Dead Normal, la culpa pega más fuerte que la verdad

Hoy tenemos el honor de publicar una entrevista con una formación rabiosa e incandescente como pocas. Un dúo de punk industrial que descarga sin clemencia metralla rítmica y letras furiosas. Con todos ustedes, Dead Normal. Empezamos por cuatro preguntas genéricas que les hacemos a todos los creadores.

¿Por qué punk industrial?

Oriol: Porque nos hemos criado en esas escenas. Digamos que Mario aporta el industrial y yo el punk. Lo único que teníamos claro cuando empezamos es que queríamos hacer algo intenso, ruidoso e inmediato. La convergencia de ambas sensibilidades era inevitable.

¿Hacia dónde va vuestra música?

Oriol: Ni idea. No tenemos un plan previo. Lo más estimulante del proyecto es justamente la libertad que te da el poder reinventarte continuamente. En Dead Normal es todo muy espontáneo. Nos movemos por impulsos.

¿Qué bandas o músicos os han influenciado más?

Oriol: Buf, pregunta complicadísima. Yo te puedo decir que actualmente escucho sobre todo northern soul y mucho crust-punk. Bueno, y los primeros Whitehouse, que son un fetiche personal, si bien todo lo que vino después bajo la etiqueta powerelectronics no me interesa nada.

¿Cuál es vuestra banda actual preferida y por qué?

Oriol: A mí personalmente me gusta mucho lo que está haciendo Kevin Martin con The Bug y con Zonal, una suerte de reprise de Techno Animal. De hecho, gracias a Zonal descubrí a Moor Mother, que me llama mucho la atención. Me interesa la canalización de cierto tipo de energía a través de discursos que no miran hacia el pasado. Aunque lo cierto es que en este momento de mi vida me apetece más leer sobre música que escucharla.

Y ahora, pasamos a unas preguntas concretas sobre Dead Normal.

Para empezar, el nombre. ¿De dónde surgió la idea de llamaros Dead Normal?

Oriol: “Dead normal” vendría a significar algo así como “jodidamente normal”. Encontré la expresión en el libro que escribió Peter Hook sobre el Haçienda de Manchester. Me pareció idónea, porque estoy bastante harto de tremendismos adolescentes. Se me ha pasado la edad de ir de malote por la vida.

Las raíces de este proyecto se remontan a 2016, con una actuación teloneando a The KVB en Apolo. ¿Qué os motivó a seguir adelante con el proyecto?

Oriol: Como te decía, no había plan. Mario y yo nos conocimos a través de amigos comunes. Nos entendimos al momento y grabamos un single como Oriol Rosell y D.Forma. Ni siquiera nos habíamos planteado tocar en directo, pero salió el bolo con The KVB y ahí nos plantamos, sin haber ensayado nunca y con tan solo un par de temas compuestos. Pero nos pusimos a hacer el bestia y la cosa funcionó. Luego se nos sumó Zoë, que recientemente ha dejado la banda, nos pusimos Dead Normal y seguimos. La verdad es que hasta ahora nos ha salido todo rodado sin ni siquiera haberlo buscado.

Al concebir la música de Dead Normal, ¿qué porcentaje hay de intelecto y qué porcentaje de vísceras?

Oriol: Yo tiendo a ser muy cerebral, a teorizarlo todo. Cuido mucho lo que digo en los textos. Pero al mismo tiempo me encanta el directo como experiencia catártica. Ahí me olvido de todas mis memeces pseudo-intelectuales.

¿Os seduce más la composición en estudio o defender el material en directo? ¿O hay un equilibrio?

Oriol: Son dos cosas radicalmente distintas. De hecho, nunca tocamos los temas como los hemos grabado. Mario y yo nos entendemos muy bien, y eso nos permite improvisar mucho en el escenario. Alargamos o acortamos los temas, cambiamos las estructuras… Si alguien nos ha visto en directo se habrá dado cuenta de que muchas veces nos damos indicaciones entre nosotros en plan “vamos a hacer una vuelta más” o “vamos a cortarlo ya”.

