(Jacco Gardner es) Uno de los nuestros

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Creo que fue en las páginas de Ruta 66 donde entré en contacto por primera vez con el mundo de Jacco Gardner. Si la memoria no me falla, el autor de la reseña lanzaba un sinfín de parabienes a su primer single (Clear the air/A house on the moon, 2012), lo cual me animó a conectarme a la red para verificar que todos esos elogios estaban justificados. La escucha de los dos temas en su entonces todavía modesto Bandcamp produjo en mí un efecto inmediato: a este tío había que seguirlo sí o sí. ¿Por qué? A ver: 1) Lleva sombrero. En la música actual (en la música que vale la pena, me refiero) nadie lleva sombrero. Y eso no mola. El de Jacco es de brujo. Punto a su favor. 2) Ha escuchado hasta la saciedad The piper at the gates of dawn (referencia más obvia) y eso solo puede ser bueno. Smile, el primer disco de Tomorrow y el Rain de Lennon también están ahí, por supuesto. Como debe ser. Y 3) Sus teclados (los toca él; bueno de hecho, toca todo menos la batería) me recuerdan poderosamente a algunas bandas sonoras de Michel Legrand. Resumiendo: mandanga de la buena, aquí y en la China Popular.

 

Esa mala costumbre que tengo de leerme las revistas un mes después (o más, incluso) de su publicación, hizo que me quedara sin mi copia del single, pues cuando leí la reseña, el sencillo en cuestión ya estaba agotadísimo (un par de amigos, avispados ellos, siempre a la última en cuanto a lanzamientos de buena mierda se refiere, ya tenían su copia en casa. Os odio, cabrones). La buena noticia era que, en breve, lanzaría su primer elepé. Antiguamente (algunos os acordaréis), la excitación que precedía a un nuevo single o elepé por parte de vuestros artistas favoritos era acojonante, la espera se te hacía in-ter-mi-na-ble. Hoy en día, eso ya no es así, más que nada porque la gran mayoría de los discos que se editan son medianías. ¿Falta de talento o falta de espíritu auto-crítico? Anyway, la cuestión es que con Jacco volvió un poquito de esa antigua excitación.

 

Cuando me enteré de que Barcelona estaba incluida dentro de su gira de presentación de Cabinet of curiosities (2013), la alegría fue máxima. Mataría dos pájaros de un tiro: por una parte, comprobaría en vivo cómo se las gasta nuestro amigo holandés; y, por otro, me haría con una copia en vinilo del elepé. Pues bien, nada más entrar en la [2] de Apolo, la primera en la frente: el álbum estaba agotado (algo normal, por otra parte, después de una gira tan larga) y tan solo llevaban consigo copias en cd. ¿¿Por qué siempre llego tarde, coño?? Pues nada, habrá que tirar de la red, porque con esa portada (preciosa, ¿os lo había dicho?), su adquisición en vinilaco bien grande es obligatoria. Ah, y del famoso primer single, nada, ni una mísera copia. Las camisetas, por cierto, lo peor de la velada, eran (son) muy feas. Jacco, tienes que currártelas un poco más.

 

Y comenzó el concierto. Duró poco más de una hora, para un servidor la duración idónea de un bolo (es más, yo los recortaría incluso hasta los cuarenta y cinco minutos; eso sí, dándolo todo, hit tras hit). Dejando a parte la -tristemente- habitual mala educación de parte del público (inciso: hay que ser un poco retard para pagar el precio de una entrada para no parar de hablar y, de paso, molestar a los que SÍ hemos venido a disfrutar del concierto; especialmente molesto fue el sujeto -o sujeta- con la voz pseudo-traqueotomizada que teníamos detrás, a medio camino entre el pato Donald y Josemi, el periodista del corazón: ¡no se calló en todo el bolo!), Jacco, a los teclados y acompañado por su fiel Jos van Tol a la batería, Keez Groentemana la guitarra acústica (que casi no sonó como tal: llevaba del orden de nueve pedales de efectos) y Jasper Verhulst al bajo, nos introdujo en su pequeño mundo lisérgico, lleno hasta arriba de grandes melodías, la perfecta banda sonora para tomarte un respiro y dejarte llevar tirado en una hamaca (bueno, eso si tenéis una, claro). Tocaron quince canciones, esto es, todo su repertorio más un préstamo de The Skywalkers, uno de sus proyectos paralelos. Para que os hagáis una idea, es una música reminiscente, evocadora, una música que os transportará a lugares donde seguramente no habéis estado jamás pero que, gracias a los libros, a los tebeos y, cómo no, a las películas, os resultarán 100% familiares. Tanto yo como mi estimada Irene Adler salimos muy satisfechos de la sala pequeña del Apolo. Pero yo, más: Jacco se puso el sombrero. Un tío grande, no os quepa la menor duda.

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