Discos del año 3: Los 80

Tercera entrega de la selección de los Discos del año de la mano de nuestro colaborador Milos de Azaola. Hoy nos sumergimos en la ecléctica década de los 80.

 

1980: Ace of Spades / Motörhead

Ace of Spades Motörhead

Sin duda el mejor trabajo de Motörhead, ese grupo al que se suele acusar de que todos sus discos son siempre el mismo disco (no es cierto, sólo lo parece). En Ace of Spades encontraron la fórmula de su sonido macarra, su piedra filosofal particular (aunque estos tíos no son demasiado propensos a filosofar), facturando un trabajo redondo que es como una ráfaga de ametralladora tomando por asalto tus oídos. Lemmy y sus compinches alcanzaron por fin el éxito que les había sido esquivo durante tanto tiempo, viéndose recompensados tras años luchando por su música y tragando mierda (cualquiera menos cabezota que ellos habría tirado la toalla mucho antes). En este disco brutal se suceden los trallazos rabiosos uno tras otro, sin dar un respiro al oyente: “Ace of Spades”, “Love Me Like a Reptile”, “Shoot You in the Back”, “Live to Win”, “Fast and Loose”… Incluso le dedican una canción a los pipas, “(We are) The Roadcrew”, pues Lemmy empezó siendo un pipa y sabe lo que es eso; nunca ha olvidado ese pasado suyo y siempre ha tratado a sus roadies como verdaderos colegas. Ser pipa de Motörhead puede llegar a cambiarte la vida. Un amigo mío que estaba pasando por una mala racha (había perdido su trabajo, su mujer le había dejado, etc.) encontró su salvavidas en un trabajo que le ofrecieron como pipa en una gira de Motörhead. Así que no exagero cuando digo que Motörhead puede salvarte la vida.

 

1981: Nightclubbing / Grace Jones

Flat Image-Standard Album

Grace Jones, la andrógina reina de ébano, es uno de los iconos de los 80. En esa década lo mismo te la encontrabas en la portada de una revista de moda que en una película de Conan o James Bond, pero sin duda su faceta más interesante fue la de cantante. Más allá de su peculiar físico, poseía una gran voz. De todos sus discos ochenteros, Nightclubbing tal vez sea el mejor. En canciones como la que le da título (un tema original de Iggy Pop y David Bowie), “Use Me” o “Art Groupie” queda bien retratado el entorno en el que se movía, la implacable jungla urbana de la gente supuestamente sofisticada de entonces, eso que llamaban la jet set… “Pull Up to the Bumper” se convirtió en uno de sus temas más conocidos, aunque probablemente la canción más famosa del disco es “I’ve Seen That Face Before (Libertango)”, versión de un tango de Astor Piazzolla, que apareció en la película de Roman Polanski Frenético (ambientada en París, por supuesto, que siempre queda más chic). La escena en la que Harrison Ford y Emmanuelle Seigner bailan al ritmo de este tango es memorable, con la voz de ultratumba de Grace Jones cantando en francés: Tu cherches quoi, rencontrer la mort / Tu te prends pour qui, toi aussi tu detestes la vie

 

1982: Extraterrestrial Live / Blue Öyster Cult

Extraterrestrial Live Blue Öyster Cult

En la discografía de Blue Öyster Cult, esa banda que parece que siempre está de gira (deben de tener una especie de récord en Estados Unidos), hay unos cuantos directos reseñables, pero de todos ellos yo me quedo con este disco marciano publicado el año de mi nacimiento, por las mismas fechas en que Steven Spielberg abducía a los niños con su taquillero E.T. Este álbum parece pensado como una especie de repaso a toda su carrera, por lo que es una buena forma de introducirse en el universo paralelo BÖC. Se abre con “Dominance and Submission”, una canción muy característica de BÖC, pues en sus letras siempre abundaron las referencias al oscuro mundo de las relaciones BDSM. De su primer disco rescatan “Cities on Flame”, la canción que en su día les valió que les compararan con Black Sabbath. De Tyranny and Mutation (uno de sus discos más apreciados por los fans), tocan dos temas, “The Red and The Black”, una de las canciones más antiguas de su repertorio, y la infernal “Hot Rails to Hell”. También hay dos muestras de su colaboración con el escritor de fantasía y ciencia ficción Michael Moorcock, “Black Blade” y “Veteran of the Psychic Wars”, así como una notable versión del “Roadhouse Blues” de los Doors, con Robbie Krieger como guitarrista invitado. Una de las canciones que más destaca del disco es la tremebunda “Godzilla”; escuchándola realmente parece que un monstruo gigantesco se aproxima a tu ciudad para aplastarte. Y por supuesto no falta el gran éxito de la banda, esa pegadiza oda a la muerte que es “(Don’t Fear) The Reaper”. ¿Alguna vez os habéis preguntado cómo sonaría un concierto de rock en Marte? Escuchad este disco.

