L’ Alternativa 2017 Festival de Cinema Independent de Barcelona (I). Ante, con, desde, en, hacia, hasta, sobre, tras el mar

Una de las definiciones de la palabra “mar” que da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es la de “masa de agua salada que cubre la mayor parte de la superficie terrestre”. Si atendemos a esta escueta pero contundente definición no es de extrañar que sea un elemento constantemente presente en nuestras vidas. En las de todo el mundo, incluso en las de aquellos que viven aparentemente alejados de él. Un mar que van a visitar decenas, cientos, miles de turistas cada año, creando a su alrededor una estructura económica que favorece el desarrollo de sectores como el hotelero y el de la hostelería pero encarece los alquileres de viviendas favoreciendo así la aparición de nuevas burbujas inmobiliarias. Un mar en el que mueren decenas, cientos, miles de inmigrantes cada año ante la (poco) disimulada indiferencia de la Unión Europea. Un mar, o mejor dicho, varios mares, capaces de albergar cientos de leyendas y mitos, hermosísimos peces abisales de increíbles colores y también toneladas de basura y cadáveres en proceso de descomposición. Mares regidos por sus propias leyes y convertidos en obsesión de poetas. Mares en calma, mares tempestuosos, mares anhelados, mares capaces de provocar tanta felicidad como muerte. Mares que este año han sido sin duda los principales protagonistas del Festival L’Alternativa.

1. El mar observado por Diego de Zama (Zama, Lucrecia Martel)

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Merecedora de una mención especial del jurado en el Festival de Sevilla y ganadora del premio a la mejor película en el Festival Latin Beat de Tokio, la encargada de inaugurar este año L’ Alternativa ha sido Zama, de Lucrecia Martel, directora a la que el festival ya dedicó una retrospectiva en el año 2015. Tras casi una década de ausencia (La mujer sin cabeza, su último filme, es de 2008) Lucrecia Martel regresa a las pantallas con una arriesgada adaptación de la novela homónima de Antonio di Benedetto. En una de las imágenes promocionales de la película (también la que se muestra en el cartel de la misma), aparece un hombre frente al mar que fija su mirada en el horizonte. Se trata de Diego de Zama, funcionario de la Corona española asentado en Asunción (Paraguay) que espera con infinita paciencia su traslado a Buenos Aires (Argentina), donde se encuentran su esposa y sus hijos. Pero la exasperante lentitud de la burocracia en el S XVII (ahora ya no, por supuesto…) y la dificultad para convencer del traslado a sus superiores transformarán un mero trámite en una espera que nunca termina.

Hay algo en Zama (las circunstancias adversas en que fue realizada, las áridas características de su protagonista, el nihilismo que impregna la historia…) que la relaciona de algún modo con la frustración y el fracaso. El fracaso de un hombre lleno de dudas e imperfecciones que observa ese mar, metáfora de una ansiada libertad. El fracaso de esa sociedad del S XVIII que muestra la película y también de la sociedad actual, que a día de hoy sigue arrastrando muchos de los mismos problemas. Un fracaso tan triste como fascinante que convierte Zama en una de las películas más arriesgadas del cine argentino.

2. El mar temido por un burro llamado Gorrión (Donkeyote, Chico Pereira)

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Manolo Molera tiene más de 70 años y lleva una vida tranquila y austera en un pueblo de Andalucía. A pesar de algunos evidentes problemas de salud, está más que decidido a realizar su sueño: llegar a EE.UU. y recorrer el Sendero de las Lágrimas, travesía que los estadounidenses obligaron a hacer a los choctaw y los cheroquis en el S XIX. Este sueño no tendría nada de especial si no fuese porque Manolo quiere cumplirlo sin separarse de Gorrión, su mejor amigo durante la última década, un burro al que le da miedo subir en barco. Esta pintoresca sinopsis sirve de excusa a Chico Pereira para realizar Donkeyote, un afectuoso retrato de su abuelo Manolo que se ha alzado con el Premio del público en el Festival de Málaga y el Premio al Mejor Documental en el Festival Internacional de Cine de Edimburgo. Con una acertada puesta en escena que reinterpreta algunos de los códigos del western, Pereira dirige un filme repleto de humor que tiene la mejor baza en sus dos protagonistas, Manolo y Gorrión, amigos inseparables que emprenderán juntos un largo viaje sorteando con empeño las dificultades que aparecerán a su alrededor.

3. El mar como metáfora (El mar la mar, Joshua Bonnetta, J.P. Sniadecki)

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Con un área de casi 260.000 Km2 y unas temperaturas que pueden llegar a 50ºC en verano, el desierto de Sonora se ha convertido en un cementerio para cientos de inmigrantes que cada año intentan cruzar la frontera con el fin de llegar a Estados Unidos. Tras caminar durante más de doce horas en condiciones climáticas extremadamente desfavorables, perseguidos por las patrullas fronterizas, sin apenas comida ni agua y sin poder llevar consigo sus pertenencias, cientos de personas arriesgan su vida a cambio de una ínfima posibilidad. El mar la mar nos muestra algunas de estas historias en 16mm y primera persona, múltiples voces conforman este caleidoscópico relato cuyas partes siempre confluyen en el desierto. Un relato salpicado de rastros, mínimos vestigios que dejan los humanos al pasar y que son cubiertos por la arena minutos, horas, tal vez días después, devorados por un desierto que lo engulle todo sin distinción. Voces en off que describen su experiencia en medio de la nada, de un vacío quemado por el sol. Voces en off que narran una travesía que nadie en su sano juicio realizaría jamás por puro placer. Voces en off que también hablan de noche, cuando es más “seguro” viajar pero también cuando las temperaturas caen a mínimos insoportables, cuando la oscuridad te impide orientarte, cuando pierdes toda referencia de quién eres y adónde vas. Voces en off que sueñan con el mar como metáfora de la libertad, de esa libertad que no saben si algún día podrán conseguir.

4. El mar que siempre estuvo ahí (El mar nos mira de lejos, Manuel Muñoz Rivas)

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Las playas del Parque natural de Doñana en la costa de Huelva son el escenario perfecto para elaborar una suerte de discurso atmosférico sobre el paso del tiempo. A medio camino entre el documental observacional y la ficción costumbrista, Manuel Muñoz construye en este filme un reposado relato sobre algunos de sus escasos habitantes, personajes que viven rodeados de silencio, arena y viento al margen de una sociedad neoliberal e hiperconsumista contraria a sus costumbres y modo de vivir. Es esencial en el film la relación de los personajes con su entorno, que ante la cámara de Muñoz Rivas se convierte no en un personaje más, sino en el claro protagonista de una historia con un desarrollo argumental mínimo, cuyo mayor interés estriba precisamente en mostrar con sutileza y precisión las intrascendentes rutinas, la cotidianidad pausada, el modo en que dichos personajes conviven casi en silencio con la naturaleza. Modificándola, midiéndola, observándola o sometiéndose a ella según las circunstancias.

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