Grupo Gutai. Pánico a parecerse a otro

“Lo que considero ‘avant-garde’ es la participación de la gente común en la producción de una obra de arte.” Shimamoto Shozo

Todo empieza una mañana de viernes con jornada de puertas abiertas en los museos de la ciudad, delante del edificio que Lluis Domènech i Montaner ideó para la editorial Montaner y Simón en el número 255 de la calle Aragón. Sí, la Tàpies: ese templo del informalismo ante el que siempre veo a extranjeros de rostro impenetrable –que asocio siempre con quienes saben exactamente qué van a ver- y grupos de preescolar vendidos a su suerte, desamparados bajo la filigrana que corona la fachada y alentados por una profesora que les reclama de antemano algo imposible (silencio, ridícula aspiración en esta calle con media docena de carriles). Consulto el reloj como si en realidad tuviese prisa y me cuelo entre un mocoso anclado al talle de su compañera y un chino que sonríe al saber que la entrada es hoy gratuita. Después de todo, los del rostro impenetrable sólo se aplica a los europeos del Norte.

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A lo que hemos venido, oye: resulta que a un tal Anthony Denney le dio por coleccionar obras de todo tipo de eso que se dio en llamar precisamente arte informal, datadas todas entre 1947 y 1965. Y que le prestó especial atención a las realizadas por un colectivo de artistas japoneses (acabaron siendo cerca de sesenta) agrupados bajo el nombre de Gutai.

La suya fue una amalgama donde cabía el gestualismo, el expresionismo abstracto propiamente dicho, las revistas de aparición sorpresiva y tirada incierta, los trajes de luces, la música o los festivales con performances alucinantes, happenings circenses pre-Cirque du Soleil. Uno de sus integrantes expresó de esta manera lo que estaban intentando hacer: “al perder la guerra, la divina singularidad del imperio japonés fue completamente desmantelada por una nueva fórmula política y económica establecida por los Estados Unidos bajo la dirección del general Douglas McArthur. Este paisaje religioso y cultural, radicalmente cambiado, dejaba un vacío en el que podía reinar actos anárquicos tales como hacer obras con los pies”.

Evidentemente, no me bastaba. ¿Quiénes habían sido estos jóvenes? ¿Eran más iconoclastas que airados? ¿Qué trataban de denunciar? ¿Por qué presuponía siquiera que había que “tratar de denunciar algo” para hacer / perpetrar arte? Mi curiosidad sólo me podía llevar a un sitio. Joder, claro: la wikipedia.

El grupo Gutai nació en 1954 y sí, lo hizo motivado por el descontento. En ese sentido sí que fueron los primeros “radicales” en el seno de una sociedad poco dada a expresar su malestar (sinónimo de “romper la armonía”, tabú absoluto). El capitalismo se había establecido como la “vía” definitiva de la sociedad japonesa, que se acabaría consolidando en las dos décadas siguientes como una de las más consumistas del orbe. La reacción de los principales integrantes de Gutai ( Jirō Yoshihara, Shozo Shimamoto, Seichi Sato o Atsuko Tanaka) aunaba la furia destructora –expresada sobre el mismo lienzo o mediante acciones proclives a la hecatombe- y, curiosamente, la influencia indudable que en el terreno del arte empezaban a tener sus homólogos norteamericanos. Cromatismo a veces limitado, grandes formatos y ramalazos surrealistas. ¿Dónde radica pues su singularidad?

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Los happenings de esta gente eran inquietantes, polémicos, paroxísticos, abiertos a la libre interpretación de la audiencia. Encontraban la Belleza en las cosas que estaban a punto de destruir; en la descomposición venidera, en la ruina inminente. Mediante esta técnica de choque –nunca mejor dicho- trataban de “arrancarle algo de vida” a objetos en apariencia inanimados.

Gutai buscó ritualizar el propio acto de hacer arte. No, tampoco era novedoso. Sus cuerpos se funden con la pintura, atraviesan lienzos, crean atmósferas entre oníricas y enfermizas. Una aplicación directa del significado original de su nombre: gutai está formado por dos ideogramas, ‘gu’ y ‘tai’. El uno podría traducirse por ‘herramienta’ y el otro por ‘cuerpo’. Ellos van a ser los pinceles, casi la materia prima de sus obras.

Les vemos recrear el lanzamiento de bombas nucleares, revolcarse en sus óleos, pisotearlos, danzar colgados de globos aerostáticos… el proceso cobra igual o mayor importancia que el resultado en sí mismo. La creciente tecnificación de su país acabó sirviéndoles de inefable y controvertida plataforma para la exhibición de su trabajo, alcanzando su momento álgido durante la Expo ’70 de Osaka. Y en este punto de relativa gloria mediática me da por suponer que la contradicción existente entre su manifiesto fundacional y el colorista, digerible y muy comercial montaje debió de parecerles insoportable a la mayoría de artistas supervivientes.

En realidad, Gutai fue un movimiento promovido por los antiguos ocupantes que curiosamente no les dedicaron una exhibición hasta el año 2013 en el Guggenheim de Nueva York. El expresionismo abstracto y sus derivados (cualquier entronización del individuo, más a un nivel teórico que práctico) se antojaron formas ideales de contraponerse al realismo socialista, la forma de representación favorita de “el enemigo” (aunque el comunismo no se implantase en el Japón, lo cierto es que si un país podía dar lecciones de “colectividad” este era el nipón). La individualidad era y sigue siendo casi una demostración de mal gusto. Quizás por ello los Gutai abogaron por un “espíritu colectivo de individualidad” (1) hasta su disolución definitiva en el año 1972. Y sin embargo, siempre nos quedará una duda razonable: ¿cómo negar en su trabajo la influencia directa de Jackson Pollock? ¿Qué quedaba de aquella radicalidad primigenia viéndoles hacer cabriolas en el aire quince años después en una exposición universal, con más cañones de luz que en un concierto de Madonna?

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En palabras de Ben Davis, el grupo Gutai fue de los primeros en “pagar el precio derivado de la conversión de un arte crítico en entretenimiento high-tech” (2) ¿Entrevieron el arte multimedia y desaparecieron engullidos por él? Tenéis de tiempo para corroborarlo o negarlo hasta el 22 de mayo de este año, en la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona y en el marco de la exposición temporal “Documentos de acción. Obras de las colecciones Denney y Cordier (1947-1965)”.

(1): Ming Tiampo (2013). “Gutai Chain: The Collective Spirit of Individualism”

(2): http://www.blouinartinfo.com/news/story/898988/the-success-and-failure-of-gutai

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