L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona (I)

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Encuentros, procesos, descubrimientos

Los festivales de cine son una ventana que nos ofrece la posibilidad de ver ciertas películas que, a menudo, no tienen cabida en salas comerciales, pero no son tan solo eso. Muchos festivales como L’Alternativa son también un lugar de encuentro y diálogo, tanto para profesionales del sector como para aficionados al cine; y una de las ventajas de ver una película en un festival es esa posibilidad de contar con la presencia del director/a para presentar la película, impartir una masterclass o participar en una charla, escuchando así de primera mano los procesos creativos, descubriendo anécdotas o incluso haciendo preguntas para saciar nuestra curiosidad respecto a las diversas partes del rodaje.

Este año han sido muchas las actividades que han tenido lugar en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona: la convocatoria de proyectos Cinema Pendent, las masterclass de Isaki Lacuesta, Isabel Herguera y Lola Arias, el taller con Nicolás Pereda, charlas y talleres temáticos para profesionales, encuentros entre cineastas…

En este texto hablaremos de tres actividades destacadas a las que tuvimos la oportunidad de asistir. La primera de ellas fue el encuentro entre Samuel Alarcón y Mauro Herce, que tuvo lugar el viernes 15 de noviembre en la Sala Raval del CCCB. Alarcón, que actualmente dirige en RNE el espacio radiofónico El cine que viene, ha dirigido películas como La ciudad de los signos (que realizó con una beca de la Real Academia de España en Roma) o Oscuro y Lucientes, pero no estaba presente en este caso para hablar de su cine, sino para desgranar la amplísima trayectoria del director de fotografía Mauro Herce, que también ha dirigido la hipnótica y multipremiada Dead Slow Ahead, su único largometraje como director en solitario hasta la fecha.

Herce estudió cine, ingeniería y bellas artes; y cuenta con más de 20 años de experiencia profesional. En 2007 trabajó como director de fotografía de Pic-nic, largometraje de Eloy Enciso que, casualmente, se proyectó en L’Alternativa. Desde entonces han sido muchos los directores que han trabajado con él: Théo Court, Xavi Puebla, Alberto Gracia, Armel Hostiou, Manuel Muñoz Rivas, Oliver Laxe, Santiago Fillol, Carla Subirana, Lois Patiño, Lisandro Alonso… Muchos de ellos, nombres que también han pasado por este mismo festival. Durante un par de horas, Herce habló de su metodología como director de fotografía, de cómo se involucra en todas las fases de las películas, del trabajo en colectivo y de la necesidad constante de diálogo, no solo con el director/a del film, sino con todo el equipo. Habló de la necesidad de encontrar un modo de trabajar más poroso, más horizontal y menos jerarquizado. Habló de cómo, las primeras películas de la modernidad, empezaron ya a salirse de los cauces de producción habituales. Reflexionó también sobre esa eterna disputa, esa supuesta diferenciación entre documental y ficción que, para él, no existe. Contó numerosas anécdotas de diversos rodajes. Algunos, como el de Mimosas, de Oliver Laxe, accidentados y en situaciones extremas. Habló del inusual proceso de realización de Dead Slow Ahead, su opera prima como director, que surgió de su curiosidad por saber cómo era la vida en un barco. Contó cómo escribió un guion cerrado con el fin de conseguir el presupuesto para hacer la película y confesó también que la película resultante no tiene nada que ver con dicho guion. 

Dijo, en un momento determinado de la charla, que “el cine, más que un oficio, es un lugar de descubrimiento”. Y que a él “no le interesaban los temas, sino las miradas”. Me quedo, sin duda, con estas dos frases. Dos frases que definen a la perfección no solo su modo de entender el cine, sino también la filosofía de un festival como L’Alternativa.  

