, delante del mosaico de la Casa del Fauno que muestra la batalla de la Arbelas con el gran Alejandro Magno en plena batalla. Pero también de los frescos de los dos famosos esposos pompeyanos, Terencio Neo y su señora o de la poetisa de Pompeya, y delante de las esculturas impresionantes de sus dioses, de sus emperadores o del monumental conjunto del Toro de Farnese. Y por supuesto, el Gabinetto Segretto con sus pinturas eróticas y sus falos gigantes. Nos echamos unas buenas risas allí. Este tipo de obras estuvieron prohibidísimas durante mucho tiempo y ocultas, de ahí lo de secreto. Una lástima confirmar lo mojigata que es la gente para según que cosas.
Nápoles es una ciudad para vivirla intensamente. Preciosa y bulliciosa. Animaros a descubrirla. Quiero dar las gracias a Luciana, nuestra fantástica anfitriona en los días que pasé en Nápoles y que me hizo probar los típicos pastelitos napolitanos, babà. Umm, deliciosos. Y sobre todo a mi estupenda guía, Sílvia Musco que me ha enseñado lo mejor de la ciudad. Tras visitar Nápoles, nos adentramos en la provincia de Benevento, una de las maravillas ocultas de Italia. Pero eso os lo cuento en el próximo artículo.