¿Cómo funciona vuestro proceso compositivo? ¿Se componen primero las bases y a partir de ellas se crean las letras?

Oriol: Son dos procesos que transcurren en paralelo. Yo escribo letras y cuando Mario me manda bases miro cuáles encajan mejor. Luego, cuando ensayamos, ajustamos cosas.

En las voces de temas como ‘When The S**t Hits The Fan’ o ‘The Epiphany’, las voces me recuerdan un poco al John Lyndon de P.I.L. ¿Lo consideráis una influencia?

Oriol: Sí, claro, es inevitable. También Mark E.Smith (The Fall) y William Bennet (Whitehouse) son dos vocalistas que me gustan mucho.

Uno de vuestros referentes es Throbbing Gristle. ¿Os interesa su vertiente más performática, más ritualística?

Oriol: No creo que sean un referente nuestro. A mí personalmente me interesan TG como concepto, pero su música me parece una mierda. No tienen ni un disco que me guste. Pero no pasa nada, porque a mí modo de ver TG no eran un grupo de música, sino una performance, y como tal deben ser valorados. Respecto a la cosa ritualística, a mí que me registren. No me interesa nada la cuestión esotérica. Y menos viniendo de GPO, que me parece un personaje detestable.  

Uno de mis temas preferidos es el hipnótico ‘Guilt hits harder than the truth’. Salvando las distancias, me ha hecho pensar en el tema ‘The land of rape and honey’ de Ministry. ¿Os interesa la rama del rock industrial?

Oriol: No. En absoluto. En su momento disfruté de “The mind is a terrible thing to taste” y sobre todo de los dos primeros discos de Lard, pero no es mi taza de té.

“It’s not love, it’s the irrational fear of being alone”. En vuestras letras, ¿vais a buscar las verdades incómodas del ser humano?

Oriol: En el primer álbum los textos son muy nihilistas, muy desesperanzados. Pero también muy humanos y cotidianos, justamente por lo que te decía de “jodidamente normal”. No voy a hablar de asesinos en serie ni de tontadas propias de una canción de death metal cuando mis temores y preocupaciones son bastante más mundanas. No obstante, en nuestra etapa actual la orientación se ha vuelto mucho más política. Evidentemente, lo personal es también político, pero ahora mismo creo que estamos viviendo un momento de emergencia y hacen falta proclamas que apelen al colectivo. Aunque tengo claro que la música no va a cambiar nada. Pero, yo qué sé, si podemos ser la banda sonora del asalto a un banco o de un disturbio, me doy por satisfecho.

¿Qué historias cuentan las letras de There is Nothing Left but the Enjoyment of Senseless Destruction?

Oriol: Lo que te decía: son muy íntimas, muy humanas. Hablan sobre todo del miedo. A la alienación, a la soledad, al rechazo que produce no querer o no poder encajar en determinadas dinámicas político-afectivas…

La violencia parece estar muy presente, desde el título del álbum a la agresividad de la música. ¿Sentís fascinación por lo violento?

Oriol: No me considero una persona especialmente violenta y no me gusta la violencia. Pero reconozco su utilidad en lo que en determinados ambientes suele llamarse “diversidad estratégica”. Por otra parte, me fascina la ambigüedad del concepto. Tendemos a entender como violencia un tipo de gesto muy concreto ejercido por un tipo de segmento social muy concreto. Sin embargo, no pensamos en los mismos términos cuando se ejerce de manera sistemática sobre nosotrxs desde las instituciones, ya sean políticas o económicas —si es que puede establecerse una distinción entre ambas—. La pregunta sería: ¿quién es más violento, un chaval que está hasta los huevos de todo y quema un contenedor o un banco que deja a una familia en la calle? ¿Acaso no es violencia vivir condenados a esta precariedad perenne? ¿A no tener control sobre nada?

¿Qué va a encontrar alguien que entre en un concierto vuestro sin haberos escuchado antes?

Oriol: Se va a llevar un buen susto. Y si lo supera, se pegará un bailoteo.

Si se creara una película utilizando vuestra música como banda sonora, ¿cómo sería esa película?

Oriol: Ojalá fuera un documental de Ulrich Seidl.

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