La segunda de las actividades a la que tuvimos el placer de asistir fue la masterclass de la directora teatral y cineasta argentina Lola Arias. Arias, que ya presentó en el festival en 2018 su opera prima Teatro de guerra, regresa seis años después con su segundo film, Reas. Ambas películas tienen mucho en común, ambas están interpretadas por actores y actrices no profesionales y ambas forman parte de largos procesos de trabajo que se acaban formalizando de diversas maneras (videoinstalaciones, obras de teatro, publicaciones, etc.). Si en el caso de Teatro de guerra, la directora trabajó con veteranos de la guerra de las Malvinas (tanto argentinos como británicos), en el caso de Reas ha trabajado con mujeres y personas trans que, en un momento determinado de su vida, han pasado por la cárcel. Cuenta Arias que el origen del proyecto tuvo lugar durante un taller de teatro que ella misma impartió en la prisión de Ezeiza, y que su idea inicial era filmar la película en aquella misma cárcel teniendo como intérpretes a personas presas, pero aquella idea resultó inviable y tuvo que hacer algunos cambios en el proyecto para poder llevarlo a cabo. Finalmente, Reas se filmó en la antigua cárcel de Caseros (actualmente abandonada) y dio lugar unos meses después a la obra de teatro Los días afuera, que cuenta con las mismas intérpretes no profesionales.

Durante la presentación de su trabajo, Arias habló sobre los límites del teatro y sobre el concepto de autenticidad, analizando también ese concepto, el de “teatro documental”, que tantos debates ha generado. Habló, además, de cómo son sus procesos de trabajo con los diversos colectivos (veteranos de guerra, ex-convictas, trabajadoras sexuales, menores migrantes…). De todo lo que dijo, me quedo, sin duda, con esta frase: “El teatro no es impermeable a la realidad, a las cosas. Está atravesado por el aquí y el ahora”. Y claro, quien dice teatro, dice cine, o incluso arte en general.

Por último, pero no por ello menos importante, la tercera actividad a la que asistimos fue la masterclass de Isabel Herguera, centrada en este caso en el proceso de realización del largometraje de animación El sueño de la sultana. Herguera habló de sus inicios en la escuela de arte en Düsseldorf como alumna del artista visual Nam June Paik y también de cómo acabó acercándose a la animación. El sueño de la sultana es su primer largometraje, pero a sus espaldas tiene una amplísima carrera como cortometrajista, como docente e incluso como directora del festival de cine de animación ANIMAC.

Con un presupuesto que no llega a los dos millones de euros, El sueño de la sultana se alzó con el Premio Cine Vasco en el Festival de San Sebastián, el Premio al mejor desarrollo visual en los Premios Quirino o el Premio de la sección Contrechamp en el Festival de Annecy, además de numerosas nominaciones en festivales internacionales. Dos millones de euros podrían parecer mucho dinero, pero en realidad, para los largos procesos de realización que requieren las películas de animación (en este caso, nada menos que diez años) y que implican a tanta gente, no es apenas nada.

El origen de El sueño de la sultana es un cuento feminista escrito en 1905 por Begum Rokeya Hussein, escritora y activista bengalí que plantea la posibilidad de una sociedad en la que las mujeres toman el poder y los hombres pasan a un segundo plano. Mezclando elementos autobiográficos y ficcionales, Herguera narra la historia de Inés, una cineasta (¿alter ego de Herguera, tal vez?) que descubre este cuento en una librería de Ahmedabad y, fascinada por la narración, decide realizar una película.

Acorde con los diversos niveles de la historia, El sueño de la sultana está realizado con tres tipos distintos de animación. En primer lugar, la vida de Inés, que está hecha con acuarelas. En segundo lugar, la vida de Rokeya, para la que se utilizó una técnica similar a la del teatro de sombras. Y en tercer lugar, la parte correspondiente al cuento en sí, realizada con una técnica que imita al mehndi, arte de decorar la piel de manera temporal típico de países como la India, Bangladesh, Pakistán, Nepal o Irán. Un collage de técnicas que conviven de modo armónico en una de las películas españolas de animación más interesantes de lo que llevamos de década.

En definitiva, tres enriquecedores encuentros que dieron buena cuenta de la enorme diversidad del cine contemporáneo y que fueron acompañados, además, de diversas proyecciones durante el festival: Reas, El sueño de la sultana, Dead Slow Ahead y una carta blanca a Mauro Herce, que eligió para su proyección L’Ordre, de Jean-Daniel Pollet y Highway, de Serguei Dvortsevoy.

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