 

1983: Crises / Mike Oldfield

Crises Mike Oldfield

Los años 80 fueron duros para el rock, pero la música llamada New Age vivió a principios de esa década su época dorada. Y el máximo exponente del New Age fue siempre Mike Oldfield, el chico prodigio que revolucionó la industria musical en 1973 con el lanzamiento de Tubular Bells. Diez años después de la publicación de su trabajo más conocido, el bueno de Miguelito Campoviejo demostró a todos que seguía en plena forma, sacando el disco que nos ocupa, Crises, que también tuvo un notable éxito. A pesar de su equívoco y poco comercial título, Oldfield siempre aseguró que el disco no reflejaba ninguna crisis creativa por la que estuviera pasando. Al contrario, afirmaba encontrarse más inspirado y a gusto con la vida que nunca. Lo cual se nota en el disco, pues Crises transmite una magia especial, hasta el punto de que en él Oldfield parece inmune a la decadencia imperante en el panorama musical ochentero. Aunque hacía una concesión a la comercialidad, y por primera vez se atrevía a componer canciones pop de pocos minutos de duración, algo completamente inusual en sus discos. Para ello contó con la colaboración de varios artistas invitados, algo también inusual en Oldfield, hasta entonces seguidor de la filosofía de Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como. La cantante Maggie Reilly puso voz al éxito del disco, esa canción mágica llamada Moonlight Shadow, y también al tema Foreign Affair. Roger Chapman, el cantante de Family, puso su inconfundible voz a Shadow on the Wall; y Jon Anderson, el de Yes, propulsó la estratosférica In High Places a galaxias lejanas. Pero Mike Oldfield se reservó la cara A para dar rienda suelta a su habitual tour de force musical, en este caso la pieza de veinte minutos de duración que da nombre al disco, a la que pone voz él mismo (siempre que oigo hablar de la tan cacareada Crisis no puedo evitar que su pegadizo y algo tonto estribillo me venga a la cabeza: Crises, crises… aunque entonces la crisis afectaba sobre todo a la escena musical). Volviendo al enigmático título del disco, siempre he tenido la sospecha de que hace referencia al Mar de las Crisis, uno de los “mares” de la Luna, pues la Luna tiene una presencia importante en este disco que invita a soñar…

 

1984: Stay Hungry / Twisted Sister

Stay Hungry Twisted Sister

Twisted Sister fue uno de los mejores grupos del heavy metal ochentero. Brillaron con luz propia en ese páramo musical que fueron los 80 (el peinado de Vidal Sassoon de Dee Snider era sin duda cegador), con una propuesta muy inteligente que unía lo mejor del heavy y del glam. Stay Hungry, el disco que les hizo disfrutar de un éxito fugaz, es sin duda su mejor trabajo. Contiene algunos de los himnos rockeros más memorables de esa década, como “I Wanna Rock” o “We’re Not Gonna Take It”, por no hablar de la infernal “Burn In Hell” o esa deliciosa ópera rock de bolsillo titulada “Horror-Teria” (horrible título, sin duda, aunque la canción dista de ser hortera). Además, Twisted Sister fue un grupo honesto y con los pies en la tierra que supo estar a la altura de su efímera fama, con una actitud que estaba en las antípodas de las típicas estrellonas de rock de la época, lo cual siempre es de agradecer. Dee Snider demostró ser un tipo comprometido con la música cuando compareció ante el senado de Estados Unidos para defender lo que hacía de la caza de brujas que se desató contra el rock en la era Reagan, aunque por desgracia su intervención no sirvió de gran cosa, ya que los del PMRC se salieron con la suya.

