En la imaginación del maestro: ‘La hora izquierda’ de Juan Carlos Mestre
Si una observa la trayectoria del poeta Juan Carlos Mestre, era evidente que una antología llegaría. Y ahora que ya la tenemos en nuestras manos y estanterías, hay que abrirla de tanto en tanto y sumergirse en los muchos mundos únicos del maestro.
La antología La hora izquierda se publicó bellísimamente el año pasado por la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker. El libro consta de 130 poemas seleccionados por el editor Emilio Torné; una quinta parte del total de la obra del poeta. No tenemos, no obstante, una antología al uso. Los poemas no aparecen en orden cronológicos, como es usual. Ya que la obra de Mestre es una obra viva, los textos han sido estratégicamente ubicados para proporcionar al lector un viaje colorido, un sumergimiento a las profundidades del cielo, un alunizaje y un paseo a caballo volador. Cada poema, aún publicado hace mucho tiempo, ha seguido creciendo y reescribiéndose y colocado entre uno u otro poema, adquiere una nueva vida, una nueva condición de hilo. Esta antología está pues, estructurada como si fuese un diálogo entre poemas.
antes los poetas maldecían a los burgueses
los poetas malditos, los malditos poetas
la poesía ya no sirve a la felicidad de los burgueses
los pequeños burgueses detestan a los poetas oficinistas
cuentan las sílabas con los dedos, roban estilográficas
antes los poetas maldecían a los burgueses
ahora los burgueses maldicen a los poetas
su multiplicación contradice la teoría de Darwin
no aciertan a cuadrar los inventarios
dan negativo en todos los balancessu propia naturaleza los hace sucesivamente inmortales
unos sobreviven con préstamos, otros creen en la reencarnación
se camuflan de profesores, se infiltran en los sindicatos
en vez de preocuparse por zurcir la capa de ozono
se lustran los zapatos con el cepillo de limpiar los dienteshasta cierto punto es normal que la burguesía se muestre decepcionada
imprimieron sus retratos a plumilla en los billetes de banco
ahora cortan las tartas de cumpleaños con el cuchillo de comer pescado
hablan como descosidos, agotan los talonarios al médico de cabecerapero nada es lo que parece tras la república de las estrellas
y todo parece indicar que en el fondo aún les guardan cariño
El papel de la imaginación
Para leer —que no entender— a Mestre, hace falta imaginación. Hace falta silenciar las voces de lo racional; mas no para apagarlas, sino para que modifiquen sus estructuras, para que hablen con las letras de los sueños, para que creen, en el interior de la conciencia, nuevos paisajes y reglas de la física.
El mundo de Mestre es aquel en donde la libertad es inacabable. En él, las palabras sólo sirven para poner de manifiesto que nada es imposible, que se le puede llamar por teléfono a la eternidad, que lo inadvertido regresa con “el aroma de los encantamientos” y que los abetos pueden adornarse con ratones secos.
No es Mestre, sin embargo, un poeta alejado de la tierra y la sociedad. Es justamente este sabor agridulce de la humanidad el que le da raíz a los poemas de Mestre. Porque aún en su lírica más social, más contestataria y crítica, encontramos esos desvaríos propios, sí, de la misma naturaleza humana. Estamos pues, ante una obra tremendamente humana, y por lo mismo, colorida y llena de imágenes que sólo nosotros, los humanos, podríamos crear. Aunque sólo en libertad, esa libertad que parece que el maestro ha alcanzado a través de las palabras.
Quizá solo hayan venido a recordarte que la dignidad es el prójimo
aquello para quienes ya todo ha pasado
y permanecen en el desprecio de algún instante futuro.
Andar con pies de plomo sobre la escritura
como al que le queda una cicatriz después del crimen
y un odio posesivo lo incita a declarar contra sí mismo.
Tal vez solo hayan venido a recordarte que la dignidad
desentierra la cuchara con la que se alimentó una víctima.
La boca que se abre es ahora el hambre de tu boca.
Acaso solo hayan venido a recordarte eso
que fue aquello y progresivamente es lo otro
la voz viuda que atraviesa la casa de los silenciosos
el huérfano que le desenreda la caña de pescar al viejo Eliot.
Más que un Premio Nacional de Poesía
Juan Carlos Mestre nació en Villafranca del Bierzo en 1957. Es poeta, ensayista y grabador. Poeta, grabador y ensayista.
Su primer poemario se titulo Siete poemas escritos junto a la lluvia, publicado en 1982. Con su tercer libro, Antífona del otoño en el valle del Bierzo, publicado en 1986, resultó ganador del Premio Adonáis. En 2017 recibio el Premio Castilla y León de las Letras. La antología que reseño aquí, La hora izquierda, se publicó en 2019, diez años después de que Mestre recibiera el Premio Nacional de Poesía por La casa roja .
Como grabador recibió la Mención de Honor del Premio Nacional de Grabado de la Calcografía Nacional en 1999. Su obra ha sido expuesta en varios países de Europa y América.
De un personaje de mente inquieta y mano ágil como Juan Carlos Mestre no podemos esperar sino que sea, además, un performer multidisciplinar. Junto a Amancio Prada produjo un disco titulado Cavalo Morto, que a su vez es el título de uno de sus poemas más célebres. También ha colaborado con Luis Delgado y Pedro Sarmiento entre otros. En sus recitales suele acompañarse de un acordeón o cualquier otro instrumento que considere oportuno. Es un deleite escucharle recitar. Por eso os dejo aquí una grabación de Mestre recitando el bellísimo Cavalo Morto.