Leandre, Rien à dire

La semana pasada tuve la fortuna de ir a ver Rien à dire. Un espectáculo de clown a cargo de Leandre Ribera. Como aficionado y practicante de ese extraño arte del clown no pude evitar mirar los primeros minutos del show con ojos analíticos. Mi primera impresión fue fría. El ritmo era lento. Leandre no buscaba la risa del público. Pensé que iba a ser aburrido. Que gran equivocación la mía. Leandre se toma su tiempo. Nos muestra poco a poco el mundo surrealista de su personaje. Un mundo lógicamente ilógico o ilógicamente lógico. A los cinco minutos estaba totalmente cautivado por su magia. Yo y toda la sala. Centenares de ojos mirando al escenario con una sonrisa debajo. Cautivado por su inocencia, que no infantilismo (ese gran vicio de los payasos). Por su poética. La poesía de la inocencia. Ese es el verdadero regalo del clown a su público. Y menudo regalo. Leandre ama a su público más que a si mismo. Y se nota. El ego no consume su obra en un ejercicio narcisista. No intenta venderte nada. Y como no vende el público compra. Me ha hecho comprender que el gag es un recurso fácil. El equivalente de los efectos especiales del cine en el mundo de la comedia. El uso indiscrimando del gag es el truco del artista para ocultar su vacío. Me inclino ante Leandre y su capacidad de mostrar su humanidad en el escenario. Al final es lo que simplemente buscamos en un espectáculo y en los demás, humanidad.
Os dejo con un fragmento del espectáculo.
Tengo la fortuna de que Leandre vuelve esta semana por estos lares y es una oportunidad que no me pienso perder.