 

1985: Rum, Sodomy and the Lash / The Pogues

Rum, Sodomy and the Lash

Su música es como el brandy de los condenados, dice Tom Waits en el libreto de este disco. No hay mejor definición para el inconfundible sonido de The Pogues. Que a Waits le guste este clásico de la música popular irlandesa no es sorprendente. Como él, los Pogues eran poetas de los bares, bardos callejeros que cantaban a los proscritos y a los malditos. Incluso la manera de cantar de Shane MacGowan recuerda a veces a la de Waits… ¿será que todos los que cantan bajo los efectos del alcohol lo hacen de forma parecida? Su mezcla de pub rock y música celta (punk folk lo bautizaron los críticos) sonaba en todos los pubs por aquel entonces. Rum, Sodomy and the Lash es el disco ideal para una fiesta salida de madre. Como se advierte en la portada, una reproducción corrompida del famoso cuadro de Géricault La balsa de la Medusa, las magníficas canciones de borrachos de esta caterva de piratas oscilan entre el naufragio y el abordaje, entre los temas sensibles y los festivos, siempre flirteando con el desastre (algo muy característico del carácter celta). En este cofre del tesoro podemos encontrar joyas como “Sally MacLennane”, el himno de pub por excelencia; “The Sickbed of Cuchulainn”, o la mitología celta llevada a la calle; “Jesse James”, una oda al famoso forajido, con tiros incluidos; o una estupenda versión de “Dirty Old Town”, el clásico del folk de Ewan McColl. Si encontráis la edición con bonus tracks, no dudéis en haceros con ella. Junto al consabido material de relleno de este tipo de ediciones, hay también auténticas maravillas, como “A Pistol for Paddy Garcia”, imposible mezcla de western y música celta, o “The Parting Glass”, la perfecta canción de despedida.

 

1986: Evol / Sonic Youth

evol sonic

Evol es el disco en el que Sonic Youth empezaron a hacer canciones con melodía y todo, alejándose ligeramente de sus inicios más ruidistas, lo cual no quiere decir que sea un disco comercial, ni mucho menos. En los 80 el art-rock de Sonic Youth todavía no formaba parte del mainstream; escucharles era despertar del espejismo musical que se vivía en esa década, cuando la mayor parte de los discos que se hacían poco tenían que ver con la oscura realidad que se vivía en la América de la era Reagan. La música de Sonic Youth, en cambio, retrataba a una juventud desencantada, alienada y confusa con ganas de que todo saltara por los aires de una maldita vez. La portada de Evol, con esa chica rabiosa que parece a punto de echarse a tu cuello, ya avisa de que vas a adentrarte en territorio peligroso; y por el título del disco (léase al revés…) se deduce que su música está en las antípodas de las babosas baladas de amor de la radio. Ya metidos en el magma caótico del álbum, sus melodías rodeadas de ruido son como flores que crecen en un vertedero. Suenan engañosamente pop, pero el nihilismo gore de sus letras es cualquier cosa menos comercial. Evol empieza con una canción como “Tom Violence”, cuyas primeras palabras no podrían ser más inquietantes: My violence is a dream, a real dream… A esto le siguen pesadillas sonoras como “In The Kingdom #19” o “Death to Our Friends” (elocuente título), por no hablar de un tema como “Madonna, Sean and Me,” que no es precisamente una oda a la estrella del pop y sus amoríos, pues comienza con una frase digna de la familia Manson: We’re gonna kill the California girls… A mediados de los 80 la anarquía musical de Sonic Youth era más necesaria que nunca, un oasis de rebeldía artística en medio del desierto del conformismo.

