Fantasma; sofás rojos y espíritus de los 90
Fantasma; sofás rojos y espíritus de los 90
Mi primera impresión al cerrar Fantasma de Laura Lee Bahr fue de desconcierto, sí, me sentí un poco asustado. En mi habitación siempre hay un rincón poco iluminado que acostumbro a nombrar en algunos de mis poemas. Ese rincón cobró vida cuando Sarah (la co-protagonista del libro) hizo acto de presencia.
Cuando Sarah tecleaba en el ordenador de la oficina en la que el protagonista trabajaba.
Cuando Sarah follaba con el escritor cojo, tirado, con la americana llena de mierda.
Sí, la muchacha se sentaba en el sofá del que había sido su piso y se encendía un cigarrillo con las ventanas cerradas para que el prota notara su presencia y temblara un poco. Cómo cuando cerré el libro y lo dejé en la mesita de noche.
El rincón. Sí, Mierda.
Otra cosa que aprecié mientras buceaba por las páginas de esta estupenda traducción de Hugo Camacho, amo y señor de Orciny, fue el estilo directo y sin contemplaciones de Laura Lee. Tengo que decir que cuando estuve en la presentación del libro en Gigamesh me fijé en la boca de la autora y pensé en besarla en alguno de mis sueños más extraños; uno de aquellos en los que apareces tú de figurante o alguno de mis antiguos compañeros del ejército vacilándome. En fin, me estoy yendo. Sí, eso, Fantasma. El estilo de Laura Lee. Me imagino a la autora cerrando un ejemplar de Asfixia o de Maldita, de Palahniuk y luego escribiendo usando una técnica similar, como la que usan Matías Candeira o Javier Calvo en la época de “El dios reflectante”. Me imagino a Laura puliendo el estilo con una sierra eléctrica al ritmo del “Smells like teen spirit” o, si me dejas que ponga yo la música, el “Face to faces” de los Sleaford Mods.
¿Sabes? Fantasma también me pareció un buen libro porque incluye cosas como las que salían en los libros que leía de pequeño y tenía que pasar a la página 34 para que la hormiga gigante no me pillara las pelotitas. Laura sabe jugar con la mente del lector, sabe hacerte retroceder a los ochenta y subirte a una variante de atracción de parque temático del terror más abyecto, el terror que bien podría haber sido escrito en la época de los noventa mientras Easton Ellis pulía “American Psicho”. Sí. Ese tipo de miedo que sabes que es real porque existen imágenes demasiado familiares como el espíritu que te toca las narices cada madrugada para obligarte a ir al baño o el que una vez se me apareció detrás de una puerta antes de que me aficionara a liarme cigarrillos de color verde y marrón (adivina).
En fin, no sé… Fantasma es bastante bueno porque no es el típico libro que sigue un orden en su forma narrativa; viaja en el tiempo pasando de Deloreans, de Rod Taylor y del tipo de la última versión pastelosa de “La máquina del tiempo” del 2002; el hilo argumental se construye a medida que vas avanzando el libro. Fantasma se te mete en el cuerpo y te hace ir de un sitio hacia otro sin mover demasiado el trasero del asiento. Fantasma se te mete debajo de la piel para que flipes en colores; Sarah te está mirando desde el otro lado del pasillo. Sarah me espera en el rincón poco iluminado que ahora no sé cómo voy a poder barrer cada sábado por la mañana.
Fantasma se lee rápido pero te deja sabor a tabaco, papel amarillento, ácaros pululando por sillones de color rojo y el jeto de Christian Bale en la película de Mary Harron. Fantasma bien podría ser una mano invisible que trata de tocarte la zona interior de las ingles, ¿sabes? Pero primero lo hace suavemente para, en el momento en el que menos te lo esperas, apretar sin excederse demasiado para darte gusto. Sí. Y lo consigue. Fantasma es una vocecilla que te susurra cosas que excitan el intelecto y te frotan bien la masa de color rosa que dormita en la cárcel de hueso de tu cabeza. Fantasma es un orgasmo cerebral prolongado. Lectura para chicas en bikini y chicos en bañador surfero (de los horteras) que imaginan a chicas en bikini leyendo a Laura Lee Bahr. No me extraña que el libro haya sido premiado en 2011. Wonderland, creo que se llama el premio. Es igual. El tema está en que yo le hubiera dado dos premios. Quizá tres.
Fantasma son los labios de Laura Lee Bahr y su novio mirándome con cara de cabreo.
Fantasma eres tú si quieres, porque la vocecilla que oyes en tu interior te habla directamente a ti.
Siéntate en el sofá rojo.