Muertes pequeñas de Emma Flint.

 

Primera novela de la escritora de Newcastle, Emma Flint. Basada en hechos reales, Muertes pequeñas relata la historia de Ruth Malone, una mujer acusada del asesinato de sus dos hijos en el Nueva York de los años 60. La escritora leyó la historia en la prensa cuando era adolescente y se le quedó pegada, como el verano caluroso de Queens en el que desaparecieron los hijos de Ruth Malone. Con esa base, escribió Muertes pequeñas, un título muy adecuado, no solo por la muerte de sus dos hijos sino como van muriendo los personajes por dentro a medida que avanza la trama.

 

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Este es un libro sobre prejuicios, sobre injusticias, de obsesiones y sobre como una mujer es juzgada por no ser como el resto de mujeres. Atractiva, divorciada, camarera que trabaja en un bar de copas y con una vida amorosa bastante ajetreada, Ruth Malone es vista desde el minuto uno como una mala madre y en consecuencia, como una mala mujer. Se la juzga en numerosas ocasiones, lo hacen sus vecinos, su ex marido, la prensa, la policía que investiga el caso y finalmente un juez y un jurado, la sociedad en su conjunto, al fin y al cabo.

 

Ruth es la gran protagonista de la novela. Un personaje construido sin fisuras que hace creíble la historia, que nos mantiene en vilo y nos hace dudar, ¿lo habrá hecho? Aunque el resto de personajes también se basan en personas reales y cosas que realmente sucedieron, evidentemente, una parte de la trama es inventada y algunos personajes también, como el periodista Peter Wonicke. Conocemos la historia a través de él y de Ruth. Alternando los puntos de vista de la misma entre uno y otro, la autora consigue mostrarnos todos los aspectos de un caso como este. La vida de los protagonistas, el día a día, cómo la tragedia les afecta, cómo reacciona su entorno y la sociedad en general. Desde la afligida o no tanto madre, al padre cornudo y apaleado, al duro y prejuicioso inspector Devlin, al amante pelele de Salcito, la amiga de Ruth Gina. Todos y cada uno de ellos quedan marcados por esta historia.

 

Quizás el personaje de Wonicke es el menos creíble. Tampoco es real esa infatuación que siente por la señora Malone que sin conocerla, le lleva a arriesgar todo por ella. Resulta difícil de entender, pero cumple una función en la historia. Gracias a él se juntan las piezas del puzzle. En realidad, aunque parezca que se cuenta la historia desde su punto de vista, Wonicke no es importante. No es el gran personaje de esta novela, sino Ruth Malone. Como vive y sufre la desaparición y la muerte de sus hijos, ese via crucis al que debe enfrentarse por los dedos acusadores de casi todos los que la conocen, es lo que hace interesante este libro. Y esa duda que planea durante toda la lectura, ¿lo habrá hecho ella? Mientras, todos y todo se desmorona, no solo la vida de Ruth sino la de las personas que la rodean. Por eso hablaba de las muertes pequeñas, no sólo de esos dos niños, sino de la gente que se ve envuelta en el caso y que por una u otra razón acaban manchándose del aire angustioso que rodea toda la historia. Al final, nadie se salva. No hay buenos ni malos. Hay personas y sus circunstancias.

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