 

1987: Screaming Life / Soundgarden

Screaming Life Soundgarden

Screaming Life es un EP que consta sólo de seis canciones, ¡pero menudas canciones! La carta de presentación de Soundgarden es también la del grunge. Con esta pequeña pero contundente muestra de su sonido, grabada para el sello independiente Sub Pop, Soundgarden pusieron a la arrinconada ciudad de Seattle en el mapa musical. Pero lo más importante es que la rabia desatada de su música sonaba auténtica: Screaming Life es el primer grito de furia de la Generación X, insatisfecha con su presente y desengañada en cuanto a su poco halagüeño futuro. Aquí ya están los primeros himnos de la banda, como la tremenda “Hunted Down” o la estremecedora “Nothing to Say” (cuyo nihilismo, paradójicamente, lo dice todo… o mejor dicho, lo grita bien alto). Siempre se ha dicho que Soundgarden eran la respuesta de Seattle a Led Zeppelin, pero por supuesto eran mucho más que eso, y sólo hay que escuchar Screaming Life para ver lo que se le venía encima a la autocomplaciente industria musical. Por desgracia, ese año todos estaban pendientes del Appetite for Destruction de los Guns N’ Roses, el disco de debut más vendido de los 80, con el que Axl Rose y compañía se limitaban a perpetuar un cliché, el de las endiosadas estrellas de rock que sólo buscan juerga, que por aquel entonces ya hacía tiempo que olía a rancio.

 

1988: Nothing’s Shocking / Jane’s Addiction

Nothing’s Shocking Jane’s Addiction

A pesar de su título, el debut de Jane’s Addiction en una multinacional fue un auténtico shock en su día, y no sólo por la impactante portada. Jane’s Addiction fueron lo más parecido a Led Zeppelin que dieron los 80, no sólo por las influencias perceptibles en su sonido, sino porque cambiaron las reglas de juego del rock, como los Zepp en su día, facturando temazos de proporciones épicas que hicieron palidecer a una buena parte de sus coetáneos e influyendo a muchas bandas que vendrían después. Que despreciaban la norma imperante en su tiempo queda patente en canciones tan explícitas como “Idiots Rule” o “Pig’s in Zen”. El cantante Perry Farell, líder de la banda, tenía una visión artística fuera de lo común, y Dave Navarro era un guitarrista extraordinario capaz de sacar de su instrumento un sonido grandioso. Por desgracia la polémica portada del disco, que muestra a dos siamesas desnudas con las cabezas en llamas, provocó el rechazo de ocho de las doce mayores cadenas de tiendas de discos de Estados Unidos, que se negaron a venderlo, algo que dice mucho de la pacata y puritana América de la era Reagan. Tres años más tarde se repitió la misma historia con su álbum Ritual de lo Habitual, en cuya portada aparece un ménage a trois (no es difícil reconocer en el hombre del trío a Perry Farrell, por cierto…). Desde luego Jane’s Addiction sabían cómo atraer tu atención.

 

1989: Repeater / Fugazi

Repeater Fugazi

Este disco que vio la luz en septiembre de 1989 se convertiría en uno de los más influyentes de los 90. Es la obra maestra de Fugazi, emblemático grupo hardcore de Washington que siempre fue famoso por su radicalismo político. Portavoces cabreados del underground más combativo, promovían un estilo de vida sano y criticaban duramente a las corporaciones, todo ello al ritmo de una música endiablada. Fugazi eran una máquina perfectamente engrasada de ritmo, ruido y rabia. La coordinación entre sus miembros era tal que a veces parecía telepatía. A partir de sus influencias punk, funk y noise-rock crearon un sonido único que trascendía etiquetas, mil veces imitado, pero nunca igualado. Comprometidos con sus ideales, Fugazi desarrollaron un programa sin parangón en la industria musical, obligando a los promotores a no cobrar más de cinco dólares por la entrada a sus conciertos y marcando sus discos con el precio que ellos consideraban justo (actualmente diez dólares). También se negaron a actuar en salas donde se vetara el acceso a menores y mantuvieron su promesa de tocar en su ciudad natal sólo en actos benéficos. En definitiva, demostraron que hay otra forma de hacer las cosas en la industria musical, que una alternativa a las multinacionales es posible.

 

 

 

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